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Participaron 500 personas

Universidad y empresa se encuentran en el Global ImasT

De izquierda a derecha, Sonia Marzo (Microsoft), Marcos Cabezón (director del Global ImasT) e Iker Marcaide, en la Universidad Complutense de Madrid.
De izquierda a derecha, Sonia Marzo (Microsoft), Marcos Cabezón (director del Global ImasT) e Iker Marcaide, en la Universidad Complutense de Madrid.

Unas 500 personas participaron hace una semanas en el Global ImasT, el mayor evento de España de transferencia de tecnología, celebrado a la vez en siete universidades y centros de investigación de Madrid, Comunidad Valenciana y Cantabria.

Raúl Mata, presidente de eGauss Business Holding, organizador del evento, ha dado la bienvenida a los participantes desde la Universidad de Cantabria, en Santander. “En cuestión de transferencia”, ha dicho, “vamos con retraso respecto a otros países, sobre todo el Reino Unido. Pero yo llevo defendiendo desde hace unos años que la investigación en España cuando es buena, es excepcionalmente buena, mejor que en universidades fuera de España”.

La ponencia de apertura la ha pronunciado el jurista Antonio Garrigues Walker, presidente de honor del despacho de abogados Garrigues y de Acnur Comité Español, entre otros muchos cargos. “Vamos poco a poco a una sociedad envejecida, en concreto en España, y se puede decir que eso da mucha experiencia, pero no se forma parte de la sociedad vida, la sociedad digital. Vamos a un mundo en el que la ciencia y la tecnología van a ser las claves del desarrollo, ya lo están siendo”.

En España, ha dicho, no se aplica la máxima anglosajona de que “lo que se mide mejora, lo que no se mide no mejora. No medimos, y si lo hacemos no es de la manera correcta. No hay universidades españolas entre las primeras del mundo, se dice, y a lo mejor es verdad, pero quizás es completamente falso. Las universidades no dedican tiempo y dinero a investigar por qué no están en los ránkings y a conseguirlo, a diferencia de escuelas de negocio como el IESE, Esade o IE Business School, que tienen a varias personas dedicada a ello, como nuestro propio despacho”.

Sobre si en la universidad se enseñan conocimientos obsoletos, ha señalado que, por ejemplo, “hay centros que dedican poco tiempo al derecho europeo, sin darse cuenta de que es de aplicación directa”. Actualizarse, ha dicho, no es cosa solo de las universidades, sino de todos los estamentos profesionales y sociales. “El mundo latino, desde el punto de vista de la innovación, tiene unas perezas muy fuertes, que son miedos al cambio, al riesgo, a diferencia del mundo anglosajón”.

 Por ejemplo, ha señalado, “la población activa en EE.UU se mantiene porque las mujeres tienen 2,1 hijos de media, mientras que en España son 1,2. La mujer ha decidido que no le corresponde tener hijos, y que quiere desarrollar su carrera profesional. Hay que favorecer que pueda compaginarlo. Si no, se la coloca en la miseria de elegir entre tener hijos o la carrera profesional, y en ese caso va a elegir la carrera profesional”.

 “En EE.UU. la moda es que un chico que entra en una universidad tecnológica tiene que demostrar que tiene una empresa tecnológica, por pequeña que sea. Y los profesores invierten en ellas. En España y el mundo latino ese tipo de mentalidad se está generando, pero poco. Ya no podemos fallar, y si la universidad no recoge ese reto, que tiene la obligación de recogerlo, el mundo de la innovación se desplazará de la universidad”.

Recordando el “Que inventen ellos” de Unamuno a Ortega, el “no hay que meterse en camisa de once varas, porque al final la luz que inventan los otros también nos ilumina a nosotros”, ha dicho: “Es que hay que meterse en camisa de once varas.”

No puede ser, ha dicho, que los jóvenes estén en casa de sus padres hasta los 30 años, “haciéndoles su madre la comida que les gusta. Tienen que someterse a la calle. En EE.UU. La primera obligacón es salir a los 18 años, esté como esté, y además a otro estado”. Las grandes invenciones tecnológicas estadounidenses, ha recordado, las hizo gente de entre 20 y 22 años. “Habrá que recordarles a los jóvenes que tenemos mucha fe en ellos”.

“Todo va a ser permanentemente volátil. Dentro de nada el teléfono móvil no va a existir. El coche que se autoconduce creíamos que no se iba a producir, y ahí está. Se producirán dilemas morales: el coche tendrá que elegir, en algún caso, entre chocar con un camión o atropellar a un peatón. En temas científicos se ha producido una fractura. En lo cuántico, por ejemplo. La gente no lo entiende, yo no lo entiendo. La sociedad, los políticos, tendrán que hacer un esfuerzo”.

Si el mundo jurídico quiere hacer un cambio en la sociedad, ha dicho Garrigues, “tiene que conocer por dónde va la ciencia. No dirigirla, ni controlarla, pero sí saber por dónde va. ¿Se clonarán humanos? Habrá que cambiar el Código Civil entero”.

