Gayoso: “Hemos contribuido a que bajen las tasas de piratería”
El director general de Spotify de España dirige la filial de la plataforma musical que impulsó en el país en 2008
Creció en el popular barrio madrileño de Chamberí y ahora, más de 40 años después, tal y como reconoce, tiene el privilegio de poder trabajar en él. Javier Gayoso (Madrid, 1971) es el director general en España de Spotify, una de las mayores plataformas de música en streaming del mundo, con su sede española muy próxima a la plaza de Olavide.
Esta mezcla musical y tecnológica le apasiona. Sin embargo, enfocó su formación al Derecho, en la escuela Cardenal Cisneros. “Trabajé dos años como abogado, dándole una oportunidad a la profesión, pero no me gustó nada”. Así que decidió reciclarse con un MBA en el IE Business School para comenzar a trabajar en otras empresas hasta que, en 2008, le ofrecieron la oportunidad de sacar adelante el proyecto de Spotify en España.
“Empezamos dos personas en una oficina de negocios, pero en estos años hemos crecido y ya somos 16”. Por eso, allá por 2011 decidieron buscar un espacio más acorde con la compañía. “Buscamos varias oficinas y encontramos estas, en las que estamos realmente a gusto”. Desde una séptima planta divisan todo lo que sucede en la zona, amplia, acristalada y luminosa, situada en el centro del barrio. Varias mesas de trabajo ocupan la mayor parte de la sala, donde también hay hueco para una pequeña cocina con su mesa común y un futbolín para distraerse en las horas de descanso. “Nos gustan los espacios abiertos y las estructuras de trabajo horizontales”.
Tan solo disponen de una sala cerrada, que utilizan para mantener reuniones con los clientes. Aunque, explica, no siempre es necesaria. “Muchas veces la gente prefiere bajarse a comer tortilla con pimientos en uno de los muchos establecimientos de la zona. Es otra de las cosas buenas de este barrio”.
En la entrada de la oficina, un pequeño escenario improvisado recibe a los visitantes, otro de los detalles que han tenido en cuenta para crear su imagen de marca. La mayor parte del tiempo no es más que un elemento decorativo en el que hay un par de guitarras acústicas y una batería eléctrica, pero de vez en cuando ese escenario cobra vida. “Somos una empresa dedicada a la música, por eso decidimos que teníamos que sonar”.
Gayoso cuenta cómo hace dos años compraron un sofá Chester en el madrileño mercadillo de El Rastro, que ahora preside un diminuto, aunque suficiente, espacio en el que una vez al mes, la empresa organiza un concierto. Mueven el futbolín de sitio y despejan la zona para que quepa el mayor número de gente posible. Quizá no es un público muy numeroso, pero sí selecto. “Vienen artistas con una carrera ya consolidada, otros menos conocidos y representantes de empresas y de discográficas”.
La lógica de este modelo de oficina ha sido pensada totalmente por la filial española. La fórmula de los conciertos, en España, funciona realmente bien. “Nos gusta la música, los festivales, salir a tomar algo... Por eso este método, que a lo mejor en Estados Unidos o en Suecia no tendría tanto éxito, aquí funciona”.
Spotify cuenta con cerca de 75 millones de usuarios en todo el mundo y, aunque la empresa no hace público el porcentaje de clientes de cada país, sí explica cómo ha logrado revitalizar la industria de la música. “En cada región en la que operamos estamos contribuyendo a erradicar la piratería”. El problema en España, prosigue, ha sido que en las últimas décadas se ha podido conseguir siempre música de forma gratuita, y es muy difícil hacer ver a la gente que debe pagar por un servicio. “Pero cuando alguien a quien le gusta verdaderamente la música prueba Spotify, comprende que los nueve euros mensuales que cuesta el servicio no es casi dinero. Por eso, donde trabajamos descienden las tasas de piratería”.
Una pulsera por cada recuerdo
En la mesa de trabajo de Javier Gayoso conviven la sencillez y el orden. Solo tiene en ella aquello que necesita para trabajar, que no es más que una gran pantalla de ordenador y unos pocos papeles. Una pequeña planta da un poco de color en un espacio inundado por el tono blanco y, bajo el plasma, guarda varias pulseras de la empresa, una por cada miniconcierto celebrado en la oficina.
El buen ambiente se respira en el lugar. “Intentamos tener una buena relación personal más allá de la profesional. Cuando llega el fin de semana nos preguntamos qué vamos a hacer y dónde vamos a estar por si nos vemos. Es algo de lo que me siento especialmente orgulloso”. Por eso, no es raro que algunos fines de semana el equipo se vea fuera de las oficinas. “De lunes a jueves, eso sí, intento cumplir la norma de no salir por la noche porque, si no, el día después funciono peor”.
Suele entrar al trabajo en torno a las nueve de la mañana y sale sobre las siete de la tarde. No obstante, en la empresa son muy flexibles con el horario. “Muchas noches hay que ir a cenar o a conciertos con los clientes, y eso también forma parte del trabajo”. Por eso, si alguien necesita llegar más tarde tras una ajetreada noche, no hay problema. “Antes teníamos un par de sofás para que alguien pudiese echarse la siesta”.