Quimera
Se ha convertido la política en una quimera? O tal vez, ¿algunos desean convertirla en tal? Tomamos prestada la palabra esta vez del todavía número dos de Podemos, Iñigo Errejón que así habla para referirse a la quimera que supone, ni siquiera, supondría, un gobierno a tres entre socialistas, podemitas y ciudadanos. Tanto marear la perdiz entre cambalaches varios y simulaciones que al final, el castillo de arena sólo era eso, arena, o tal vez, castillo pero sin arenas ni aguas. Tampoco movedizas. Todo acaba convirtiéndose en percepciones, pero también en manipulaciones. Nadie quiere aparecer como culpable. Pero causas y efectos están ahí. Eso sí, saltándonos a la torera, que no ligera, el presumible mensaje de los electores. Frase esta tan manida como evanescente. Pues no faltan opinadores, que dicen que esa fue y no otra, la intención del electorado el 20 de diciembre pasado. Sí, hace casi 130 días. Verdad, ¡ cómo pasa el tiempo!, fluye, se evapora, queda atrapado en su propia mismidad que no es sino la inmensidad, frente al relativismo superficial del ser humano.
Qué es y qué no quimera en la vida misma podría ser el siguiente interrogante. Incluso, por qué no, España. Para algunos una entelequia, para otros una negación, mas nadie tan genial como Ortega y su polvareda en el camino cuando al galope ha pasado un gran pueblo. Camino. Polvareda. Galope. Pasado. Gran. Pueblo. ¿Qué queda? Pues un gran pueblo a pesar de todo. Sobre todo, o máxime, de los negacionismos. Nadie más negativo que el propio español de a pie empeñado en negarse y fagocitarse, incluso flagelarse, eso sí, en sitial público. Todo lo demás, sencillamente, sobra.
Los partidos, y algunos aprendices de líderes, pero que en verdad ni lo uno ni lo otro, llevan a lo público y la política al escarceo y al esperpento. Lástima. España y cómo no, los ciudadanos, merecemos otra cosa, pero antes la virtud de ser ciudadanos, de ser críticos, de ser analíticos racionales que no funcionales, y tener criterio, ejemplaridad y dignidad. Tal vez solo tenemos lo que nos merecemos y en frente, tienen a la sociedad cainita, quejumbrista y altisonante que hay, que representamos en escena. Sobra resignación y soberbia, y falta mucho sentido común y solidaridad, amén de eficiencia, compromiso, convicción, lealtad y una idea clara, límpida de país. Sobran además decenas de complejas y centenares de acomplejados.
Todo es una quimera, o no. Depende del ojo con que se vea, sea este machadiano o volteriano. Poco hemos aprendido de nuestro pasado, tan rico como perturbador, tan esclarecedor como resignado. Demasiada indolencia acompañada de finas dosis de benevolencia amnésica y anestesiada, incluso, amnistiada. Nada nos hará cambiar. Y en medio, zafarrancho político de contienda y vacuidad. Cálculos no realistas. Distorsión en suma de una realidad ya distorsionada por poderes, lobbys y contrapresos mediáticos. Sordina y silencio, ceguera propia y ajena. Mientras la corrupción como adn ibérico, sonrojante y desquiciante. Pero aquí, en este yermo de vanidades no pasa nada, nunca pasa nada, hasta que el hartazgo y la pestilencia acaban nadando entre náusea y desprecio.
Quimera sí, pero nadie se baja de la burra, burra vieja que no mula, por esos campos de Castilla agonizantes y aquellos fueros y desafueros que juegan a ser víctima de España y de Madrid. Quizás no merecemos otra cosa. Quizás sí. Y si en estas andamos, y se nos anuncia ora la imposibilidad de gobernar, ora el mandato de las urnas, que leemos según nos conviene, también a los partidos, pues el interpretar hermenéuticamente es libre y gracioso, no oneroso, en tanto liberalidad interesada, volveremos a las urnas. Hay quién de reojo tímido, porque sólo abre el ceño arqueado al viento y rugosa piel dice que la izquierda pactará. Con estos mimbres y estas declaraciones un dislate mayor que la imposibilidad manifiesta de gobernar sin programa, o prestado por los intereses espurios de cerrar algo antes del 2 de mayo. Y si a elecciones vamos, cuidado con la abstención, pues hartura no es sinónimo de finura. Y cansancio, hartazgo hay y mucha ahora misma. Que nadie dude de que la arrogancia como la pasividad serán penalizadas en unas nuevas elecciones y entre ellas la opción morada. No hace falta ser politólogo ni analista del comportamiento electoral. Basta oír a la calle, que a veces es sabia, otras, bruta. Pero así somos. Ni mejor ni peor. Solo el hombre tropieza dos y tres, o cuantas veces más haga falta. Es el sino, tal vez amargo de nuestros tiempos. Quién dijo quimera? Un tal Errejón. Pues entonces coherencia y consecuencia. El resto, cinismo y mentira. Y en la pira, no solo arden las vanidades, también las soflamas y sobreactuaciones, y en ese partido ha habido muchas las últimas semanas. Cuecen habas y en mi casa, caldeiradas.
Abel Veiga es Profesor de Derecho Mercantil en Icade