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España no puede permitirse más incertidumbre política

Hay muchas diferencias entre España y Bélgica. Somos la decimotercera economía mundial por tamaño del PIB, la quinta de la UE y la cuarta de la eurozona. Además de sectores agrícola y pesquero de los más potentes de Europa, nuestras principales exportaciones -- que se han disparado gracias a las reformas – son vehículos, maquinaria, bienes de equipo y productos químicos. Contamos con multinacionales líderes en muchos sectores, como telecomunicaciones, TIC, hostelería, construcción y gestión de infraestructuras, biomedicina, productos alimentarios. Nos han convertido en el segundo inversor en América Latina y noveno en Estados Unidos. Nuestras PYMES se estrecharon el cinturón a raíz de la crisis y ahora exportan más productos a más destinos. Somos la tercera potencia mundial en turismo, superando cada año el número de visitantes (más de 63 millones). En 2015, después de implementar las reformas estructurales que los gobiernos de Zatapero no adoptaron, el sacrificio de la población española y valentía del gobierno nos permitieron crecer un 3,2%, una de las tasas más altas entre todos los países desarrollados del mundo y superior a la de todos los miembros del G7 y nuestros principales socios de la UE. Superamos el crecimiento que ya conseguimos en 2014 y generamos más de medio millón de empleos. Además del sector exterior, la inversión, el sector inmobiliario y el consumo interno actuaban de motores de nuestra economía. En el último trimestre de 2015, la economía española aumentó a un ritmo anual del 3,5%. Desgraciadamente, el Parlamento surgido de las elecciones del 20 de diciembre no permitió la formación de un nuevo gobierno de centro-derecha reformista. La famosa prima de riesgo se encuentra en aproximadamente 130 puntos, y los inversores compran nuestra deuda a diez años a un interés inferior (1,42%) al que exigen a Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Corea. Pero esta estabilidad en parte se debe a que la crisis de los países emergentes ha provocado que los activos en monedas de países avanzados (como los bonos) se conviertan en valores refugio. Los inversores tienen incluso que pagar por prestar dinero a Japón. Desde hace más de tres meses tenemos un gobierno en funciones, que ha seguido cumpliendo con su deber pero que evidentemente no puede legislar como lo haría si un presidente del gobierno hubiera sido investido. La incertidumbre política no nos ha perjudicado demasiado hasta ahora. Pero hemos tenido suerte. La Reserva Federal sólo ha subido los tipos de interés en una ocasión, lo que ha frenado la salida de capitales de países emergentes. Cuando la Fed incremente los tipos nuevamente este año encarecerá nuestras importaciones, entre ellas las de petróleo y gas natural. Se puede agudizar la crisis de los países emergentes. Brasil padece su peor crisis económica desde los años 30 del siglo pasado, y su gobierno está en caída libre debido al escándalo de Petrobrás. Desgraciadamente, la crisis de muchos emergentes se agudizará porque muchos dependen excesivamente de la exportación de hidrocarburos y materias primas, cuya demanda continua descendiendo debido a la brusca desaceleración de la economía china. Los tipos de interés y precios de hidrocarburos y materias primas históricamente bajos tienen sus ventajas. La inflación es mínima, con el consecuente beneficio para los consumidores, y los tipos muy reducidos fomentan la inversión y evitan una apreciación del euro que perjudicaría nuestras exportaciones. Pero unos emergentes debilitados absorberán menos inversión y exportaciones españolas. En los últimos meses la proporción del consumo en nuestro PIB aumenta y las exportaciones se han estancado. Y además de todas estas consideraciones económicas, desgraciadamente los ataques terroristas contra objetivos occidentales generan cierto comprensible temor entre la población. Todos los analistas han destacado que las fuerzas policiales y servicios de inteligencia belgas están desbordados. Cometieron errores graves al ignorar la presencia de terroristas en Bruselas que estaban en listas de vigilancia de Turquía y otros países. No quisiera ofender a nuestros amigos belgas en estos momentos delicados. Pero es evidente que la disfuncionalidad generada por la tensión permanente entre flamencos y valones perjudica la eficiciencia de sus instituciones. Bélgica en una ocasión tuvo un gobierno en funciones durante casi un año. España no se puede permitir ni más incertidumbre ni un gobierno encabezado por un socialista radical apoyado por un principiante político, los comunistas de Izquierda Unida y partidos nacionalistas diversos. Y dicho gobierno inestable tendría una mayoría gracias a la abstención de Podemos, un grupo neocomunista financiado en el pasado por Hugo Chávez, que albergó y financió a distintos grupos terroristas. Sánchez, Rivera e Iglesias evidentemente no mantendrán el rumbo fijado por el anterior gobierno. Y no nos protegerán de la amenaza terrorista.

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