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Tribuna
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Tiempo de elecciones, tiempo de reformas

Las complicaciones sobre Grecia volverán a aflorar y las inquietudes que ello puede generar se dejarán sentir en la deuda

En algo menos de un mes los españoles tendrán que votar de nuevo en unas elecciones generales, sin que las expectativas sean menos inciertas que hace medio año. Se puede argumentar que a España no le ha ido mal teniendo solo un Gobierno en funciones, se ha alcanzado una velocidad de crucero que permitió crecer un 3,2% en 2015 y nuestra previsión es que 2016 se saldará con un crecimiento algo menor (2,7%), pero netamente superior al promedio de la Eurozona, que se está revelando ahora como el gran enfermo de las economías desarrolladas.

Sin embargo, ya no se pueden retrasar por mucho más tiempo las reformas estructurales que debe afrontar nuestro país, fundamentalmente en materia de consolidación de las cuentas públicas, sostenibilidad del sistema de pensiones y el drama del paro, del que hay pocas expectativas de que pueda situarse en el entorno del 14%-15% antes de una década y que afecta actualmente a prácticamente la mitad de la población joven.

En un entorno de fuerte crecimiento, ayudado por el desplome del precio del petróleo y la política de tipos de interés ultralaxos y fuertes inyecciones de liquidez por parte del BCE, España fue incapaz, sin embargo, de cumplir con los compromisos de déficit pactados con Bruselas para 2015 (4,2%), ya de por sí generosos, y la relación entre ingresos y gastos se desvió en casi 56.000 millones de euros. Si parece en estos momentos complicado que el déficit pueda caer por debajo del 3% antes de 2018, ¿qué ocurrirá si lo que hasta ahora han sido vientos de cola para la economía transmutan en vientos de cara?

La excepcional situación de las condiciones de financiación puede invitar a caer en la complacencia. El Tesoro acaba de colocar 400 millones de euros en letras a seis meses a un tipo marginal del -0,26%, las mejores condiciones financieras de su historia, e incluso ha sido capaz de vender 3.000 millones de euros en bonos a 50 años. Pero esta situación no durará siempre. En la medida que el Gobierno pierda credibilidad, los costes de financiación volverán a subir. Mientras que el sector privado ha hecho un enorme esfuerzo de desapalancamiento, hasta el punto de que las empresas españolas, en término medio, están ahorrando más de lo que están invirtiendo. El sector público, en cambio, no ha acometido el mismo proceso: la deuda pública ha escalado hasta el 100% del PIB y el ajuste del déficit está resultando más complejo de lo deseable, lo que abre una brecha de fragilidad en la economía que la hace vulnerable a potenciales shocks externos.

Así, en el plano internacional, las complicaciones sobre Grecia volverán a aflorar, toda vez que el Eurogrupo empieza a asumir públicamente que la deuda del país heleno es impagable y habrá que reestructurarla; las inquietudes que esto pueda generar se dejarán sentir en la deuda española. De igual modo, la onda expansiva de cualquier eventualidad relacionada con el temible brexit, cuyo referéndum prácticamente coincidirá en el tiempo con las elecciones generales, repercutirá negativamente en España.

El crecimiento económico de España, aun teniendo un componente cíclico muy elevado, es una buena noticia que hay que aprovechar. El tejido empresarial español se caracteriza por una presencia de pymes y micropymes (empresas de menos de nueve empleados) superior al promedio europeo. Es preciso avanzar en la búsqueda de empresas de mayor tamaño, que puedan acceder a financiación en mejores condiciones, beneficiarse de economías de escala y ser capaces de competir en un entorno internacional caracterizado por la creciente competitividad, motivada, entre otras cosas, por una tendencia a la baja de los márgenes en los bienes intermedios que impulsan la digitalización tecnológica y el exceso global de capacidad instalada. Estos factores obligan a hacer una apuesta decidida por la generación de productos con alto valor añadido.

En el ámbito doméstico, se necesita buscar puntos de acuerdo que permitan resolver el gran problema de la financiación autonómica, mejorar la eficiencia en la recaudación fiscal e impulsar verdaderas políticas de empleo. No se puede perder de vista el desafío que el envejecimiento de la población supone para el mantenimiento del sistema sanitario y de las pensiones. La tarea es ingente, por eso sería positiva la formación de un Gobierno estable, que garantice la estabilidad de las reglas de juego y asuma sin dilación las tareas pendientes de la economía española.

Santiago Martín es consejero delegado de Axesor.

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