Una Casa dividida
Pese a que los republicanos tienen mayoría en las dos cámaras legislativas, eso no garantiza a Trump que muchos de sus compromisos electorales saldrán adelante
Tras una larga noche los resultados de las elecciones en EEUU han confirmado la victoria de Donald Trump, pese a haber perdido el voto popular. Este resultado, histórico en muchos aspectos, sólo es una sorpresa desde el punto de vista de las encuestas, que una vez más (y ya se esta convirtiendo en una trayectoria) se han vuelto a equivocar. Sin embargo, desde la perspectiva de una campaña electoral que ha sido desde el principio un cúmulo de cambios y sorpresas, este resultado entraba claramente dentro del ámbito de lo posible (aunque a muchos les cueste aceptarlo). En junio ya anticipaba en estas mismas páginas, tras la elección de los dos candidatos por sus partidos, que el resultado sería “impredecible” y que cabía “esperar sorpresas.”
Los seguidores de Hillary Clinton no pueden explicarse todavía qué ha pasado y están viviendo este resultado con una sensación de incredulidad e impotencia. En los próximos meses seguro que habrá detallados análisis que tratarán de explicar por qué fallaron las encuestas. Pero ya cabe esbozar una serie de razones que han llevado a este resultado.
Por un lado, hay que destacar los errores del Partido Demócrata, primero eligiendo a Hillary Clinton como candidata y después en su gestión de la campaña. Clinton era una candidata con grandes debilidades. Pese a una trayectoria política y de servicio público admirable que la cualificaba indudablemente para la presidencia, tenía también una historia de escándalos y decisiones cuestionables (la controversia sobre su decisión de usar una cuenta de email privada ha marcado su campaña), así como una querencia por el aislamiento, la falta de transparencia y sinceridad, y de mentiras que la hacían muy vulnerable.
Al mismo tiempo, Clinton llevaba en su equipaje los escándalos de la Administración de su marido y representaba mejor que nadie a las élites y tradiciones que han generado tanto descontento entre millones de ciudadanos y que también han fracturado al Partido Demócrata. Las primarias, en las que tuvo grandes dificultades para derrotar a un candidato socialista, ya fueron un importante aviso de lo que se avecinaba.
Por otro lado, Trump ha tenido un éxito excepcional movilizando a una mayoría silenciosa que se siente profundamente desencantada con los líderes y políticas tradicionales. Trump ha creado una nueva coalición entre los descontentos y la mayoría de los votantes republicanos, que pese a un gran escepticismo (e incluso revulsión) contra su candidatura, han decidido que él sería una opción más aceptable que Clinton. Sin duda que el odio a Clinton entre segmentos muy significativos del partido Republicano ha sido una elemento unificador que ha llevado al candidato en volandas a la presidencia. Nunca hasta esta campaña había visto tantos anuncios en las calles, los coches… y gritos clamando para que un candidato fuese a la cárcel. Incluso ayer, mientras esperaban los resultados, sus seguidores cantaban fervorosamente “!que la encierren!” (lock her up!).
Trump ha llevado una campaña extraordinariamente divisoria, que ha enfrentado a sus seguidores (los desencantados, los que han sido abandonados por las élites, los que han perdido la esperanza en el futuro y ya no creen que el sueño americano sea posible) frente a los inmigrantes, las minorías, los musulmanes, los políticos tradicionales y las propias élites. Sus manifestaciones racistas, sexistas, senófobas, y misóginas han abierto grandes heridas. Y su falta de experiencia y su temperamento volátil generan una gran preocupación de lo que ahora se pueda esperar desde la Casa Blanca. Sin embargo, en medio de las reacciones viscerales que se están viendo en EEUU y en el resto del mundo por la elección, es importante recordar que el poder del presidente de EEUU es limitado.
Esto será difícil de entender desde la perspectiva parlamentaria europea, en que una mayoría absoluta parlamentaria y la fusión de poderes garantizan al candidato ganador el poder para poder llevar a cabo sus programa electoral. En EEUU los fundadores de la nación crearon una figura de presidente con poderes muy restringidos para evitar que se convirtiese en un nuevo monarca. El sistema de separación de poderes, y el de cheques y balances que son la base de la Constitución del país, obligan al presidente a trabajar con el Congreso para poder avanzar cualquier iniciativa legislativa.
Y pese a que los republicanos tienen mayoría en las dos cámaras legislativas, eso no le garantiza de ninguna manera que muchos de sus compromisos electorales saldrán adelante. Obama también tenía mayoría en las cámaras cuando llegó al poder y con la excepción del paquete de estímulo fiscal (que tuvo que diluir muy significativamente) y su programa de salud, prácticamente no pudo hacer mucho más esos años. Y hay que resaltar que el partido Republicano esta profundamente dividido sobre muchas de las propuestas de Trump (sobre libre comercio, inmigración, política exterior, políticas fiscales…). Y además la relación entre Trump y los lideres republicanos del Congreso es muy tirante.
Ante tanta división y tanto odio es importante recordar la frase legendaria del Presidente Lincoln durante su campaña senatorial de 1858 (basada en una cita del Evangelio según San Marcos) en la que se avisa de que “una casa dividida contra sí misma no puede permanecer.”
El contexto de estas palabras, marcado por las divisiones sobre la esclavitud que llevaron a la Guerra Civil, era entonces mucho más grave. Pero tras esa guerra si hay algo que ha marcado la historia de este país ha sido su capacidad para unirse en tiempos de crisis.
Es de esperar que los líderes de EEUU sean capaces de cerrar las heridas de la campaña y avanzar en la dirección para resolver los problemas que han llevado a millones de ciudadanos a la desesperanza y a la victoria de Trump.
Sebastián Royo es vicerrector de la Universidad de Suffolk en Boston (EE UU)