Hacia el ‘brexit’ duro pero en dos pasos
Los expertos creen que la salida será más fácil de negociar que la nueva relación
Bruselas y Londres calientan motores para un brexit tajante y rápido, pero en dos pasos. Primero, desenchufar. Después, retirar los cables. Los planes apuntan a un corte rápido y limpio de la conexión entre Reino Unido y la Unión Europea. Pero el bricolaje posterior será mucho más largo porque hace falta retirar o sustituir el entramado legal que ha unido Londres con Bruselas durante más de cuatro décadas (1973-2019).
Fuera en dos años
Falta poco más de un mes para que se ponga en marcha la cuenta atrás del brexit, pero tanto Bruselas como Londres se preparan ya para una rápida negociación que deje al Reino Unido fuera de la Unión Europea en marzo de 2019 como muy tarde. Las dos partes han renunciado a la tentación inicial de ralentizar el proceloso viaje con la vaga esperanza de darse la vuelta o de no llegar nunca a puerto.
En Londres se ha impuesto el ala del ministro de Exteriores, Boris Johnson, partidario de consumar el brexit en el plazo marcado de dos años. Incluso parece descartada ya la propuesta de negociar un acuerdo transitorio que dejara al Reino Unido por un tiempo indeterminado en un limbo legal entre el estatus de socio y la salida definitiva.
Y Bruselas, una vez aceptada la aparente irreversibilidad de la separación, también desea acabar cuanto antes con la incertidumbre política e institucional generada por el referéndum británico del 23 de junio de 2016, en el que el brexit logró el 52% de los votos.
Dos fases
Fuentes europeas indican que el objetivo actual es consumar el brexit en dos fases, pero claramente diferenciadas en cuanto a la relación de Londres con el club. En la primera, se cerrarán los acuerdos esenciales para dejar a Reino Unido completamente fuera de la Unión en el plazo previsto. Y la segunda, previsiblemente mucho más larga y compleja, delimitará los términos de la futura relación entre las dos orillas del canal de la Mancha. La segunda fase podría ser escalonada para evitar cualquier vacío legal. Pero según las fuentes consultadas, ni la opinión pública británica ni la europea tendrán ninguna duda de que Reino Unido ya no pertenece a un club que, por primera vez, pierde a uno de sus socios.
Factura y personal
El acuerdo de salida deberá incluir, como mínimo, el reparto de la factura del brexit; las condiciones de residencia y trabajo para los ciudadanos europeos en Reino Unido y viceversa; la gestión de las fronteras terrestres en Irlanda del Norte y Gibraltar; la salida de los miembros británicos del Parlamento Europeo y del Tribunal de Justicia europea, entre otras instituciones, y el traslado de los organismos europeos instalados en suelo británico, como la Autoridad Bancaria Europea y la Agencia del Medicamento.
Sin vacaciones
“La Comisión Europea ya nos ha avisado de que nos vayamos despidiendo de las vacaciones por una temporada”, se resigna un diplomático europeo de la primera línea de negociación. Si se cumple el calendario previsto, los términos del acuerdo de salida se pactarán a toda prisa, lo que obligará a las dos partes a un trabajo técnico muy intenso durante los primeros 12 meses.
Londres notificará su deseo de abandonar la UE hacia mediados de marzo y, desde ese momento, el Tratado de la UE fija un plazo de dos años para concluir las negociaciones de separación. Bruselas espera rematarlas en el otoño de 2018 para que Reino Unido y el resto de la UE puedan ratificar el acuerdo antes de marzo de 2019.
Caro adiós
En el primer paso del brexit, el acuerdo de salida, la gran bronca puede llegar en torno a las facturas pendientes. Pero el regateo podrá encontrar un punto medio entre los 60.000 millones de euros que Bruselas pretende reclamar a Londres en concepto de los compromisos presupuestarios adquiridos durante su pertenencia al club y la salida sin pagar con la que sueñan algunos miembros del Gobierno de May.
La gran bronca
Curiosamente, los expertos en derecho comunitario creen que será mucho más fácil negociar la factura del primer paso para un acuerdo de salida claro y tajante, que el segundo acuerdo, en el que se deben fijar las condiciones de la futura convivencia. Uno de los puntos claves en esa futura relación debe ser el tratamiento jurídico de la City londinense, el mayor centro financiero del mundo. Ni Reino Unido se puede permitir renunciar a una industria que da empleo a un millón de personas (más otro millón en servicios anejos) ni la zona euro puede sustituir de repente una plaza donde las empresas europeas captan el 46% de su financiación bursátil y donde se ejecuta el 75% de las operaciones de tipos de cambio de derivados de tipos de interés. Londres podría perder peso en algunas (como la gestión de fondos) y otras capitales, en especial París o Fráncfort, aspiran a arrebatarle infraestructuras como las cámaras de compensación y liquidación. Pero fuentes del sector financiero reconocen que, de momento, la zona euro no dispone de ninguna alternativa realista a la City.
El día siguiente
Una vez fuera, Reino Unido apenas notará el cambio para decepción, tal vez, de los entusiastas del brexit. Al menos, al principio. El Gobierno de Theresa May ya ha anunciado su intención de aprobar una ley que al día siguiente del brexit convertirá todo el “acervo comunitario” en leyes británicas. Es decir, los cientos de directivas y reglamentos aprobados por la UE desde 1957 se mantendrán intactos, pero con el único sello del Parlamento de Westminster. Londres decidirá poco a poco qué normas suprime y cuáles mantiene. Y es probable que descubra que la mayoría son tan necesarias dentro como fuera de la UE.