El caso Soria y la ejemplaridad
No es exactamente una dimisión, porque estaba en funciones. La de José Manuel Soria, ministro de Industria, es una renuncia y un abandono de la política, la única salida posible a la polémica desatada en torno a él. Soria cometió dos pecados imborrables. El primero, invertir en paraísos fiscales. Esto no es necesariamente un delito, pero contraviene la elemental ética política: los miembros del Gobierno que fija y cobra los impuestos no pueden ser quienes eludan sus obligaciones. El segundo pecado, el que sentenció su suerte: no decir la verdad. Las explicaciones dadas el día en que se conoció su relación con los papeles de Panamá se vinieron abajo al aparecer documentos con su firma de puño y letra. Su afirmación de que nunca tuvo “acciones, ni participación, ni ningún cargo de dirección” en la sociedad UK Lines se demostró falsa.
Abandonado por sus compañeros de Gabinete y del PP, tras su defensa inicial, Soria no tenía otra opción que apartarse. Al equipo de Rajoy, que estos años se ha visto relacionado con demasiados escándalos, el caso le viene en el peor momento, con elecciones a la vista. Este partido requiere una regeneración inaplazable. Y toda la clase política debe sentirse obligada, como nunca antes, a la ejemplaridad. A cumplirla y no solo a aparentarla.