Cómo bajar el consumo de energía en una fábrica
Reducir la potencia contratada, pasarse a led y evitar las pérdidas de tensión ayudan a ganar eficiencia y no comportan grandes inversiones.
Negarra recibió a mediados de marzo pasado el Premio a la Eficiencia Energética de Endesa. Es la primera de 12 pymes que recibirán este reconocimiento a lo largo del año durante las conferencias Impulsando Pymes. El galardón recompensa el esfuerzo de compañías que han tomado medidas para reducir su consumo de energía.
La experiencia de Negarra, una empresa familiar de 95 empleados con sede en Yurre (Vizcaya), puede servir de ejemplo a otras pymes interesadas en bajar su factura eléctrica. La compañía fabrica chimeneas, termos eléctricos y conductos de evacuación. Por el tipo de productos que elabora, está sujeta a las directivas europeas sobre diseño ecológico y etiquetado energético publicadas en 2009 y 2010, respectivamente.
El espíritu de esta normativa es que si un artefacto es eficiente, su fabricación también tiene que serlo. Para cumplir con ella y certificar que sus nuevos termos eléctricos consumen poca energía, el fabricante vasco se ha visto en la necesidad de trabajar para reducir sus emisiones de CO2.
Entre agosto y octubre del año pasado prescindió del 28% de sus 1.800 luminarias de vapor de mercurio y sustituyó el 72% restante por led. Con esta medida, ha conseguido un ahorro mensual en su consumo de luz del 78%. Negarra, que en 2015 facturó 13 millones de euros, invirtió en el cambio de fluorescentes 100.000. La firma contó con una ayuda del Ente Vasco de la Energía (EVE), que cubrió el 18% del importe. Restando esta ayuda, espera recuperar la inversión en año y medio.
Negarra consiguió un ahorro del 15% en su factura adecuando la potencia contratada a su demanda real
Ahora está estudiando recuperar el calor residual generado por el horno de esmaltado de los calderines de los termos para usarlo en los hornos de polimerización de los envolventes de termos y conductos. “Con esta medida podríamos reducir nuestro consumo de gas en un 25%”, indica Artur Nores, responsable técnico de Negarra.
El calor se derivaría de un horno a otro a través de unos intercambiadores de aceite cuya compra e instalación cuesta unos 250.000 euros, de los cuales el EVE podría subvencionar hasta el 30%. “Es un proyecto llave en mano en el que nos está asesorando Endesa y que pondremos en marcha a lo largo de este año”, comenta Nores, quien estima que la inversión se amortizaría en un máximo de tres años. “Es el límite que nos marcamos siempre. Si pasa de ahí, descartamos el proyecto”, subraya.
La empresa también evalúa sustituir las cubiertas traslúcidas por otras de policarbonato que sean totalmente transparentes, a fin de aprovechar mejor las horas de luz natural. La inversión rondaría los 5.000 euros y el beneficio dependería de las horas de luz artificial que logren ahorrarse.
Pero de todas las medidas que ha tomado Negarra, hay una que no ha costado nada y ha tenido un impacto inmediato. En marzo pasado, la empresa redujo la potencia contratada en un 40%. “Como esta representa el 30% del gasto fijo, si la bajamos a la mitad, esta parte de la factura se reduce en un 50% y el total, en un 15%”, afirma Nores.
La potencia contratada es la cantidad de kilovatios que el usuario tiene convenidos con la distribuidora para su uso en una vivienda, oficina o fábrica. Es, efectivamente, un gasto fijo –junto con el alquiler del contador, el servicio de mantenimiento y los impuestos– y se determina estimando la cantidad de kilovatios que harían falta si todos los electrodomésticos de una casa o todas las máquinas de una factoría funcionaran a la vez.
El problema es que muchas empresas tienen contratados más kilovatios de los que realmente consumen. Según un estudio de Endesa, el 60% de las pymes podría ahorrar entre 500 y más de 2.000 euros al año si ajustara esta cantidad a sus necesidades reales. Nores explica que decidieron rebajar la potencia porque esta venía de hace tres años, cuando la carga de trabajo era mayor. “Hacíamos tres turnos y las máquinas que teníamos eran menos eficientes. Hoy no consumimos lo mismo”, señala.
Por ley, las distribuidoras están obligadas a atender los pedidos de modificación de tarifa y potencia contratada, si bien al consumidor que haya cambiado voluntariamente algunas de estas condiciones podrá negársele pasar a otra mientras no hayan transcurrido, como mínimo, 12 meses; excepto si se produce alguna variación en la estructura tarifaria que le afecte.
“Un cliente puede solicitar tantas subidas de potencia como considere al año, pero el que pide una reducción, debe esperar 12 meses antes de poder realizar otro cambio, ya sea ampliación o reducción”, aclara Remigio Abad, director de marketing de empresas de Endesa. El ajuste es gratuito, salvo que se requiera cambiar el interruptor, lo que puede costar unos 10 euros.
