_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El FMI y el IVA

Gran parte de los servicios con tipos reducidos son los vinculados al turismo, sector con buen comportamiento incluso en la crisis

Tal y como han señalado ampliamente los medios de comunicación, la declaración final de la misión del FMI de 2016 ha recomendado, de nuevo –ya lo hizo en 2012, 2014 y 2015–, subidas de IVA en nuestro país. En concreto, y como viene siendo también ya una tradición en estos informes del organismo internacional, se aconsejan subidas en aquellos bienes y servicios gravados a tipos reducidos. Todo ello con una doble finalidad. De un lado, favorecer la consolidación fiscal, aproximando la recaudación por este impuesto a la media europea. De otro lado, desplazar la carga tributaria desde los impuestos directos hacia los indirectos, supuestamente más favorables al crecimiento económico.

Creo que a la hora de analizar la oportunidad de dicha recomendación es necesario, en primer lugar, hacer un poco de historia. Esta última nos muestra –y todos lo sabemos– que nuestro país ya ha hecho un esfuerzo considerable en la mejora de la recaudación por IVA, en forma de subidas de tipos y de alteración de la cesta de productos gravados de forma reducida. De hecho, el tipo efectivo del impuesto ha variado desde un 12,68% en 2011 a un 15,53% en 2015, según datos de la Agencia Tributaria. Es cierto que si comparamos el conjunto de la tributación sobre el consumo –IVA más impuestos especiales, fundamentalmente–, España se encuentra aún por debajo de la media europea. Pero no lo es menos que las cifras ofrecidas por la Comisión también reflejan el esfuerzo realizado. Así, tomando el mismo periodo, el denominado tipo implícito sobre el consumo, ha variado desde el 13,2% en 2011 hasta el 15,2% en 2014 (no hay datos de 2015). Por tanto, los esfuerzos reclamados por el FMI se han realizado ya en buena medida.

La pregunta es, entonces, ¿debemos continuar esta tendencia en 2017? Ante todo, debe señalarse que ya se ha aprobado un nuevo esfuerzo dirigido a la imposición sobre el consumo, aunque muy localizada. Me refiero a la subida de los impuestos que gravan alcohol, tabaco y la creación del que recae sobre las bebidas azucaradas. Ir más allá, por la vía de cambios normativos, no es conveniente. En primer lugar, por razones vinculadas al crecimiento económico. Debe tenerse en cuenta que el IVA –también los impuestos especiales– se trasladan de forma casi inmediata a los precios, lo que puede provocar un efecto negativo sobre la demanda y, por ello, sobre dicho crecimiento. No parece que estando en una época en la que pretendemos apuntalar la mejora de la economía, resulte oportuno introducir medidas que desincentiven la demanda.

En segundo lugar, si tenemos en cuenta, además, que buena parte de los servicios sujetos a tipos reducidos son los vinculados a la industria del turismo, la conclusión se refuerza. Se trata de un sector que ha experimentado un buen comportamiento incluso en los peores años de la crisis y que genera un importante nivel de empleo. Una subida del IVA se traduciría en incremento de precios y, por tanto, en pérdidas de competitividad en el escenario internacional. Creo que no nos lo podemos permitir.

"Sí existe margen de mejora para la recaudación de IVA por la vía de la lucha contra el fraude"

Finalmente y no menos importante, tampoco parece razonable desde una perspectiva social. Una vez desechados los servicios relacionados con el turismo, el resto de productos gravados a tipos reducidos son aquellos que conforman la cesta básica de la compra, esto es, los alimentos sin procesar. Y, como sabemos, estos productos son los que tienen un mayor peso porcentual en la cesta de la compra de las familias con menos recursos. Por tanto, el incremento de sus precios por obra de una reclasificación de productos en el IVA tendría un efecto redistributivo muy negativo, que incidiría en ciudadanos ya muy castigados por los efectos de tan larga recesión.

Sí existe margen de mejora para la recaudación de IVA por la vía de la lucha contra el fraude. En este sentido, acaba de aprobarse el suministro inmediato de información, que proporcionará mayores y mejores datos a la Agencia Tributaria de un buen número de empresas, en tiempo casi real. Pero también hay que saber que este tipo de medidas no son mágicas ni dan frutos de manera inmediata.

En definitiva y con todo el respeto al FMI, creo, por las razones expuestas, que España no necesita ni debe aprobar nuevas subidas de IVA, en tanto no se consolide la recuperación económica y las familias hayan podido recuperarse de los efectos de la crisis económica. Pensar lo contrario es apegarse al dogma sin conocer nuestro país.

Jesús Rodríguez Márquez es socio de F&J Martín Abogados. Profesor Titular de Derecho Financiero y Tributario.

Archivado En

_
_