Dos días que cambiaron el mundo (la campaña electoral)
Hillary Clinton descansó dos días para recuperarse de la neumonía y, cuando volvió a hacer campaña, se encontró con que había perdido dos puntos porcentuales en las encuestas frente a Trump. Un punto por día. Así son las campañas electorales norteamericanas: se mueven y evolucionan a velocidad de vértigo. En España, en campaña, los ciudadanos tienen que esperar a que, cada fin de semana, algún medio de comunicación publique una encuesta para saber "cómo va la cosa". En Estados Unidos se publican encuestas a diario. En estos dos días, CBS, Fox y CNN, entre otros medios de comunicación, han publicado encuestas sobre estimación de voto. Clinton "gana" a Trump por 1,8% o, lo que es lo mismo, están empatados. Hay común acuerdo en que, quien tiene la iniciativa en sus manos, ahora, es Trump y quien está a la defensiva es Clinton. Justo lo contrario que hace dos meses, cuando Clinton sacaba a Trump 10% de estimación de voto.
En Norteamérica, los medios de comunicación ponen mucha atención al "hoy y ahora", porque -por contraste con el resto del mundo- en sus campañas electorales, cada día suceden muchas cosas. Lo cual, por cierto, dice mucho de los candidatos: a diario, 5, 6 ó 7 actos electorales. En Europa, un acto de campaña y una aparición en el telediario y ya te has ganado el sueldo. Ser el líder del mundo libre tiene su precio, en forma de desgaste físico y mental. El escrutinio al que los medios someten a los candidatos es…, ¿brutal?
En dos días que Clinton -de los cinco que le prescribió el médico- ha "descansado" han pasado muchas cosas. Sin que Hillary pudiera defenderse, los medios han machacado a la candidata demócrata por decir que la mitad de los partidarios de Trump pueden ser declarados como deplorables. Y, aunque ella se lamentó públicamente de sus declaraciones, de nada sirvió: ya era carne de cañón para los medios.
Mientras, Trump no ha perdido el tiempo. Ha tomado la iniciativa mientras Clinton se recuperaba y ha acortado la distancia que le separaba de ella. Lo más relevante que ha hecho ha sido presentar un plan económico en el que hay dos promesas: crecimiento en PIB del 4% y creación de 24 millones de puestos de trabajo. Cualquiera diría que se ha inspirado en lo que realmente llevó a la práctica Bill Clinton cuando fue presidente (1993-2001) y reitero: la economía crecía al 4% y creó 24 millones de puestos de trabajo de calidad y bien pagados, en gran parte gracias a la inversión en tecnologías de la información, innovación e Internet. El plan económico de Trump tiene un contenido distinto: pone énfasis en la manufactura y en las bajadas de impuestos. Ambas cuestiones le han causado polémica. En el primer caso, le ha valido un enfrentamiento con el CEO de Ford, puesto que esta compañía va a trasladar parte de su producción a México y Trump amenazó a la automovilística con imponerle una tasa del 35% si los coches cruzaban la frontera para ser vendidos en Estados Unidos. Trump acusó a Ford de trasladar empleos de Estados Unidos a México y Ford lo negó. Como siempre, Trump, haciendo amigos.
La cuestión de los impuestos tiene su aquel. Trump no para de hablar de bajadas de impuestos, pero él se niega a hacer públicas sus declaraciones de Hacienda. El 15 de septiembre, su hijo mayor decía que, si su padre hacía públicas sus declaraciones de impuestos, eso le distraería de su mensaje económico. Muchas cejas se levantaron, porque una interpretación posible a las palabras de Trump Junior es que lo que revelarían las declaraciones de Hacienda de su padre sería más noticioso que lo que su padre está diciendo ahora a los medios. En otras palabras, Trump estaría escondiendo algo, al no hacer públicas sus declaraciones de Hacienda. Para desfacer el entuerto, a Trump no se le ha ocurrido otra cosa sino volver a su teoría de la conspiración según la cual el presidente Obama no nació en Estados Unidos, sino en Kenia. Hace falta tener valor, puesto que esta carta ya la jugó en marzo de 2011 y la perdió: primero, el FBI demostró que Obama nació en Hawaii, segundo, Obama hizo pública su partida de nacimiento. Buena parte de ese tomar la iniciativa por parte de Trump, con la colaboración de todos sus hijos -en esto gana a Clinton, que solo tiene una hija; bien es verdad que, hasta ahora, Trump ha estado casado en tres ocasiones y, en todos los casos, sus matrimonios han dado lugar a retoños; Hillary se casó con Bill y ahí siguen los dos junticos cuarenta años después-, es el dar a su campaña un tono positivo. Por ejemplo, ha prometido ayudar económicamente a las madres trabajadoras que se queden embarazadas. Esto va en contra de la ortodoxia republicana, que se ha levantado en armas: ¿quién va a pagar la baja por maternidad? ¿el Estado, el empresario? ¿tendrá el empresario que contratar temporalmente a otra persona para sustituir a la embarazada? La cadena Fox, de derechas y favorable a Trump, ha atacado despiadadamente a Trump por esta promesa electoral. Porque es solo eso, promesa electoral y no realidad. Ivanka Trump decidió cortar en seco a la mitad una entrevista con Cosmo, cuando el periodista le preguntó por las afirmaciones de su padre en 2004 -en entrevista a la cadena NBC-, según las cuales, Trump afirmó que, para un empresario una empleada embarazada es un problema, precisamente, por los mismos motivos por los que sus correligionarios le están friendo a insultos. La realidad es que Trump no parece tener principios, puesto que un día dice una cosa y otro día dice otra, según le interesa. Sobre el aborto ha expresado cinco veces opiniones distintas y contradictorias, por ejemplo.
Es hora de que Clinton tome la iniciativa. Parece claro que tendrá que hacerlo con cuidado, en atención a su salud. Y con un tono positivo, explicando su plan para América, en vez de demonizar a Trump.