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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trump entra en el juego político y económico del planeta

El movimiento puede caminar paralelo a una normalización de la relación con China

El presidente de EE UU, Donald Trump, junto a su secretario de Estado, Rex Tillerson.
El presidente de EE UU, Donald Trump, junto a su secretario de Estado, Rex Tillerson.REUTERS (REUTERS)

La respuesta inmediata y contundente que la marina norteamericana ha dado al ataque con armamento químico del régimen sirio de El Asad en Idlib contra la población civil puede interpretarse como un radical giro de la Administración norteamericana de Donald Trump respecto al calculado aislacionismo que había practicado desde que llegó a la Casa Blanca; un planteamiento que incluso había generado en Europa la sospecha de que la defensa del Viejo Continente iba a empezar a ser responsabilidad exclusiva de sus moradores, mientras que Washington contemporizaba gestualmente con la Rusia de Putin. La reacción de EE UU devuelve a los americanos al escenario del que habían estado ausentes desde que se inició la primavera árabe desde Túnez hasta Siria, y confirma que los poderes reales han reconducido el revisionismo del presidente hacia el papel de superpotencia que la historia tiene asignado a EE UU al menos hasta ahora, y del que parecía hacer dejación temporal. El ataque del viernes dícese puntual, pero medios diplomáticos internacionales consideran que, además de un aviso a Damasco, marcaría el camino hacia el fin de la aventura del Estado Islámico, que no necesariamente de sus sacudidas terroristas, como demuestra el atentado de Estocolmo. Washington y Moscú están condenados a entenderse en una zona con intereses directos; y el entendimiento empieza por la seguridad.

Prueba de que el ataque puede ser un acelerador de la pacificación de la zona es la muy mesurada reacción de mercado financiero, con alzas modestísimas en petróleo y recortes limitados en las Bolsas. El movimiento puede caminar paralelo a una normalización de la relación económica (y militar) de EE UU con China, tras el encuentro de Trump con el presidente Xi Jinping, que se produce también solo unos días después de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca haya prescindido de Steve Bannon, el estratega más radical de cuantos tenía a su alrededor. Tal normalización pondría límites a la envestida nacionalista de Trump y solo entonces tendremos una idea de su profundidad con el resto del mundo, sobre todo con Europa.

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