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Tribuna
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La ética, ¿verdugo de los bufetes de abogados?

Hacía muchos años que una firma de abogados no se hacía tan famosa y en un tan corto periodo de tiempo. El dudoso honor de semejante trending topic le ha correspondido a la panameña Mossack Fonseca, bufete que pasará a la historia como símbolo de la evasión fiscal de la élite internacional. Muy a su pesar, y por decirlo de otra manera, se ha erigido en el ejemplo por antonomasia de cómo la ética o, para ser más exactos, su ausencia –aderezada, eso sí, con un poco de tecnología– tumba a todo un bufete internacional. Desapareció la sonrisa del despacho que siempre reía y que presumía de contar con más de 40 oficinas en todo el mundo y más de 500 profesionales en todo el planeta –aunque en su web ahora tan solo hablan del número de profesionales, lo que, cuando menos, es un cambio curioso e incluso podría decirse que muy sospechoso.

Y ya que hablamos de números, mencionemos algunos: más de 11 millones de documentos filtrados, 370 periodistas, 76 países y más de 2,6 terabytes de datos. Para que nos hagamos una idea, un megabyte equivale a unas 870 páginas de texto, si lo multiplicamos por un millón, obtendremos un terabyte. Es decir, cifras descomunales y mareantes. ¿De dónde ha salido toda esa información? Según la BBC, alguien con el cinéfilo pseudónimo de John Doe y cuya identidad aún se desconoce fue el encargado de hacer llegar, mediante archivos encriptados, todos esos datos a Frederik Obermayer, periodista del diario alemán Suddeutsche Zeitung. Y aquí es donde la tecnología, en su vertiente más facilitadora, se convierte en adalid de la ética y logra abrir la caja fuerte de un despacho con casi 40 años de historia.

A nivel de fiscalidad internacional, a pocos se les escapa que todos estos movimientos se enmarcan dentro del estornudo norteamericano contrario a los paraísos fiscales y que contagió, entre otros, a la más cercana a nosotros Banca Privada de Andorra y al aún más cercano Banco Madrid. Sin embargo, y pese a todo, como bien señalaba el prestigioso abogado fiscalista internacional León Fernando del Canto, en un artículo para el diario El País, “nada cambiará tras los papeles de Panamá”.

Eso sí, lo interesante es lo que está sucediendo en el mercado legal panameño. En lugar de la esperada y previsible estampida de clientes hacia otras jurisdicciones más amigables, lo que está sucediendo en Panamá es que los bufetes panameños están incrementando su cifra de negocio, a costa, claro está, de los despojos de Mossack Fonseca.

Ahora bien, según nuestras predicciones, esta tendencia no aguantará más de entre 6 y 12 meses. Pasado ese periodo, se abren muchos interrogantes para el sector legal de un país que cuenta con más de 20.000 abogados para tan solo cuatro millones de habitantes –una de las tasas abogado/habitante más altas del mundo, que se explica por el enorme volumen de cliente internacional que tradicionalmente se ha sentido atraído por la opacidad de esta jurisdicción– y cuyo motor económico es el canal y sus servicios derivados.

Y es que la ética empresarial, concepto que surge a principios de los setenta en Estados Unidos, y muy relacionada con la filosofía de los negocios, no puede, ni debe, considerarse una estrategia. Es un código imperativo de conducta, tanto corporativo como de cada uno de los profesionales de un bufete. Un contrato, en definitiva, firmado entre abogados y la sociedad y por ende, entre abogados y sus grupos de interés (stakeholders), que son aquellos que se encargan de mantener con vida a cualquier empresa. Los despachos de abogados –y las empresas– deben entender que corren tiempos en los que los clientes han aprendido a desconfiar de las marcas y que para recuperar la confianza de sus públicos debe primar la ética por encima de la estética. Toda marca, despacho o empresa está altamente expuesta –en este mundo global e hiperconectado en el que vivimos– y en riesgo continuo. Jamás podrá contar con una buena reputación si no demuestra tener un gran sentido de la responsabilidad, en su significado más amplio.

Ante un escenario en el que la gestión de la reputación se convierte en un eje estratégico clave para generar confianza, la ética debe ser una conducta imprescindible para asegurar el futuro de cualquier organización que aspire a sobrevivir en este convulso y, afortunadamente, cada vez más transparente siglo XXI.

Marc Gericó es managing partner de Gericó Associates.

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