¿Es el ‘trumpismo’ el futuro?
En EE UU, vemos el declinar de la influencia religiosa entre los conservadores, reemplazada por un populismo nacionalista
Tras finalizar las convenciones de los partidos republicano y demócrata hemos entrado en una nueva fase de la campaña electoral en EE UU, que sigue marcada por los desatinos y provocaciones constantes de Trump. La gran paradoja es que esta es una elección que podría ser ganada con cierta facilidad por cualquier otro candidato republicano. Las debilidades e impopularidad de la candidata demócrata, Hillary Clinton, así como el flojo crecimiento económico, el estancamiento de los salarios y las crecientes desigualdades proporcionan un contexto favorable para una victoria republicana. Los votantes quieren cambio y quieren echar a los que están en el poder, ya que les responsabilizan de la situación. Recientes estudios de politólogos que han trabajado con modelos sofisticados fiables que consideran variables políticas y económicas para predecir el resultado de elecciones presidenciales en EE UU, como el politólogo de la Universidad de Emory Alan Abramowitz (que ha acertado en todos los resultados de elecciones presidenciales desde 1992) o Ray Fair, de la Universidad de Yale, prevén una victoria del candidato Republicano (el modelo de Abramowitz le da una victoria por dos puntos, y el de Fair, por diez puntos).
Ahora mismo, sin embargo, Trump va detrás en las encuestas por cuatro o cinco puntos de media (la última de CNN da la victoria a Clinton por nueve puntos). La razón parece sencilla: estos modelos fueron construidos para candidatos más tradicionales, con campañas electorales clásicas y que no se salían de las directrices del partido. Pero Trump es un candidato muy diferente, lo que hace cualquier previsión mucho más complicada.
Desde el punto de vista del Colegio Electoral, Trump tiene complicado conseguir los 270 votos necesarios para lograr la victoria. Desde 1992, el candidato demócrata ha ganado de forma consistente una combinación de 18 estados que le daban un suelo de 242 votos del Colegio Electoral. La consecuencia es que para conseguir la victoria, un candidato republicano necesita ganar prácticamente casi todos los otros Estados que están en juego. Y solo una vez en las últimas dos décadas y media, Bush en su reelección en el 2000, lo han conseguido.
"Los votantes quieren cambio y echar a los que están en el poder, al responsabilizarles de la situación"
Con independencia del resultado final de la elección, Trump esta teniendo un impacto innegable en la política de EE UU, y este impacto será duradero (y no solo en la política estadounidense). Por un lado, con su propio comportamiento y sus provocadoras declaraciones esta normalizando posiciones y opiniones anti-inmigrantes, pseudoracistas o misóginas que antes no se manifestaban tan públicamente. Por el otro, ha adoptado posicionamientos que hasta ahora eran marginales en el Partido Republicano y que, gracias a él, se han convertido en corrientes principales.
Los ejes de su campaña: el rechazo a la globalización y al libre comercio, el nacionalismo (“América primero”), la lucha de civilizaciones entre Occidente y el islam, y el ataque a las élites y a los medios de comunicación, ya han forzado a un cambio a otros candidatos (incluyendo a Clinton, que ya ha cambiado su apoyo tradicional al libre comercio), y se están convirtiendo no solo en posturas aceptables sino en corrientes mayoritarias. Sanders, por el lado Demócrata, desde un perspectiva muy diferente y con soluciones a veces opuestas, alimentó su campaña con alguna de esas posiciones y puso en aprietos a Clinton. En Europa tenemos manifestaciones políticas de estas posturas en muchos de nuestros países, y el reciente resultado del brexit es otro ejemplo. Si como se espera, Trump consigue más del 40% de los votos, sería, más allá de su victoria o derrota final, una validación sin precedentes de estas posturas.
Hay que resaltar que sus propuestas no son tan novedosas. Ha habido otros candidatos republicanos populistas como Buchanam en los 90 o Huckabee más recientemente, que defendían posturas similares. La diferencia es que estos lo hacían desde una perspectiva con raíces en la religión y en las guerras culturales. Lo que ahora observamos en EE UU es el declinar de la influencia religiosa entre los conservadores, que está siendo reemplazada por un populismo nacionalista que defiende políticas más nacionalistas, proteccionistas, y contra la inmigración. Lo que los votantes republicanos (y muchos demócratas) quieren hoy no son las recetas conservadoras tradicionales que no les han resuelto los problemas, si no lo que Trump les ofrece.
"La victoria del magnate en las primarias fue la derrota de la ortodoxia tradicional y lleva a realinear la formación"
El éxito de Trump ha sido articular este descontento y capitalizarlo, exponiendo la distancia cada vez mayor entre las recetas republicanas tradicionales y lo que estos votantes quieren. Su victoria en las primarias fue la derrota de esa ortodoxia tradicional y está llevando a un realineamiento dentro del partido. Sanders jugo un papel parecido en el Partido Demócrata, y pese a no conseguir la victoria, ha influido en la plataforma política que el partido adopto en la reciente Convención Demócrata.
Muchos en EE UU y en otros países ven a Trump como un accidente temporal y esperan que con su posible derrota las cosas vuelvan a su cauce. El apoyo que tiene no parece que vaya a ser un fenómeno pasajero. Por el contrario, su éxito esta validando las ideas que él defiende y seguramente dará impulso a similares políticos y partidos en EE UU y en otros países. Ignorar a estos votantes o ser condescendientes hacia ellos (como muchas veces somos) no es la solución. Si queremos contrarrestarles debemos entender las razones y problemas que les han llevado a apoyar estas posiciones y buscar soluciones efectivas para resolverlas.
Sebastián Royo es vicerrector de la Universidad de Suffolk en Boston (EE UU).