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Tribuna
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Estibadores: la España de los privilegios

Por mucho decreto, por detrás está la negociación de sindicatos y estibadores con operadores portuarios

Viejo estigma que corroe la forma de ser, de actuar y comportarse. No importa el ámbito, el marco. Siempre el rechazo o impedimento a la igualdad. Una norma, unos artículos, unas costumbres, unas subvenciones, auténtico cáncer este de la economía en no pocos casos y ámbitos, y ahí están los privilegios. Los que favorecen a unos pocos. A una élite exclusivista pero de ampararse sigilosamente y sin ruido mediático de prebendas y posiciones, normalmente económicas y que limiten el acceso a cualquier extraño, todo tercero. Restricciones de entrada, restricciones, en suma, a nuevos trabajadores ajenos a un vínculo común y que pongan en solfa el statu quo preexistente y que nadie hasta el momento ha sido capaz de cuestionar, cambiar o adaptar. Pero algo hay además que los españolitos de a pie no toleran, el privilegio. La España cansina que detesta genéticamente la diferencia, la prebenda, el privilegio si no lo tiene para sí.

De nuevo, aunque son ya más de dos años, la Unión Europea, esta vez el Tribunal de Justicia, vuelve a cuestionar la legislación vigente en nuestro país y la vulneración de principios axiales y fundamentales de la Unión y sus libertades. Los últimos meses hemos visto cómo este tribunal está haciendo añicos prácticas y normatividades españolas en el ámbito hipotecario y bancario, pero también laboral. ¿Hemos dejado hacer desde la pasividad y la omisión evitando o tratando de evitar prácticas abusivas, inocuas, desproporcionadas, ilegales en suma? ¿Qué ha cambiado o qué percepción o paradigma se impone?

Mas volvamos a la génesis del conflicto, el mismo que los más de 6.000 estibadores amenazan, en realidad algún líder sindical, con reventar. Algo muy en la idiosincrasia española y de entender por la fuerza, que no por la razón, los derechos y las prebendas, que no las obligaciones y ajustarse a la ley. La huelga convocada para el 6 de marzo deparará no solo una sangría económica que sufrirán empresas exportadoras e importadoras con una paralización absoluta de la estiba y desestiba, así como la ya existente huida de puertos españoles o cambios de ruta, sino también persistir en el estatus actual acarreará sanciones de Bruselas que al final asumimos todos, amén de la multa ya establecida en 2014.

"La mayoría critica la posición inveterada, exclusivista y privilegiada de un sector donde los estibadores son dueños y señores de los puertos y su actividad"

¿Existe margen de maniobra para el Gobierno y la aprobación de ese real decreto? Escasa. Estamos ante la médula misma de libertades esenciales de la Unión Europea. Y esa médula proscribe los monopolios y prácticas cerradas y abusivas que limiten el libre acceso en la práctica de trabajadores, pero también la libertad de establecimiento de empresa. Una figura en la picota, la Sagep, las sociedades de gestión de estibadores portuarios, que, aparte de tener como accionistas únicos a las empresas de la estiba, han de contratar a sus trabajadores entre los inscritos en el registro de la propia Sagep hasta cubrir un 25% de la actividad y, a partir de esa cota, deben acudir a estas bolsas de empleo de manera preferente. Algo que en la práctica monopoliza acceso y provisión de puestos de trabajo. El decreto cercena y amputa, pero no erradica, al permitir que aún continúen, pero perdiendo su sombra exclusiva, permitiendo la creación de centros portuarios de empleo, que serían una suerte de empresas temporales de trabajo especializadas. A un lado los estibadores y su sindicato, la Coordinadora, al otro el Gobierno, la patronal del sector y una sentencia de Luxemburgo. Algunos creen que el real decreto será papel mojado y que en realidad nada cambiará. Pero la mayoría critica ahora, al conocerse, la posición inveterada, exclusivista y privilegiada de un sector donde los estibadores son dueños y señores de los puertos y su actividad en suma. Estos no son controladores aéreos como hace unos años pusieron pies en polvorosa o como los mineros de antaño.

¿Mas qué cambiará? Muy poco. Por mucho decreto, por detrás está la negociación: el sindicato y los estibadores negociarán uno a uno con los operadores portuarios, con lo que la puerta del privilegio sigue abierta. Los estibadores impondrán la subrogación en los contratos a la nueva situación o, de lo contrario, huelga salvaje y no de celo y disimulada como la que ya se está viviendo. O se legisla con más energía y rigidez o a la postre nada cambiará. Solo maquillaje. Y seguirá sin que haya una apertura real para que cualquier trabajador, con los requisitos y cualificaciones requeridas, pueda realmente ser estibador. Más allá de que exista o no un registro y un nepotismo como el existente hasta hoy.

Abel Veiga es profesor de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas. 

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