Millones de formas de esclavizar
El futuro Gobierno de ponerse a trabajar con los agentes sociales para negociar las nuevas condiciones que deben imperar en el mercado laboral
Cuando los candidatos de las diferentes formaciones políticas nos anuncian en esta campaña que van a crear durante los próximos años millones de empleos, siempre me invade la misma duda: ¿son millones de empleos o millones de formas de esclavizar?
Los malos empleos que se han creado a raíz de la aprobación de las reformas laborales no deberían tener esta catalogación, ya que las condiciones de sus contratos y los sueldos míseros que traen aparejados no permiten tener una vida con unos mínimos de dignidad. El ejército de trabajadores pobres que ha generado la nueva normativa laboral tiene que llevar al próximo Ejecutivo que salga de las urnas el 26 de junio a formularse con urgencia, y como primera cuestión, si se puede seguir considerando como puesto de trabajo aquel que no le permite al empleado comer y pagar su casa.
Esta es la realidad a la que nos enfrentamos y en UGT esperamos que más allá de los eslóganes propios de la campaña electoral, exista un compromiso real del futuro Gobierno de ponerse a trabajar con los agentes sociales para negociar las nuevas condiciones que deben imperar en el mercado laboral, y que evidentemente, tienen la obligación de acabar con esta lacra.
En este contexto de alarma y exclusión social que provocan los malos empleos, no ayudan en absoluto las declaraciones del presidente de la Patronal, Juan Rosell, ni tampoco del gobernador del Banco de España, Luis María Linde, pidiendo resignación a la clase trabajadora para afrontar un futuro lleno de inseguridad. Al mismo tiempo que demandan ahondar más en las reformas para que los empleos fijos dejen de serlo. En un ambiente de alta inflamabilidad social, dos cargos públicos de esta naturaleza deberían ser, cuando menos, prudentes.
Cuando leo este tipo de declaraciones, echo de menos aquella época en la que los dirigentes se aplicaban en primera persona las recetas que promovían para los demás. Es poco honesto pedir al trabajador más sacrificios en forma de devaluación salarial, de indemnizaciones y de confianza en el futuro, cuando el que lo dice tiene blindado su despido con millones de euros, además de tener firmadas primas sustanciosas para el momento de su jubilación y cada año ver cómo su poder adquisitivo aumenta significativamente para que él y su familia puedan llevar una vida más que confortable. En el siglo XIX, cuando nació el movimiento obrero, el trabajador tenía una vida mísera, su salario no le daba para alimentar a su familia y sabía que sus hijos tendrían el mismo destino. Las desigualdades y las injusticias sociales trajeron consecuencias terribles en la primera mitad del siglo XX, de las cuales podemos extraer muchas enseñanzas, y con ellas construir la convivencia del siglo XXI.
Casi una década después de que estallara esta crisis, son muchos los riesgos que como sociedad corremos. El sistema, a través de las nuevas normas que ha impuesto, es el que ha provocado la alta irritabilidad social. Es el momento de tener las suficientes alturas de miras como para romper algunas de ellas y volver a la normalidad laboral y democrática en la que hemos convivido en los últimos 40 años. Si no somos capaces entre todos de superarlas, el sistema corre el gran riesgo de saltar. Cualquier observador medio ya se ha dado cuenta que hay demasiados indicadores que nos están avisando de que estamos entrando en esa espiral. Si se persiste en mantener las rígidas recetas económicas, que a estas alturas ya es más que evidente que han sido un fracaso, la indignación no hará más que aumentar.
Los sindicatos de clase tenemos el deber de convencer a los dirigentes de este país de la necesidad de un cambio. A ello nos vamos a poner en cuanto tengamos un nuevo Gobierno porque estamos convencidos de que solo con la estabilidad política que surja de un proyecto compartido entre los agentes sociales, los partidos políticos y la sociedad será posible hacer frente a un futuro incierto que hoy nos amenaza.
Gonzalo Pino Bustos es secretario de Política Sindical Confederal de UGT.