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El Foco
Tribuna
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Las empresas sí pagan impuestos

El impuesto sobre sociedades no es el único impuesto que nuestras empresas pagan, ni siquiera es el más significativo

De un tiempo a esta parte, se ha extendido entre la opinión pública la idea de que las empresas españolas, sobre todo las de gran tamaño y presencia internacional, apenas pagan impuestos. Veamos si esto es así.

Según el informe anual de recaudación publicado por la Agencia Tributaria y en relación al impuesto sobre sociedades, el tipo de tributación sobre el resultado contable (el resultado de dividir el resultado contable entre la cuota de impuesto pagada) fue, en el ejercicio 2013, de un 6% para los grupos consolidados y de un 14,9% para sociedades individuales. En cuanto a 2014, los datos provisionales indican que los grupos consolidados habrían pagado un 7,3%. Sin embargo y aunque este porcentaje llamaría la atención por lo reducido, no refleja la realidad tributaria y la presión fiscal que soportan las sociedades en España.

Para aclarar conceptos hay que empezar definiendo cuáles son los impuestos pagados por las empresas. El impuesto sobre sociedades no es el único impuesto que nuestras empresas pagan, ni siquiera es el más significativo. La presión fiscal es el total de impuestos que recauda el sector público en relación con el Producto Interior Bruto. Es un elemento clave para valorar el peso de los impuestos en un país y hacer un análisis comparativo por países.

Al analizar la presión fiscal empresarial en España hay que incluir el impuesto sobre sociedades, pero también las cotizaciones sociales a cargo de la empresa que, en nuestro país, son particularmente elevadas. Asimismo, hay que incluir otros impuestos, incluidos los impuestos autonómicos y locales que, en algunos casos, son de una cuantía nada despreciable.

Una vez definida la presión fiscal empresarial, es conveniente también establecer una comparación con los países de nuestro entorno. Utilizaremos el informe Paying Taxes que PwC y el Banco Mundial elaboran anualmente.

Según dicho informe, para el ejercicio 2014, España es el séptimo país de la UE donde las empresas soportan una mayor carga tributaria con un tipo real del 50% sobre beneficios, frente a una media de la Unión Europea del 40,6%. Es decir, según este informe, que incluye el efecto de todos los impuestos que inciden sobre las sociedades, nuestra presión fiscal empresarial es 9,4 puntos porcentuales superior a la media de la UE.

De este 50%, la mayor carga fiscal (35,8%) deriva de las cotizaciones sociales, seguida del impuesto sobre sociedades (13,3%) y de otros impuestos (0,9%). Países como Reino Unido (32%) y Alemania (48,8%), tienen una presión fiscal empresarial menor que la española, a pesar de contar con un tipo efectivo del impuesto sobre sociedades superior, 19,2% para el Reino Unido, 23,2% para Alemania.

Pero no solo en el mencionado informe se refleja la elevada presión fiscal empresarial española. También en el reciente informe EU Taxation Trends, elaborado por Eurostat, se afirma que la presión fiscal empresarial española en relación con el PIB es del 10,2%, muy poco por debajo de la media de la Eurozona (10,5%).

Según este otro informe, aunque la presión fiscal total en España está muy por debajo de la media europea, la empresarial no difiere tanto. De hecho, la proporción de recaudación procedente de las empresas respecto a los ingresos totales es considerablemente superior a la media europea ya que los ingresos públicos procedentes de las empresas respecto al total (la parte de la tarta tributaria que aportan las empresas), es en España del 30,4%, mientras que la media de la Eurozona es del 26,2%.

De todas formas, y aun dejando sentado que la presión fiscal empresarial en España, medida sobre beneficios, ronda el 50% y que es una de las cifras más altas de la UE, vamos a analizar los resultados de recaudación en el impuesto sobre sociedades porque entendemos que los datos del 6% o 7% de tributación tampoco reflejan la realidad.

En primer lugar, ese 6% o 7% resulta de comparar los resultados contables positivos con la cuota tributaria pagada. Ahora bien, el impuesto sobre sociedades se paga no sobre el resultado contable, sino sobre la base imponible. Si comparamos estas dos magnitudes (base imponible e impuesto pagado) utilizando el informe anual de recaudación tributaria de la AEAT, los grupos empresariales pagaron en 2013 el 16% de impuesto, porcentaje mucho más alto que el 6% sobre resultado contable extendido entre la opinión pública y más similar al de las empresas individuales que fue un 21,8%.

Los dos ajustes principales que, en 2013, minoran el resultado contable de las empresas que tributan como grupo consolidado son los ajustes por consolidación (71.131 millones de euros) y la exención por doble imposición (20.107 millones de euros).

Los ajustes por consolidación son operaciones necesarias ya que, a todos los efectos, un grupo de sociedades tributa como una sociedad única (se obtendría el mismo resultado integrando todas las actividades en una única entidad por lo que los ajustes de consolidación no constituyen ningún beneficio fiscal).

Por su parte, la exención por doble imposición elimina los beneficios que las empresas del grupo han obtenido en países extranjeros y que han tributado en dichos países, en ocasiones a tipos superiores al vigente en España.

Además, si realizamos la comparativa entre los beneficios mundiales antes de impuestos y el total de impuestos pagados, tanto en España como en el extranjero, el tipo efectivo es todavía más alto. Así, analizando las cuentas anuales de las empresas del Ibex, el tipo efectivo pagado considerando beneficios e impuestos mundiales está en una media del 20% (muy similar al de las empresas individuales que no suelen tener beneficios que tributen en el extranjero o los tienen en cuantía mucho más reducida).

No es bueno hacer demagogia basada en porcentajes y cifras que, por incompletas, no reflejan la realidad. La presión fiscal empresarial española es más alta que la media europea. Elevar la fiscalidad del impuesto sobre sociedades sin reducir otros tributos, lastra la competitividad, retrae inversión nacional y extranjera y reduce a medio plazo la tributación consiguiendo un efecto contrario al deseado.

Bernardo Aguilera Sánchez-Garrido es director de Asuntos Económicos y Europeos de CEOE

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