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Toxicomanías

¿Por qué somos tan adictos los españoles?

Los tratamientos antidrogas y alcohol cuestan unos 7.500 euros en las clínicas privadas

Thinkstock

Basta recordar el anuncio que estas Navidades ha colgado de la plaza mayor de Madrid de la serie Narcos para comprobar que en España se banalizan las drogas.

Un asunto que de momento no parece de los más prioritarios, pero que van a tener que tomarse muy en serio las autoridades porque, según el último Informe europeo sobre drogas, España lidera el consumo de cannabis y cocaína en la zona.

Los españoles, de hecho, ya gastan más en drogas que en alcohol (6.000 millones de euros), hasta ahora el principal problema, que cada cierto tiempo arroja a las noticias algún fallecido adolescente.

Las perspectivas, además, no son muy alentadoras. Bartolomé Pérez Gálvez, psiquiatra de la Unidad de Alcohología del Hospital Universitario de San Juan de Alicante, asegura que “en los próximos años, lo único que se mantendrá estable es el consumo de cocaína, que afecta al 3% de los jóvenes, mientras que el uso del cannabis y el alcohol seguirá aumentando”.

El consumo de alcohol y cannabis seguirá aumentando frente a la cocaína

Pero por qué crece el consumo si se tiene la información y se saben las consecuencias. Pérez Gálvez explica que no basta con alguna charla de policías o médicos en los colegios. “Habría que integrar los programas de prevención en la educación, que ya han desarrollado los profesionales, pero no se implantan por falta de recursos e interés de las autoridades”, recalca.

En España, son las Unidades de Conductas Adictivas (UCA), en los centros de salud, las que tratan estas patologías, a la vista insuficientes. Integradas por psiquiatras, psicólogos y enfermeras, estas unidades, estima Pérez Gálvez, apenas están tratando hoy al 10% del total de alcohólicos que existen en el país. No obstante, ayuntamientos y ONG también cuentan con programas de rehabilitación de adicciones así como las clínicas privadas, donde los tratamientos son muy caros, alrededor de 7.500 euros.

La sustancia da igual, sea cannabis, alcohol o cocaína, dice Mercedes Lledó, psicóloga de la clínica Triora. El problema es que ahora existe tolerancia cero a la frustración. “Los padres hoy no educan, solo intentan proteger y compensar”, y las drogas lo único que hacen es anestesiar la realidad. El ser humano siempre pierde y el adicto no quiere perder”, añade.

Ojo al dato

Consumo y asistencia

• Consumo: el alcohol es la principal adicción en España, seguido por el cannabis y, de lejos, por otras sustancias como la cocaína.

• Asistencia: el alcohol y la cocaína son las sustancias que producen mayor demanda de asistencia, seguido del cannabis.

• Demanda: la crisis ha multiplicado por seis la demanda de asistencia por alcoholismo.

El Plan Nacional de Drogas ha criminalizado la sustancia en sí, “por supuesto dañina”, pero lo que hay que hacer es “dotar a las personas de herramientas para afrontar la realidad, gestionar las emociones y la dependencia emocional” porque, si no, tras la desintoxicación, solo se consiguen “adictos secos [con alto peligro de reincidencia]”.

Otro de los motivos es que la percepción del riesgo, sobre todo con los porros, es bajísima, apunta Elena Presencio Serrano, directora general de la Asociación Proyecto Hombre. De hecho, los jóvenes piensan que es más perjudicial para la salud el tabaco que las drogas, cuando está comprobado que entre el 30% y el 40% de los brotes psicóticos que se producen entre ellos se relacionan con el cannabis. Es más, actualmente no está entre las principales preocupaciones de los españoles, según sondeos del CIS.

La pérdida de valores, la normalización del consumo, la inmediatez que proporcionan las tecnologías, junto a la falta de ideales de los jóvenes y el desempleo son, a juicio de Pérez Gálvez, otros motivos que potencian el consumo. Varones o mujeres de mediana edad con problemas de alcohol, totalmente integrados en la sociedad, con trabajo (dos de cada tres) y jóvenes que abusan del cannabis y el alcohol son los principales adictos que recurren a Proyecto Hombre, cuenta Presencio.

Colectivos que, además, habitualmente coquetean con la cocaína. Aunque también cada vez es más habitual ver en las consultas a mujeres de mediana edad adictas a los tranquilizantes, asegura Pérez Gálvez.

Los padres tienen que recuperar su rol

Depresión, problemas de sueño, primeros brotes psicóticos, deterioro psicomotriz y déficit cognitivo, abandono escolar o conductas disruptivas son algunas de las consecuencias que conlleva la adicción al alcohol o las drogas, patologías, todavía muy estigmatizadas.

Quizá por ello muchos pacientes se resisten a buscar ayuda. Pero, a cambio, el tratamiento suele ser muy efectivo.

Según señala Pérez Gálvez, estas patologías tienen mejor pronóstico que la hipertensión arterial, el asma o la diabetes y el grado de efectividad ronda el 60% en el primer año de tratamiento, “aunque depende también de la motivación del paciente”.

En Triora, el tratamiento, que persigue la recuperación del cuerpo, la mente y el alma, implica un mes de ingreso en la clínica y tres meses de seguimiento de consultas, analíticas.

El método, importado de Holanda y basado en los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos, incluye cuatro terapias grupales al día para que el paciente llegue a entender por qué ha llegado a ese punto,todas las pruebas diagnósticas y el tratamiento, que en el caso de la cocaína es con ansiolíticos.

Cuando se trata de jóvenes, es muy importante trabajar también con los padres, “que tienen que aprender a poner límites hasta que llega el momento en el que el adicto se ve obligado a elegir y accede al tratamiento”, aclaran en Triora. Aunque, según reconoce Lledó, suelen ser también personas que “no tienen límites, que no saben parar, y esta característica la tienen antes de empezar a consumir”.

En Proyecto Hombre, que realiza programas de rehabilitación desde 1984, trabajan con politoxicómanos adultos, jóvenes y de colegios.

En sus programas dirigidos a los menores, que duran un año, también participan los profesores y las familias de los pacientes. El objetivo es que los padres recuperen el rol que les corresponde. “Si sitúas al padre, sitúas al hijo”, asegura Presencio Serrano.

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