Hay otro elemento que repercute en la factura y muchas pymes pasan por alto:la energía reactiva. Se trata de la energía que motores y transformadores absorben y devuelven constantemente a la instalación para poder funcionar. No solo no produce trabajo útil, sino que al revertir a la red, entorpece el paso de la electricidad a través de los cables, provoca caídas de tensión y disipa el calor.
En suma, es un gasto extra de energía que no se aprovecha. “Haciendo un símil con internet, digamos que ocupa ancho de banda”, expresa Joaquim Daura, responsable del departamento de servicios de energía y sostenibilidad de Schneider Electric.
El experto sostiene que controlar su consumo es importante para evitar fallos en los cables eléctricos y porque, en algunos casos, puede llegar a suponer el 30% del importe total de la factura, a lo que deben añadirse posibles penalizaciones si se sobrepasan ciertos niveles y se gasta más energía reactiva que activa (aquella que sí produce luz, calor y movimiento mecánico).
¿Cómo controlarla? La única forma es instalar baterías de condensadores. Estos equipos igualan la cantidad de kilovares/hora (unidad de medida de la energía reactiva) que revierten los motores, anulando sus efectos perniciosos. Schneider Electric, que fabrica estos aparatos, señala que su coste varía dependiendo de la tensión y potencia instalada. “Para una instalación sencilla de media tensión, está disponible desde 1.500 euros, incluyendo la colocación”, precisa.
A pesar de que el monto es asequible y de que, según Daura, la inversión tarda en recuperarse entre seis meses y un año y medio, el estudio de Endesa muestra que el 78% de las pymes no dispone de baterías de condensadores. Daura, sin embargo, discrepa con esta cifra. “Una gran mayoría las conoce y tiene instaladas. En los últimos años se ha hecho muchísima labor didáctica”, mantiene.
Además de subvenciones autonómicas como las del EVE, el IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) dispone de una línea de ayuda para pymes del sector industrial que deseen implementar medidas de ahorro energético. El programa, dotado con 115,2 millones de euros, cubre hasta el 30% de la inversión.
En una reciente conferencia organizada por Aesmide, Francisca Rivero, jefa de coordinación y apoyo a la eficiencia energética de IDAE, informó de que desde su creación, hace casi un año, la línea ha recibido 534 solicitudes, que suponen el 92% del presupuesto, aunque hasta marzo pasado solo se habían aprobado más de 100. Las ayudas pueden solicitarse hasta el 5 de mayo entrante.
Programar la calefacción y apagar las luces con el móvil
Hay prácticas que generan ahorro y no implican ningún desembolso. Un ejemplo sencillo es cambiar las consignas de temperatura de acuerdo con la estación. “Podemos ahorrar mucho dinero por el simple hecho de acordarnos de que en primavera u otoño debemos cambiar la climatización”, recuerda Joaquim Daura, de Schneider Electric. Añade otro ejemplo: solo no consume aquello que está apagado o parado. Todo aquello que está en stand by (en reposo o espera) gasta mucho. Así que fíjese si la lucecita roja está encendida.
En los últimos años han aparecido sistemas que ayudan a controlar el consumo de electricidad. El de Wattio es uno de ellos. Esta startup de San Sebastián lanzó en 2014 una serie de dispositivos integrados a una interfaz web y móvil para el control a distancia de los electrodomésticos, las luces y la calefacción en una vivienda, oficina o comercio. La gama consta de un monitor de corriente, un enchufe y un termostato inteligentes.
El monitor se coloca en el cuadro eléctrico y permite hacer seguimiento al consumo de la casa o establecimiento en tiempo real, compararlo con el de otros pisos o locales, obtener series históricas y recibir alarmas en caso de apagones o anomalías. El enchufe sirve para medir el consumo del aparato que esté conectado a él, configurar calendarios de encendido y apagado y desactivar los modos de espera, que según Wattio pueden suponer hasta el 10% de la factura. El termostato también es programable y puede controlarse desde el móvil.
Para funcionar, los tres requieren estar conectados a una centralita domótica. Al comunicar los dispositivos entre sí y con la aplicación, esta pantallita es el cerebro del sistema. Permite, además, que el servicio continúe incluso sin internet.
Wattio vende los artilugios en paquetes de tres o cuatro porque combinados es cuando rinden más. “Se puede empezar desde 160 euros. Son inalámbricos y el propio usuario puede ir instalándolos de forma modular”, informa Telmo Sexmilo, director financiero de la empresa. Aclara que Wattio no cobra una mensualidad por uso: su negocio es la venta de los gadgets. Si bien el grueso de sus 2.000 usuarios activos son particulares, entre ellos también hay pequeños comercios, especialmente farmacias.