La salud como inversión polivalente
El negocio de la salud en el mundo no ha dejado nunca de crecer, ni siquiera durante los duros años de la crisis financiera y económica. Ni los Gobiernos ni los particulares tienen ningún argumento para reducir los gastos en prevención y atención sanitaria, y la demanda de servicios de salud, en condiciones normales, crecerán siempre a una velocidad superior a la que lo hace la riqueza en el mundo; la incorpración de colectivos muy numerosos a estándares de riqueza medios y altos (China, India, Brasil, etc.), como por el imparable envejecimiento de la población en los países demográficamente más maduros, especialmente los europeos, serán siempre un factor que activará el crecimiento del gasto.
Una prueba evidente de esto es el volumen de operaciones corporativas entre las empresas farmacéuticas en los últimos años. En 2015 se batieron todos los récords, con operaciones cerradas por valor de casi 268.000 millones de euros, y con el inicio de otras por valor de 315.000 millones adicionales. Nada menos que 616 transaciones tiene identificadas KPMG en un sector que agrupa a las farmacéuticas, las empresas biotecnológicas y las dedicadas a la tecnología sanitaria durante el año pasado. Un movimiento que en absoluto ha culminado, y que se reproducirá también este año y los siguientes, a no ser que se produzcan cambios bruscos en la normativa de los Gobiernos, especialmente en la regulación de las patentes. Todo ello convierte a la inversión en estas actividades en una de las más anticíclicas del mercado, casi en valores refugio ante las sacudidas de los mercados. De hecho, tanto en EE UU como en Europa o Asia, los índices que miden las cotizaciones de este tipo de corporaciones han tenido desempeño más positivo que los índices generales.
Pero las actividades sanitarias, de indiscutible relevancia social, son también un campo abonado para la inversión en empresas de crecimiento, en las que el riesgo es más elevado, pero con posibilidades ciertas de revalorizaciones muy suculentas si la experimentación de los pequeños laboratorios biotecnológicos tiene éxito. Y precisamente en esa franza del mercado en la que se alojan las empresas de pequeño tamaño, muchas de ellas ligadas a las universidades, donde más dinamismo existe en la investigación contra la enfermedad. Por ello la inversión en ese tipo de compañías, la financiación de ese tipo de proyectos en la búsqueda de nuevas soluciones farmacológicas, supone asumir un riesgo superior pero también puede alcanzar elevados retornos.
Los inversores pueden aprovechar también en su inversión la circunstancia, especialmente presente en España, de que los pequeños laboratorios siempre están en el radar de los grandes para adquirir sus productos y sus patentes, lo que proporciona un plus de rentabilidad a sus accionistas.