Las constructoras, atentas a EE UU
Las primeras medidas del presidente Trump en EE UU han multiplicado su impacto por la incredulidad que generaban en la campaña. El exacerbado proteccionismo, focalizado de manera inicua con el vecino México, quiere frenar una globalización que, en términos generales y a pesar de los muchos desequilibrios aún por resolver, ha acercado al bienestar a más población que en ningún momento de la historia. Entre las promesas anunciadas por Trump está un gigantesco plan de modernización de infraestructuras cuantificado en no menos de medio billón de dólares. Es cierto que paradójicamente la primera potencia económica mundial tiene una reconocida carencia en este campo, con infraestructuras obsoletas que abren a las empresas del sector una fenomenal oportunidad, aunque no exenta de incertidumbre. Los grupos españoles, verdaderas potencias internacionales en este campo, deben estar muy atentas a este proceso, en el que los Estados jugarán un papel clave frente a la Administración Federal. La colaboración público privada, las ayudas fiscales –sobre todo en el caso de las concesiones–, la presencia allí, donde generan empleo local tras comprar firmas estadounidenses o suscribir acuerdos, y la contrastada capacidad de los grupos españoles son argumentos para optar a un importante negocio en el que no se debe confundir Trump, y la inquietud que destila, con EE UU.