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Tribuna
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Donald Trump, una victoria inesperada

Frustrados con la inacción de sus gobernantes, eligieron a quien prometía soluciones. No importaba que fueran realizables

Tendríamos que haber estado sobre aviso después del susto del brexit. La victoria inesperada de Donald Trump ha cogido por sorpresa al mundo, y tal vez a él mismo. Los motivos de su éxito, y las medidas que propone tomar, pueden tener un efecto disruptivo y duradero sobre EE UU y el mundo entero.

Tras una campaña intensa y conflictiva, Hillary Clinton ganó el voto popular por un pequeño margen –47,7% contra 47,5%–, pero Trump se hizo con el voto del colegio electoral que decide las elecciones. Ninguna encuesta había previsto su victoria, y los mercados reaccionaron con un pánico solo visto con el brexit.

Hay muchos más paralelos entre el brexit y la victoria de Trump. Clinton venció en las zonas urbanas y más cosmopolitas. Sus votantes venían de las capas más educadas de la población. Y la baja participación propició un resultado que hubiera podido ser al revés si más personas de grupos clave (negros o mujeres) hubieran votado.

La pasión que levantó Trump entre sus seguidores también tiene un paralelismo con el brexit. Le votaron las personas más negativamente afectadas por la globalización: las clases medias que han visto cómo las importaciones o la inmigración le han quitado nivel de vida o incluso el empleo. Frustrados con la inacción de sus gobernantes, que parecían prestar más atención a los grupos de presión que a sus votantes, eligieron a la persona que les prometía soluciones. No importaba que fueran realizables; simplemente querían respuestas.

"Cuando la clases medias de un país sufren, tarde o temprano acabarán reaccionando si sus Gobiernos no toman los pasos necesarios para apoyarles"

¿Qué políticas saldrán de este Gobierno? Trump ha publicado un “contrato con el votante americano” que detalla las actuaciones que piensa acometer durante sus primeros 100 días. Entre ellas figura iniciar la construcción de un muro para sellar la frontera con México e impedir la entrada de inmigrantes ilegales –según él, México reembolsará a EE UU por el coste–. Además, propone deportar a dos millones de inmigrantes ilegales que han cometido delitos, y vetar la entrada de inmigrantes procedentes de regiones consideradas como fuentes de terrorismo.

En materia fiscal, propone un recorte drástico de impuestos: rebajar el IRPF para todos (según expertos, los más beneficiados serán los ricos) y dejar el impuesto de sociedades en el 15% (actualmente, el 35%). Esto aumentaría la ya elevada deuda pública, aunque junto con el ambicioso programa de construcción de infraestructuras que promete, dará un impulso a la economía americana.

En el comercio internacional, el tema clave de la campaña, el candidato enardeció a sus seguidores prometiendo recuperar los puestos de trabajo perdidos en EE UU. Dice que exigirá la renegociación inmediata del Tratado de Libre Comercio con Canadá y México (“el peor tratado jamás firmado”) y acusará a China de haber manipulado su divisa. No aprobará nuevos acuerdos como el TPP o el TTIP con Europa. Su presidencia podría marcar el fin de la era actual de globalización, lo cual repercutiría negativamente en el crecimiento económico de EE UU y del mundo. Más allá del comercio, la negativa de Trump a apoyar las medidas del presidente Obama para contrarrestar el cambio climático afectarán al mundo. Ha anunciado que cancelará los pagos americanos a los programas de las Naciones Unidas sobre cambio climático, y levantará las restricciones sobre nuevos oleoductos y explotaciones de petróleo norteamericanos. Trump también ha indicado que reconsiderará el papel de EE UU en la OTAN, sobre todo el sobrecoste americano de la alianza, que ha permitido a otros países destinar muy poco a gastos militares gracias al paraguas americano. Si la OTAN se afloja, es posible que la presidencia de Trump, con su propuesta de “hacer a América grande otra vez”, acabe debilitando la llamada paz americana que el mundo occidental ha disfrutado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos temen el impacto sobre las instituciones americanas e internacionales del presidente Trump. Tal vez será menos radical de lo que parecía durante la campaña. El Congreso le puede moderar, o su propia experiencia de Gobierno, ahora inexistente, le puede hacer más prudente. Lo que es evidente es que cuando la clases medias de un país sufren, tarde o temprano acabarán reaccionando si sus Gobiernos no toman los pasos necesarios para apoyarles. La victoria sorpresa de Trump debería servir de aviso a otros Gobiernos, para tomar en serio sus obligaciones con el pueblo mientras haya tiempo.

Gayle Allard es economista de IE Business School.

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