Una Fed más suave con los bancos
El futuro del banco central de EE UU dependerá de lo que ocurra con uno de sus gobernadores, Dan Tarullo
La nueva Reserva Federal de Donald Trump no solo dependerá de lo que pase con la presidenta Janet Yellen. Tan importante como eso es, sin embargo, el destino de Dan Tarullo, uno de los miembros del Consejo de Gobernadores de la Fed, y presidente del Consejo Federal de Supervisión de las Instituciones Financieras, que ha presionado para endurecer las normas sobre Wall Street.
Yellen dijo a los legisladores el jueves que planea permanecer hasta el final de su mandato, en 2018. También defendió las reformas regulatorias que desde la crisis de 2008 requieren que los bancos tengan mayor capital, más liquidez y menos apalancamiento. Trump y sus aliados han atacado estas normas y también quieren revertir la ley Dodd-Frank de 2010.
Tarullo ha sido el impulsor de la reforma regulatoria de Obama: es en gran parte responsable de que los ocho bancos más grandes de EEUU tengan el doble de requisitos de capital que sus rivales más pequeños. También ha hecho que los mayores prestamistas extranjeros reestructuren sus unidades en EEUU para hacerlas más resistentes.
Hensarling, aspirante a secretario del Tesoro, propone cambiar la forma de realizar los tests de estrés
Donde más huella ha dejado es en los tests de estrés, que determinan si un banco puede pagar o aumentar sus dividendos y recomprar acciones. En septiembre, Tarullo propuso endurecer estos tests a los bancos más grandes.
El Gobierno de Trump puede perfectamente deshacerse de esos planes. El republicano Jeb Hensarling, presidente de la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, quiere cambiar el modo en que se realizan los tests y permitir a los bancos optar por salirse de los requisitos de capital y liquidez de la Fed y de Basilea III si consiguen una ratio de apalancamiento del 10%.
Hensarling ya tiene influencia sobre el presidente electo. Se conocieron el jueves en la Trump Tower, y Hensarling ha sido mencionado como posible secretario del Tesoro.
El mandato de Tarullo, autodenominado gurú de la regulación, no termina hasta 2022, pero como sus puntos de vista están en desacuerdo con la Casa Blanca y con las cámaras, no sería sorprendente verlo marchar.
Si el plan de Hensarling toma luego forma rápidamente, muchos bancos podrían incrementar los pagos de dividendos e impulsar los rendimientos de capital recomprando más acciones. No sería ninguna sorpresa que los ejecutivos estuvieran deseando una rápida jubilación para Tarullo.