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Roberto Aragón: “Ahora ya nadie quiere montar bodegas”

Se ocupa de los viñedos que compró su padre en una peculiar zona de Burgos

El padre de la familia Aragón, Amalio, originario de Cillerruelo de Abajo comenzó a comprar pequeñas parcelas de viñas, en total 68 terrenos dentro de lo que se denomina el jardín de la Ribera del Duero: entre Quintana del Pidio, donde está asentada la bodega Cillar de Silos, y Gumiel de Mercado (Burgos). Y ahora son los tres hijos, quienes se ocupan del negocio familiar, desde que se fundó en los años noventa: Óscar Aragón, que ejerce de enólogo y es el director técnico y responsable de la viticultura y elaboración de los vinos; Amelia, afincada en Londres, que se encarga de la exportación del vino; y Roberto, el gerente. Elaboran 350.000 botellas cada año de su vino estrella Cillar de Silos, elaboran desde hace dos años un vermú, Golfo, y son los importadores de un champán de un pequeño productor francés, Jean Comyn.

Pregunta. Su padre fue un visionario al apostar por esta zona vinícola de Burgos.

Respuesta. La verdad es que sí, cuando la gente arrancaba las viñas, él apostó por una zona que no estaba bien vista, luego llegó la segunda tanda de bodegas, que hemos puesto en valor la zona. En Quintana del Pidio hay 150 habitantes y ocho bodegas. Algunas de nuestras parcelas son prefiloxéricas y tienen una altitud de cerca de 900 metros, con una orografía más accidentada, lo que hace que el viñedo esté más protegido de las heladas y del viento. Mi padre tenía los viñedos pero fuimos los hijos los que al acabar los estudios pusimos en marcha la bodega.

P. ¿Por qué decidieron dedicarse a este negocio?

R. Porque nos gustaba el mundo del vino, siempre tuvimos claro que nos dedicaríamos a este negocio porque engancha es una forma de vida. Yo estudié en una escuela agraria y siempre me he dedicado al campo, al cereal y a la viña. Nosotros hemos hecho a la bodega y la bodega nos ha hecho a nosotros. No concebimos la vida de otra manera.

P. ¿Qué es lo que han aprendido del vino?

R. A tener mucha paciencia y nos ha enriquecido como personas, nos ha enseñado a dar valor a la tierra, a las raíces, al suelo, al campo, a mantener la tradición. También hemos aportado mucho a la zona, porque el pueblo es un casco de bodegas del siglo XVI, y es muy importante que todo esto se mantenga.

P. ¿Cómo han sorteado la crisis de los últimos años?

R. Hemos tenido años muy duros, y eso nos ha obligado a ponernos las pilas, pero sobre todo hemos aprendido a ver cosas que antes no hacíamos bien, y rectificarlas. Estábamos en algunas cosas perdidos en los laureles. Por ejemplo, el mercado local, el más próximo como es Burgos, lo teníamos abandonado. Nos pusimos a trabajar en ello y el resultado ha sido bueno. Ahora, el 10%_de la producción la vendemos en nuestra tierra. Siempre habíamos exportado. De hecho, el 30%_de nuestra producción la vendemos fuera, y el resto en el mercado nacional. Para nosotros, desde el principio, fue una prioridad salir fuera de España, algo que no es tan fácil porque lleva un periodo de unos tres años.

P. Se trata de un sector que no puede ser cortoplacista.

R. Todo es a largo plazo, nada tiene un resultado inmediato. Para elaborar un vino de crianza ya inviertes tres años, hay que tener mucha paciencia, aunque luego es un sector muy agradecido. Porque los resultados que consigues son realmente satisfactorios.

P. ¿Una bodega es rentable?

R. La nuestra ha sido rentable desde el principio. Vivimos de ello desde los comienzos y siempre la hemos gestionado bien. Facturamos 2,5 millones de euros y para 350.000 botellas de elaboración, la media no es mala. Es un negocio que hay que trabajarlo en el tiempo. Durante unos años, anteriores a la crisis, fue muy atractivo y todo el mundo quería tener una bodega, pero luego se vio que no se tienen resultados de forma inmediata, que hay que ser paciente. Ahora ya nadie quiere montar bodegas. Antes se creaban 20 bodegas al año y ahora se puede montar una. Muy pocos quieren ser bodegueros ya.

P. Además, en España el consumo de vino desciende cada año. ¿A qué obedece estos malos resultados, dentro de un país que se encuentra entre los primeros productores. Según la OIV (Organización Internacional de la Viña y el Vino), España elaboró en 2015 un total de 37.200 millones de litros, por detrás de Italia, con 49.500 litros y de Francia, con 47.500.

R. Según los últimos datos estamos en los 15 litros por persona al año, la mitad que en Francia e Italia. Esto se debe, entre otras razones, a una cuestión de educación. No le hemos dado valor a nuestros vinos, además de que los españoles somos consumidores de cerveza. Los bodegueros tenemos que hacer que los jóvenes valoren todo lo que hay detrás del vino, la tierra, la fijación de población porque hacemos que se genere mano de obra, que se cree trabajo en zonas rurales, la tradición, unos valores, un saber hacer las cosas. También sucede que no hemos sabido o no sabemos contar lo que hacemos bien.

P. Son importadores de un champán, ¿cada vez tiene más aceptación en España este tipo de vinos?

R. Somos importadores desde hace siete años, y lo empezamos a hacer de forma casual, porque somos consumidores, pero estamos contentos porque cada vez vendemos más y nos está siendo muy fácil introducirlo. Este año hemos vendido 12.000 botellas y va en aumento la demanda de este vino. Se está poniendo de moda, como el vermú.

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