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Gestión

Sobrevivir a una experiencia extrema ayuda a ser mejor líder

Carlos Vico organiza viajes con ejecutivos al desierto o Groenlandia

Manuel G. Pascual

Carlos Vico se ha puesto a prueba desde que tiene uso de razón. Ha competido en el Rally París Dakar; ha cruzado desiertos como el de Erg Chebbi, en la frontera entre Marruecos y Argelia, con la única ayuda de una pala, una cantimplora, un cuchillo y un poncho y acompañado tan solo de las víboras cornudas y alacranes que pueblan las dunas de hasta 150 metros. Se ha perdido en la jungla, le han interrogado tomándolo por mercenario o militar (profesiones que nunca ha ejercido) y ha experimentado situaciones de combate, con balas pasando cerca de su cabeza.

La autoestima, la clave para vencer el miedo

El miedo es un sentimiento animal. Se trata de un mecanismo de defensa, gracias al cual nuestro corazón bombea mucha más sangre de la habitual para que podamos realizar de repente grandes esfuerzos físicos (principalmente huir o defendernos). “Originalmente teníamos miedo de los leones. Hoy vivimos en una situación tan controlada que cualquier tontería es considerada una amenaza”, apunta Vico. Saber relativizar es la clave para que la situación no nos supere.

Vico identifica en su libro varias claves para fortalecer nuestra autoestima, el mayor mecanismo de defensa del que disponemos cuando nos enfrentamos a situaciones que nos ponen a prueba.

Es necesario tener talento, siempre acompañado de humildad, porque el exceso de confianza es un grave error. La experiencia siempre es un grado, como también lo es la educación. Hace falta hacer una correcta interpretación del entorno, y para eso hace falta ser analítico y controlar las emociones. También hay que buscar la perfección y ser autocríticos. Perseguir grandes metas y cultivar relaciones sociales también ayudan a que nos valoremos mejor. Finalmente, hay que saber transmitir una imagen segura, acaso el elemento que más influye en nuestra autoestima.

Pero fue en Groelandia donde más cerca estuvo de morir. Una placa de hielo se rompió a sus pies y logró resistir durante 14 horas totalmente empapado en un entorno helado, a menos 25 grados. “La supervivencia es un acto instintivo”, explica el aventurero. “En momentos límite como esos, la única manera de seguir adelante es conservando los nervios”. En su caso, decisiones tan aparentemente simples como hacer ejercicios periódicamente para conservar el calor y quemar porciones de ropa le ayudaron a evitar la hipotermia.

“Había oído hablar de ‘la muerte dulce’, que es como los montañeros llaman a la que te acontece por exceso de frío. Te acurrucas, cierras los ojos y se ha acabado. (...) Pero yo no quería morir, así que luché por mantenerme despierto”, escribe en su libro Superviviente. El miedo bajo control (Now Books). “Para vencer al cansancio, hablaba conmigo mismo, me abofeteaba el rostro e introducía las manos en la nieve. También me provocaba apneas con la intención de mandar un falso estímulo a mi cerebro; al hacerle creer que me estaba ahogando, mi mente enviaba la orden de generar más adrenalina, lo cual renovaba mis energías temporalmente”, relata. Al final consiguió mantenerse vivo hasta que llegaron a rescatarle.

La que vivió fue la situación más extrema. Aunque estuvo a punto de morir, o quizás precisamente por eso, extrajo muchas conclusiones de la vivencia. “En situaciones como esa hay un aprendizaje de cómo funciona tu cuerpo si lo pones al límite”, explica.

Tanto es así que pensó en compartir con los demás el crecimiento personal que se experimenta tras atravesar situaciones extremas. Por eso, además de organizar cursos de supervivencia para profesionales (sobre todo militares, bomberos, policías y montañeros), tras el episodio de Groenlandia decidió también dar el salto al mundo de la empresa. “Salimos con grupos de directivos a vivir experiencias límite. El objetivo es que aprendan a pensar de otra forma, a que encuentren sus propias soluciones a situaciones de riesgo”, indica.

Lógicamente, la vida de sus clientes no corre riesgo en ningún momento. Trabajan en entornos controlados. De hecho, suelen salir con una proporción de un monitor experto por cada dos miembros de la expedición. “Organizamos los viajes a medida, en función de las habilidades que quieran trabajar. Buscamos situaciones complicadas en el submarinismo, montamos simulacros de incendio, simulamos secuestros... Y luego están los viajes al desierto, la jungla o a Groenlandia, experiencias que duran días”, glosa Vico. Ahora mismo está presupuestando una escapada para bucear con tiburones con un grupo de directivos en la que habrá alguna sorpresa.

“Creo que las experiencias que ofrecemos son mejores que el coaching, porque yo no explico nada ni enseño vídeos: directamente hago vivir las cosas, trato de que cada uno encuentre sus propias soluciones. Desplazar a un herido en una montaña o cobijarte en estiércol para no perder el calor corporal no se olvida en la vida”, ilustra este superviviente profesional.

Las enseñanzas para el mundo de la empresa son múltiples. “Vivir situaciones límite te enseña quién eres tú, qué haces y cómo actúas”, resume Vico. En el desierto, como en los negocios, hay que saber valorar cuándo es el momento adecuado para llevar a cabo cada acción. “Si empiezas a andar cuando ya hace calor vas a morir en tres horas. Hay que saber elegir el timing”, señala.

Cargar demasiado la mochila en una expedición puede provocar su fracaso; la ambición es buena, pero hay que controlarla. “Hay que saber cuándo mantener una flota de coches, por ejemplo, es innecesario para tu negocio. En las situaciones límite aprendes a valorar qué es realmente imprescindible y qué no”.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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