Cimavilla, el corazón de Gijón sabe a sidra
Conozca lugares tan emblemáticos como El Lavaderu o la Cuesta del Cholo Los chigres sonlos santuarios de la sidra y la gastronomía asturiana
Sabe a mar y huele sidra. Cimadevilla, o más bien Cimavilla, si no quiere tener problemas con los de aquí, es “el barrio” de Gijón, su esencia. Una pequeña y rechoncha península sobre la que se asienta un promontorio contemplando la Costa Verde fue el lugar señalado para gestar esta gran ciudad asturiana (273.000 habitantes) allá por el siglo V a. C. Cimavilla representa mejor que ningún otro barrio esa frescura mareante y espíritu carismático gijonés: auténtico, chuleta y siempre folixero (fiestero, en asturiano).
Testigo y protagonista de la historia y la cultura de Gijón: desde sus termas romanas hasta el Elogio del Horizonte, una gigantesca composición vanguardista en hormigón del artista Chillida en lo alto de la colina.
Las empinadas calles de Cimavilla se muestran tranquilas a la luz del día, con sus bonitas fachadas de colores y soleadas plazas, a pesar de que digan las malas lenguas que aquí siempre llueve. Pescadores, artesanos y cigarreras protagonizaban las escenas costumbristas de antaño; hoy lo hacen los jóvenes, los artistas y los bohemios, que se han convertido en los nuevos playos, los oriundos de Cimavilla.
Una vez cae la noche, se transforma en el barrio de más ambiente de Gijón, repleto de chigres (clásicas sidrerías asturianas), terrazas, restaurantes, pubs y bares de copas. Aquí todos saben cuándo abren, pero pocos saben la hora a la que cierran. Cimadevilla separa, o une, la playa de San Lorenzo del puerto deportivo.
Dejaremos atrás el paseo de la playa, siempre plagado de corredores, patinadores o simples paseantes, y la iglesia de San Pedro, a la derecha, para entrar de lleno en Cimavilla. La Plaza Mayor, presidida por el edificio del ayuntamiento, está enmarcada por soportales y es lugar de culto en acontecimientos tan importantes en la ciudad como el Antroxu (Carnaval).
Tomamos rumbo norte y comenzamos nuestro ascenso por las callejuelas de Cimavilla. Nuestra primera parada es en la Casa Natal de Jovellanos, el más ilustre, e ilustrado, de los playos. El museo, además de honrar la figura del escritor gijonés, dispone de una exposición de pintura y escultura asturiana contemporánea, donde destaca el Retablo del mar, de Sebastián Miranda. En la misma plaza, es también un clásico la Casona de Jovellanos, un hotel con estupendo comedor para celebrar espichas (picoteo informal asturiano) y una terraza donde no falta la sidra.
La calle Vizconde de Campo Grande nos conduce al corazón de Cimavilla, la plaza de Arturo Arias, más conocida como El Lavaderu. La plaza es todo un homenaje a la sidra, a los chigres e incluso a la cultura astur. No cabe una sidrería más en la plaza, llena de terrazas y de gente acomodada en sus escaleras.
El Diablicu, Casa Oscarín, la Tabacalera o el archiconocido El Lavaderu, que marca el compás de toda la zona. Todos ellos chigres con pedigrí, cien por cien asturianos, de ambiente familiar y distendido, peritos en tostas, tapas de mar y de tierra y de las mejores carnes a la parrilla. Cuidado con la sidra, tan apetecible como traicionera según vaya pasando culines el maestro escanciador.
Cae el sol y no podemos olvidarnos de uno de los lugares más míticos Gijón: la Cuesta del Cholo. Las terrazas estipuladas y las improvisadas en las aceras de esta famosa calle sobre el puerto deportivo se convierten en el plan obligatorio de todo gijonés y foráneo al atardecer.
Las sidras y cervezas corren como ríos, entre música y un buen rollo que se apodera hasta del más arisco. Si le sumamos la luz del ocaso sobre el puerto, obtenemos el mejor preludio imaginable para una noche gijonesa.
Los paladares más refinados tienen aquí dos templos de la cocina marina: El Planeta y Las Ballenas. Enfrente, junto al antiguo edificio de la antigua rula (lonja) está el restaurante Auga, un estrella Michelin a la vanguardia de la gastronomía asturiana.
Recorra con calma la calle Alvargonzález y déjese seducir por sus elegantes pubs hasta recalar en la plaza del Marqués, siempre custodiada por la estatua del primer rey astur, Pelayo. El Palacio barroco de Revillagigedo (siglo XVIII) acoge el Centro Internacional de Arte Contemporáneo y, junto a él, la Colegiata de San Juan Bautista sirve de escenario de conciertos de música clásica.
No todo iban a ser sidras en Cimavilla. Aquí la cultura y la folixa, o fiesta, siempre van de la mano.
Guía para el viajero
De chigres. Son los típicos establecimientos donde se sirve la sidra. Destacan por su olor a este brebaje asturiano, que únicamente se puede tomar escanciado en culines, si no quiere tener problemas con los más puritanos.
Elogio del Horizonte. En lo alto de la colina, el Parque del Cerro de Santa Catalina exhibe el Elogio del Horizonte. Esta gigantesca composición en hormigón del artista Chillida crea un efecto sonoro de caracola amplificado. Aunque fue muy cuestionado, hoy es el símbolo de Gijón.
Playos. Son los afortunados de haber nacido en el barrio mareante y artesano; hoy, el de más ambiente de Gijón.