El reto de no defraudar las expectativas
A la cuestión catalana, se suman las dudas sobre la aprobación o no de los Presupuestos Generales
El PIB español recuperará este año el nivel de 2008, nuestras previsiones apuntan a un crecimiento del 2,5%, muy por encima del promedio de la UE, y alzas en los indicadores de consumo, inversión, exportaciones y creación de empleo. No creemos que se pueda alcanzar el objetivo de déficit del 3,1%, pero estamos convencidos de que el desequilibrio seguirá reduciéndose y se situará por debajo del 4% del PIB, en el 3,8%. La competitividad de la economía española, que en 2016 volvió a mejorar frente a la eurozona y a la OCDE, es alabada a nivel mundial, así como se reconoce el esfuerzo realizado del sector privado y los hogares en términos de desapalancamiento, y el proceso de internacionalización y diversificación de mercados acometido por las empresas españolas.
Las expectativas son buenas, a pesar de que el rosario de incertidumbres, especialmente en el plano geopolítico, va extendiéndose según avanza el año. La economía española se encuentra así ante el reto de no defraudar estas previsiones y devolver a los trabajadores la confianza en un futuro mejor, porque es mucho lo que queda por hacer.
De hecho, aunque la economía recupere los niveles de antes de la crisis, la realidad con la que nos enfrentamos es que, en comparación con 2008, hoy hay medio millón menos de personas activas y ocupados, mientras que hay un millón más de desempleados. Y no solo eso, el número de horas trabajadas en el último trimestre de 2016 se redujo ligeramente frente a 2015, a pesar de que el número de ocupados ha aumentado en 413.900 personas, lo que indica una preponderancia del empleo temporal. Hace tiempo que venimos avisando de que si bien la intensiva recuperación del empleo que está experimentando el mercado laboral es necesaria para reducir el elevado nivel de paro, el hecho de que empleo y PIB crezcan casi a la misma velocidad indica que el crecimiento económico se está apoyando en actividades de escaso valor añadido y baja productividad.
No hay que olvidar que la evolución del gasto de los consumidores se basa no solo en la renta disponible, sino también en el componente psicológico de las expectativas que tengan. La mejora en la calidad del empleo tendrá, pues, un efecto multiplicador sobre la economía. Lo mismo ocurre con la inversión de las empresas: aunque las ventas de bienes y servicios registran un crecimiento sostenido desde 2012, todavía están en niveles similares a los que se encontraban en el año 2000. Una recuperación del volumen inversor generaría más empleo, lo que induciría a un aumento del consumo, que traería como consecuencia nuevas inversiones, en un claro círculo virtuoso.
"Es preciso tener la suficiente cintura política para llegar a acuerdos, más en un momento como este"
En un entorno en que ningún partido político tiene, ni previsiblemente tendrá, mayoría suficiente, la obligación de Gobierno y oposición es evitar desandar el camino y seguir avanzando en medidas que eleven la productividad y el potencial de crecimiento de la economía española, así como también en reducir la desigualdad social, exacerbada a consecuencia de la crisis. Es preciso tener la suficiente cintura política para llegar a acuerdos, más en un momento como este, en el que las vibraciones telúricas con epicentro en la incertidumbre política, se extienden en todas las economías avanzadas.
En España, a la cuestión catalana, que sigue sin visos de poder resolverse, se suman ahora las dudas sobre la aprobación o no de algo tan fundamental como son los Presupuestos Generales, donde gana enteros la probabilidad de una prórroga, ya que deberían estar ratificados antes del verano. En Europa, la radicalidad gana terreno en los mensajes de los políticos holandeses que se presentan a los comicios generales del próximo 15 de marzo; la agitación crece en Francia, a medida que se acercan las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta tendrá lugar el 23 de abril; Alemania también se enfrentará al veredicto de las urnas el 24 de septiembre, sin un claro favorito. Al mismo tiempo, la UE se enfrenta a un desafío sin precedentes, el brexit, que pondrá a prueba los cimientos del proyecto comunitario. Mientras, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha tenido el efecto de un ciclón, llevándose por delante tratados comerciales internacionales tan importantes como el TTP, el TTIP o el Nafta. El nerviosismo ya se deja sentir en los mercados de capitales.
Los retos a medio y largo plazo son enormes, si bien a corto plazo la situación sigue siendo favorable para la economía española. Para no defraudar estas buenas expectativas, la clave está en que debe prevalecer el sentido de Estado.
Dionisio Torre es director general de Axesor.