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Tribuna
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Romper el laberinto

No se trata de un estéril debate sobre abstención o negación a un Gobierno de Rajoy, sino de reencontrar la identidad

Atrapado en su propio y tenaz laberinto, el Partido Socialista debe encontrar su propio Teseo, su rumbo, un rumbo que le permita, con el hilo de Ariadna, no solo vencer al Minotauro, a la realidad y la zozobra que atenaza al mismo, sino regresar a la centralidad y transversalidad que siempre ocupó como partido en estos años de democracia. Las velas negras no se arrían. Tiempos en estos momentos de incertidumbre, de inacción, de impasse, tiempos donde la socialdemocracia quizás ha muerto de éxito. Consumado el Estado de bienestar social, consumada la extensión de sus logros a la ciudadanía, consumadas las dosis necesarias de libertad y pluralidad, consumada la superación de los viejos cánones y fracturas o cleavages sociales y económicos que dividieron a la sociedad en el pasado, hora es de refundar el socialismo y con él, la socialdemocracia europea.

¿Por qué el Partido Socialista se ha desenganchado de la realidad o por qué no termina de conectar con una sociedad que ha mutado, que ha cambiado generacionalmente y que hoy avizora otras necesidades y tal vez otros valores que no están en las mismas abscisas ni coordenadas que en su momento supo perfilar el PSOE? ¿Cuándo, dónde, cómo y por qué empezó esa desconexión? Una desconexión con la sociedad plural y abierta que las clases trabajadoras y medias, incluso buena parte de esa clase media-alta, alentaron y apoyaron durante tantas décadas al socialismo. Ha resistido mejor en enclaves menos urbanos que en estos, y donde la ecuación estudios-élite ha quebrado definitivamente.

La irrupción de Podemos, en nada comparable al eje Ciudadanos versus Partido Popular, es un fenómeno y una variable clave en este proceso de adelgazamiento y pérdida de votos masivos, más allá de la crisis y de la gestión de esta en los últimos años del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin la presencia de Podemos en el escenario partidista y electoral, quizás hoy estaríamos hablando y asistiendo a otra representación, la del bipartidismo y la alternancia del Gobierno, santo y seña de estos años de transición, santo y seña de aquella restauración decimonónica y tan afín a la mentalidad conservadora española, o cuando menos tradicional.

La sangría de votos, la falta de relato ante la versión oficialista y monotemática del Gobierno y Partido Popular sobre la culpa de la situación de España al Gobierno anterior socialista ha empapado y calado un estado de opinión irreversible. Las cuitas y discrepancias internas, meras cuitas de poder y poltrona, descuidando avivar el debate abierto, la confrontación de ideas –algo huérfano en la vida política y partitocrática española cuando menos–, el replanteamiento de terceras vías que han terminado por herir de muerte o pasividad inerme a la socialdemocracia, el debilitamiento estructural y la confusión de discursos en lo federal y territorial, han generado una coctelera de desazón, pulsión, implosión y ahora mismo, voladura controlada cuando menos.

"Mal hará la gestora si cree que muerto el Minotauro, todo está hecho"

No se trata ya de un estéril debate sobre abstención o negación a un Gobierno de Mariano Rajoy, pues primará el tacticismo, que no oportunismo, de cara a sobrevivir, o creer que con ello se puede sobrevivir a corto plazo. Se trata de reencontrar la identidad, la utilidad, el pragmatismo y la eficiencia de una fuerza política que se ha visto superada por la realidad, por el discurso agresivo pero cercano de otros sin experiencia alguna de gestión ni de gobierno, y por una sociedad posclasista y harta de viejos clichés, adustos comportamientos y vacuidades discursivas de rancias élites que no terminan de conectar, de enganchar y siquiera de hablar un idéntico lenguaje a lo que al calle piensa, testa, habla, sugiere, preocupa y ocupa.

Armar un proyecto que enganche, que vertebre, que ilusione y que conecte de nuevo con la sociedad es el hilo de oro de Ariadna para salir del laberinto y saber muy bien hacia dónde se quiere ir, si a Atenas o a La Moncloa. Por el camino morirá Egeo, fruto de la tristeza y la desesperación, y no arrumbarán a puertos viejos socialistas que no sean capaces de superar la nueva concepción. Lo mismo le sucederá a una socialdemocracia tremendamente debilitada pero aún viva. Saber reposicionarse en el momento y la sociedad actual, saber inyectar ideas, proyectos, acciones útiles para esas sociedades que no vivirán la borrachera de bienestar que hemos conocido, sino que serán corresponsables y contribuyentes en parte a ese mismo desarrollo, saber articular un discurso realista en lo económico y social alejado de vagas teorizaciones y máximos, es el reto del socialismo, más allá de blasonar igualdad, pluralidad, libertad. Es realismo, el que mata o el que enaltece y hace sobrevivir.

Mal hará la gestora si cree que muerto el Minotauro, todo está hecho. Ahora empieza lo difícil. Construir después de la batalla, la desazón, la desilusión y el hartazgo. Sobre cenizas silenciosas. Erigir un nuevo proyecto que ocupe la centralidad.

Abel Veiga es profesor de Derecho Mercantil en Icade.

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