El pacto británico con los bancos
Puede que la decisión de HSBC de no abandonar Londres tenga algo que ver con el hecho de que Reino Unido se haya vuelto más amable para los bancos desde la elección de un gobierno conservador mayoritario en mayo pasado. La gran pregunta es si hay una lógica sombría tras esa dulzura.
Entre la crisis financiera de 2008 y las elecciones de 2015, el sector bancario se convirtió en una diana política –por una buena razón–. Después de que los contribuyentes británicos gastaran 65.000 millones de libras (unos 84.300 millones de euros) en el rescate de Royal Bank of Scotland y Lloyds Banking Group, hubo un movimiento regulatorio y político para evitar que la situación se repitiera. Los bancos han pagado miles de millones de libras en multas por ventas abusivas y malas conductas y, hasta mayo, los políticos –incluido el ministro de Finanzas George Osborne– parecían preocupados por que pagaran más impuestos y acumularan más capital.
Entre la crisis financiera de 2008 y las elecciones de 2015 en Reino Unido, la banca se convirtió en una diana política
La relajación posterior en el tono se ha logrado de una forma ingeniosa. El gravamen de Reino Unido sobre los balances de los bancos mundiales se ha moderado para ayudar a las entidades en rápida expansión como HSBC, que anteriormente pagaban impuestos sobre sus balances globales. Sin embargo, las tasas del impuesto de sociedades a los bancos han aumentado.
Puede que Reino Unido sea demasiado suave en algunos aspectos. El académico John Vickers, que presidió una comisión bancaria en 2011 abogando por que las divisiones minoristas de los bancos británicos quedaran delimitadas con colchones de capital del 3%, está furioso porque que el nivel real es del 0,5%. El riesgo es que el Banco de Inglaterra tenga demasiada fe en que los reguladores globales trabajen juntos para evitar de forma segura una quiebra bancaria. Con el tiempo, puede que las elecciones de 2015 sean vistas como un punto de inflexión, y no en el buen sentido.
Los banqueros todavía realizan una función muy útil: el pago de impuestos. La idea de que una salida de HSBC llevaría a que 22,9 millones de libras de impuestos para Reino Unido le siguieran es claramente poco deseable. Pero cualquiera que intente reequilibrar la economía británica tiene que tener una buena idea que lo reemplace.