En España, lamenta, “tenemos cierta tendencia a inventar lo inventado. Hay que copiar lo inventado, y a partir de ahí crear, como China o Japón. No detecto curiosidad intelectual, que es la que lleva a hacer cosas”.

Se trata, explica, de combinar la curiosidad con la resiliencia el ser humano, su capacidad de superación y pervivencia, la que le lleva a amar igual que hace 500 años, a absorber todo lo nuevo de la manera más natural. “La tendencia al confort, el miedo al cambio, es realmente tremenda. Pero tengo fe, y no por transmitir optimismo, sino porque estoy seguro de que el mundo latino, y en concreto España, tiene una capacidad de adaptación maravillosa”.

Y ha concluido bromeando: “Creo que he hecho lo que se hace en estos seminarios, no aclarar las cosas, sino incrementar el nivel de confusión. Tengo 81 años y o digo lo que pienso, o callo para siempre. Eso sí, quiero llegar a los 110 o 120”.

Garrigues ha dado su charla en la Universidad Complutense de Madrid, donde también ha estado José Manuel Leceta, ex director del Instituto Europeo de Tecnología (EIT) y ahora director del Insight Foresight Institute, con sede en Madrid. “Para innovar hay que ser humildes”, ha comenzado. “No existe una ciencia de cómo diseñar innovación y conocimiento con éxito, solo aproximaciones, modelos, hay que probar. Lo bueno es que con la práctica uno se desarrolla personalmente”.

Europa, ha señalado, no termina de encontrar su lugar en el mundo de la innovación, pese a tener “universidades excelentes, premios Nobel...” La razón no es la falta de financiación: “Europa ya invierte per cápita más en I+D que EE.UU. La financiación es importante, pero el talento más. Se trata de generar políticas que creen más complicidad con el sector empresarial”.

El EIT, inspirándose en el Massachusetts Institute of Technology, creó los laboratorios multi-sede KIC, Comunidades de Innovación y Conocimiento, “asociaciones vivas con lógica de negocio, que se gestionan como una empresa. Se considera que un proyecto tiene éxito si causa un impacto”.

Entre las empresas y las universidades, ha dicho, “no hay una fusión deben salir de sus silos. En otros países la empresa está dentro de la universidad. El emprendimiento es un deporte de contacto, necesita cercanía, y complementariedad”.

Mientras, en las diversas sedes se iban exponiendo los proyectos desarrollados por las universidades; algunos, como el investigador Javier Sáez, del Instituto de Neurociencias de la Universidad Miguel Hernández de Elche (centro mixto con el CSIC), han pedido que una empresa les ayude a dar el “salto” de infraestructura necesario para llevar su patente al mercado. “Buscamos marcadores que favorezcan un diagnóstico lo más temprano posible del alzheimer”, ha contado.

Julia Real, del Instituto Universitario de Matemática Multidisciplinar de la Universidad Politécnica de Valencia ha contado que en su caso -servicios para instalaciones fotovoltaicas en España y Chile- lo que hicieron es buscar a las empresas “y ofrecerles hacer lo que ellas hacían un poquito mejor. No sabíamos mucho, ni pretendíamos enseñarle nada a nadie”.

El hecho de que la universidad acompañe a la empresa a vender el producto “es un valor añadido, porque hay foros donde la universidad puede llegar y la empresa no”. También ha resaltado que en la universidad “hay gente que sabe muchísimo, y que quizás no está orientada al mercado porque no es lo que le sale”.

En la Universidad de Valencia, mientras, se contaba el proyecto Biotecmed, apoyado por la Fundación Botín, y que investiga en neurobiología molecular (párkinson, células madre neuronales). Hacen investigación básica, pero desde la Oficina de Transferencia de la Universidad (OTRI) se les reorienta a posibles demandas del sector.

Eugenio Coronado, director del Instituto de Ciencia Molecular, situado en el Parque Científico de la UV, ha explicado sus investigaciones en nanociencia y nanotecnología, por ejemplo en la búsqueda de catalizadores para acelerar reacciones químicas, o de nuevos materiales.

“El silicio, en el cual se basa la electrónica, deja de ser semiconductor a nanoescala. Hacen falta nuevos materiales que lo sustituyan”. El silicio también se usa en las células de paneles solares, donde un mineral, la perovskita, ya tiene una eficiencia similar, del 20%. “La única diferencia es el precio”. Otro material prometedor es el grafeno.

Coronado cree que hay que hacer investigación básica, “porque siempre se pueden encontrar relaciones. Hay que hacer lo que se hace bien, y de ahí salen seguro aplicaciones importantes. Hay dos tipos de investigación: la aplicada y la que aún no se ha llegado a aplicar”.

Jesús Soret, de la Escuela de Ingeniería de la UV, ha señalado que el momento es de “convulsión, de transición”, y eso es bueno “para transferir, para emprender”. Falta, eso sí, “pensamiento estratégico. Si los jóvenes se dedican a hacer papers sin una visión de transferencia, a lo mejor estamos haciendo algo raro, cuando son ellos los que deben emprender. La persona que está en una situación de confort no se va a complicar la vida”. A su juicio, hay que dotar a la universidad de recursos para facilitar la transferencia, potenciando a las OTRI, por ejemplo.

 

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