El 'brexit' incendia la política europea aun antes de empezar
A dos meses del inicio de las negociaciones, la tensión sube en Reino Unido y en la UE El ala dura se impone en Londres y Bruselas teme un efecto contagio en otros países
A dos meses de que arranquen las negociaciones del brexit (previstas para finales de marzo), la tensión en Londres y Bruselas roza ya el punto de ebullición y en ambas partes crece el temor a los daños colaterales que puede causar un proceso inédito e imprevisible.
En Reino Unido, la primera ministra, la conservadora Theresa May, parece cada vez más impotente ante el empuje del ala dura de su ejecutivo que, con el titular de Exteriores, Boris Johnson, a la cabeza, aboga por acelerar la ruptura y llevarla hasta sus últimas consecuencias. Esa salida abrupta convertiría al Reino Unido en un país completamente ajeno a las estructuras europeas e incluso quedaría fuera de la unión aduanera (que suprimió aranceles y cuotas de exportación entre los primeros socios del club 1968 y con Reino Unido a parrtir de 1973) y del mercado único europeo nacido en 1993.
El futuro de la propia May puede estar en entredicho si no satisface las demandas de un grupo que no admite matices en cuanto al carácter tajante y definitivo del brexit. La victoria de los duros parece cada vez más cerca Y hasta el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbin, se decantó la semana pasada claramente por un brexit sin concesiones tras varios meses de mantener una postura ambigua.
En la orilla europea del Canal de la Macha, la pugna tampoco es menor. Los 27 socios restantes mantienen por ahora una unidad formal, escenificada tras el referéndum británico con una cumbre en Bratislava (octubre de 2016) y otra, el próximo 3 de febrero, en Malta. Bajo esa apariencia de consenso, sin embargo, bullen posiciones muy distintas sobre el fondo de las próximas negociaciones e, incluso, sobre el papel que debe jugar cada institución europea.
La batalla, silenciosa por ahora, se libra entre quienes ven el brexit como una oportunidad para aumentar la cohesión interna de la UE y quienes consideran que la primera escisión del club obliga a frenar el proceso de integración política iniciado con el Tratado de Roma en 1957.
La Unión intentará dejar larvado el conflicto al menos hastafinales de este año, para dejar que pasen las elecciones en Holanda, Francia y Alemania. Pero a medida que avance el proceso, cada vez será más difícil mantener soterradas las diferencias.
El principal temor en Bruselas es que el brexit desencadene un efecto dominó que anime a otros socios a plantearse la salida del club, sobre todo, si no se materializan las catastróficas consecuencias económicas auguradas antes del referéndum del 23 de junio.
El Banco de Inglaterra, que anunció una profunda recesión si vencía el brexit, reconoció la semana pasada que había errado en sus cálculos más agoreros. Tras el referéndum, la Comisión europea también rebajó a la mitad las previsiones de crecimiento de la economía británica en 2017 (hasta el 1%), aduciendo la desconfianza y la incertidumbre generada por la victoria del brexit. Pero el consumo en Reino Unido lejos de caer ha aumentado y el país ha terminado 2016 creciendo más que la zona euro por quinto año consecutivo y todo apunta a que en 2017 podría repetir ese resultado.
“Es un error calcular el coste del brexit solamente en términos económicos”, advierte un alto cargo europeo. “La factura más descomunal es de carácter político y el impacto político para ambas partes puede ser tremendo”, añade la misma fuente.
El escenario más pavoroso, desde ese punto de vista, sería la repetición de un referéndum como el británico en otro país europeo. Las apuestas señalan a Holanda como el socio de mayor riesgo, aunque desde el punto de vista económico parece difícil que ese país pueda permitirse despegarse del resto de la UE y, sobre todo, de Alemania.
Italia es otro país con un creciente desapego de la opinión pública hacia la UE y hacia el euro. El Movimiento Cinco Estrellas defiende abiertamente la convocatoria de un referéndum sobre la moneda única en uno de los países que tradicionalmente era de los más partidarios de la integración europea.
En este escenario de fragilidad europea y pujanza del euroescepticismo británico, la posibilidad de un divorcio traumático gana enteros por momentos. “El mejor acuerdo posible oscilará con toda probabilidad entre un brexit duro y un brexit caótico”, presagiaba la semana pasada Martin Wolf, economista jefe del Financial Times.
Los socialistas europeos se niegan a ceder la presidencia del Parlamento europeo
El Parlamento Europeo tiene previsto elegir mañana a su nuevo presidente, en medio de un choque frontal entre el grupo Popular (217 escaños) y el Socialista (189 escaños). Los dos grupos mayoritarios de la eurocámara pactaron al comienzo de la legislatura repartirse la presidencia, con la primera mitad ocupada por el socialista alemán, Martin Schulz, y la segunda por un eurodiputado de los populares, que han designado al italiano Antonio Tajani (en la foto) como su candidato.
Pero el acuerdo ha saltado por los aires y los socialistas han presentado la candidatura de su jefe de filas, el italiano Gianni Pittella. Más que hacerse con el puesto, los socialistas pretenden visualizar una ruptura suave con los populares, de cara a la recta final de la legislatura y las elecciones de la primavera de 2019.
La presidencia del Parlamento permite escenificar una pequeña trifulca sin poner en peligro la ‘gran coalición’ que sostiene el equilibrio institucional en la UE.
En realidad, la presidencia del Parlamento tiene unos poderes muy limitados y referidos, casi en exclusiva, a la organización interna de la cámara. Pero el cargo ha adquirido una fuerte carga simbólica como una baza más en el reparto de poder en las instituciones europeas. Y los socialistas se resisten a ceder la única presidencia que ocupan, porque los populares ostentan la de la Comisión Europea (el luxemburgués Jean-Claude Juncker) y la del Consejo Europeo (el polaco Donald Tusk).
“Es una broma de mal gusto que el Partido Popular Europeo pretenda presidir los tres cuerpos de la UE”, se queja la eurodiputada socialista Elena Valenciano. Los populares, por su parte, acusan a los socialistas de romper un acuerdo que ya se aplicó en la pasadas legislatura, cuando el conservador Jerzy Buzek, y el socialista Martin Schulz se repartieron los mandatos. Durante la presidencia de Buzek, el PPE ya ocupó la jefatura de las tres instituciones, con José Manuel Barroso en la Comisión y Herman Van Rompuy en el Consejo. Pero las elecciones de 2014 no estaban tan cerca como ahora las de 2019.