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Tribunal
Tribuna
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Celebremos Europa

Desde el año 1985, tras su aprobación por los Jefes de Estado y de gobierno, se celebra anualmente el Día de Europa, en recuerdo de la Declaración Schuman. El 9 de Mayo de 1950, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, dio el primer paso hacia la integración económica y política de los estados europeos al proponer la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, origen de la actual Unión Europea.

A pesar de ser el único día de conmemoración oficial en la Unión Europea, los festejos organizados por parte de los estados miembros son casi inexistentes y, en cualquier caso, no pueden compararse con los oficiados con motivo de las fiestas nacionales de cada país.

Este hecho es muy significativo porque evidencia el escaso compromiso que la mayoría de estados europeos siente por Europa. La existencia inequívoca de la Unión Europea no es suficientemente conocida y no se refleja en el interés de la ciudadanía, como lo demuestra la casi total ignorancia y el desapego que, año tras año, rodea esta fecha. ¿Qué sucede? ¿La ciudadanía no está interesada por el proyecto europeo? o ¿son los responsables políticos los que restan importancia a su conmemoración? ¿A quién no le interesa la Unión Europea?

No es necesario ser un sociólogo de reconocido prestigio para sospechar que los gobiernos nacionales no ponen mucho empeño en la educación ciudadana para los temas concernientes a Europa. ¿Cuántos gobiernos, o dirigentes políticos, de los 28 Estados miembros informan y recuerdan a la ciudadanía los avances de la legislación europea? ¿Cuántos ciudadanos son conscientes de que el 75% de la legislación, que deben cumplir y que les ampara, tiene procedencia europea y es muy similar en los 28 estados miembros? La respuesta es sencilla: muy pocos.

No debemos extrañarnos de que el ciudadano viva de espaldas al proyecto europeo, pero no por su culpa, sino porque sus representantes políticos no hacen esfuerzo alguno para dar a conocer la realidad europea. Los éxitos son anotados a favor los dirigentes políticos nacionales y los fracasos son achacados a Europa. ¡Así de tramposo y de sencillo!

Actualmente, en el trasfondo de esta situación se vislumbra una actitud egoísta y nacionalista. De este modo, un proyecto exitoso y admirado por el resto del mundo, se está devaluando, deconstruyendo y desvaneciendo.

La deconstrucción empezó, hace unos años, con la cuestión griega como detonante. Jürgen Habermas, veterano filósofo y sociólogo alemán, acusaba a Merkel de subordinar la democracia a la economía. La imagen que se percibía de Europa era la de una Comisión dominada por los intereses de los Estados, sin visión de futuro.

Hoy, de la foto actual europea, una vez arrinconada –pero no superada– la crisis económica, nos avergüenza la negativa de sus Estados miembro a establecer una política solidaria en el Mediterráneo, convertido en cementerio de inmigrantes. Hoy, en la actualidad europea, reina la hipocresía moral. La crisis económica, política y moral es la de una Europa incapaz de revitalizar su ideal.

Mientras las instituciones europeas no sean la expresión de valores y proyectos de solidaridad. Mientras sean el fruto de acuerdos y relaciones de poder entre los estados, celosos de su independencia, negándose a fortalecer su unión, incluso a ceder parte de su soberanía a las instituciones dotadas de poderes políticos de tipo federal, seguiremos revolcándonos en el pantano de las buenas intenciones y teniendo que soportar prácticas cada vez menos eficaces.

Ante el nuevo Día de Europa, hay que insistir en la exigencia de recuperar el proceso de integración; de democratizarlo dando mayor control al Parlamento europeo. Se debe otorgar más poder ejecutivo a la Comisión, porque la opacidad y el secretismo de muchas de las actuaciones de los gobiernos europeos están dando paso a la aparición y a la pujanza de fuerzas populistas y antieuropeas que proponen una visión diferente de Europa. Una visión destructora, situada a años luz de aquella Europa de la segunda mitad del siglo XX que aportó a los países y ciudadanos europeos un bienestar social y económico nunca conocido en Europa. Entonces, los fines eran explícitamente morales, éticos, orientados hacia la paz y la democracia; y la economía era un medio para servir a estos propósitos. ¡Unámonos a la celebración del Día de Europa!

Agustín Ulied es Profesor Departamento de Economía de ESADE Business School & Law. Miembro del Team Europa y del Consell Català del Moviment europeu.

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