Héroes y villanos de Panamá
Que Batman luche contra Superman es una prueba de que los tiempos están cambiando. ¿Héroe o villano? No sabemos todavía quién ha divulgado la información, pero sí nos podemos imaginar qué consecuencias tendrá. Apropiarse de documentación ajena siempre debería ser un hecho censurable. ¿Dónde está la confidencialidad y la protección de los datos, incluso en Panamá? Pero si el objetivo es divulgar el uso y el abuso de las normas tributarias, la culpabilidad se atenúa, incluso se perdona.
La aparición de los llamados papeles de Panamá ha abierto de nuevo una herida que no acaba de curarse. La utilización de los paraísos fiscales y de las sociedades offshore con el fin de ocultar patrimonios choca frontalmente contra la normalización de las relaciones fiscales entre los distintos Estados. Panamá –calificado como paraíso fiscal por España desde el año 1991– firmó un convenio para evitar la doble imposición que entró en vigor en 2011 y, por lo tanto, dejó de formar parte de la lista negra. La presencia de un convenio para evitar la doble imposición implica inevitablemente un acercamiento de dos soberanías fiscales y el objetivo no es solo evitar la doble imposición sino favorecer y fomentar sus mutuas relaciones económicas. ¿Qué mal existe en tener una sociedad constituida en este país caribeño? A priori, ninguno, pero ya sabemos que un arma no se dispara si alguien no aprieta el gatillo. Mientras haya ánimo defraudador por parte de algunas personas o empresas, siempre existirá un territorio fiscalmente más favorable donde localizar el patrimonio opaco.
El lobo parecía haberse vestido de caperucita y Panamá tiene la oportunidad histórica de probar que todas las modificaciones normativas introducidas la sitúan en un ámbito de igualdad con el resto de países. Intercambiar información tributaria y colaborar con el resto de Administraciones tributarias involucradas debe ser un objetivo prioritario. Dejar de ser calificado como paraíso fiscal implica la asunción de esta responsabilidad. El bufete panameño implicado ofrecía entre sus servicios la constitución y mantenimiento de sociedades offshore. Estas sociedades están normalmente domiciliadas en paraísos fiscales, no realizan una actividad económica real y se benefician de un régimen tributario extremadamente atractivo y viven plácidamente bajo el paraguas de un secreto bancario que les garantiza que sus vergüenzas no saldrán a la luz. El objetivo está claro: defraudar a Hacienda mediante la deslocalización y la ocultación de un patrimonio.
La lucha no tiene que ser únicamente contra los paraísos fiscales. Tomar medidas contra dichos territorios tiene que ir acompañada necesariamente de una lucha interna de cada uno de los Estados contra sus propios defraudadores. Culpar al prójimo de la propia culpa no es legítimo.
La Agencia Tributaria ha realizado una actividad loable en la lucha contra la defraudación fiscal, pero faltan medios y ganas de atacar el problema de raíz. Quien evade o defrauda está erosionando el sostenimiento del gasto público y traslada el problema a los contribuyentes que no pueden o no desean escapar del control fiscal y pagan religiosamente sus impuestos. Hacienda tiene el deber de investigar a fondo los papeles y –preservando la presunción de inocencia– erradicar aquellas conductas fiscalmente inmorales. La crisis económica ha calado hondo en nuestra sociedad y los contribuyentes que realmente sostienen el gasto público del país no toleran más estas conductas defraudadoras e insolidarias. Que se conozcan quienes deslocalizan su patrimonio para ocultarlo de su Administración tributaria es una buena noticia. Es la esperanza de que las cosas están realmente cambiando.
El problema no es local sino global. Que se hagan públicas estas conductas aporta luz y abre la puerta a pensar que luchar contra los paraísos fiscales no es estéril. La presión fiscal debe recaer justamente sobre la capacidad económica de los contribuyentes, de acuerdo con un sistema tributario justo y progresivo. Romper la dinámica de pensar que siempre son los mismos los que acaban pagando los platos rotos es bueno. Héroe o villano, sea quien sea, ha abierto las ventanas de una nueva primavera fiscal.
Guillem Domingo es Profesor de Economía de la UOC, premio El Talento Emprendedor 2016