_
_
_
_
El traje ya no es el único uniforme de los políticos

Corren nuevos tiempos, también con el vestuario

La creciente ausencia de corbatas en el Congreso es un reflejo de los cambios de etiqueta El estilo es una decisión personal, y por tanto evoluciona.

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón (Podemos), el miércoles en el Congreso de los Diputados.
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón (Podemos), el miércoles en el Congreso de los Diputados.Pablo Monge
Manuel G. Pascual

La inauguración de la XI legislatura fue excepcional por varios motivos. Es la primera en la que entran partidos como Podemos o Ciudadanos; tampoco había sucedido nunca que sus señorías tomasen posesión de su asiento sin saber todavía quién de ellos presidirá el Gobierno. Y, en el capítulo de las anécdotas, la diversidad de vestuario hizo acto de presencia entre decenas de parlamentarios, que a diferencia de ellas, suelen hacer gala de un atuendo muy rígido. Tradicionalmente ceñidos a la chaqueta y la corbata, hasta ahora eran pocos los que no lucían lazo en el cuello.

Del sombrero a la peluca de la Cámara de los Comunes

Lentamente, pero sin pausa. Así se van introduciendo las nuevas costumbres dentro de lo que llamamos normas de etiqueta. Hoy resulta anacrónico, pero hasta hace menos de medio siglo no llevar sombrero era tachado como una falta de estilo.

El casual Friday (viernes informal), introducido en EE UU en los años cincuenta aunque popularizado en los setenta, es uno de los gérmenes de la lucha contra la otrora omnipresente corbata. La explosión de las puntocom en los años noventa se suele señalar como uno de los momentos clave en los que se empezó a permitir a trabajadores e incluso directivos a vestir pantalones vaqueros y camisa.

Hoy no es difícil encontrar ejecutivos y altos responsables de empresas sin lazo alguno anudado al cuello. La presión de los nuevos tiempos es tal que incluso ha llegado a la Casa de los Comunes de Inglaterra.

Desde su fundación en 1706, el Speaker (su presidente) ha lucido peluca blanca, toga, puños con gemelos y cuellos rematados con un gran lazo. John Bercow, que ostenta el cargo desde 2009, se ha negado a lucir la peluca, aunque ha transigido con el resto del atuendo.

¿Llegará el día en que suceda lo mismo con las corbatas? El tiempo dirá.

El miércoles abundaron los diputados en mangas de camisa o de jersey. Y a más de uno le asomaba la camiseta debajo del suéter. La situación parece haber cambiado sustancialmente respecto a julio de 2011, cuando el entonces presidente de la Mesa del Congreso, José Bono, le llamó la atención al ministro de Industria, Miguel Sebastián, por no llevar corbata durante un pleno (aunque iba de traje).

¿Cómo se debe vestir en el trabajo? ¿La relajación de las normas de etiqueta es una falta de respeto al resto de los presentes? No necesariamente. “Los tiempos y las costumbres cambian. Hace 50 años los chicos iban a la universidad con corbata. Hasta The Beatles las llevaban cuando empezaron. Lo que vimos el miércoles en el Congreso es un reflejo de la evolución de la etiqueta en los últimos años”, opina Gerardo Correas, consejero delegado de la Escuela Internacional de Protocolo.

Hay dos normas de oro, de acuerdo con este experto, que todo el mundo debería respetar a la hora de elegir su vestuario. Primero: allí donde fueres, haz lo que vieres. Cada gremio, incluso cada oficina, es un microcosmos en sí mismo. Desde el traje y corbata hasta los pantalones vaqueros y camisa hay un amplio abanico de posibilidades. Lo importante es no desentonar. Correas explica que recientemente tuvo una importante reunión de negocios a la que pretendía ir con corbata. Antes del encuentro se enteró de que nadie de los presentes la llevaría. “Decidí prescindir de ella. Haberla llevado me hubiese puesto en una posición destacada que no me interesaba”, explica.

Pedro Agudo, diputado de Podemos, con camisa, jersey y bufanda de colores. A su lado, Jorge Luis Bail.
Pedro Agudo, diputado de Podemos, con camisa, jersey y bufanda de colores. A su lado, Jorge Luis Bail.Pablo Monge

Y esa es precisamente la segunda norma fundamental: la elección de vestuario es completamente personal, y lo deseable (aunque no siempre sucede) es que haya intencionalidad detrás de cada decisión. En el caso de Podemos, partido al que pertenecen muchos de los que el miércoles vistieron de forma más relajada, pretenden trasmitir un mensaje de cercanía con el electorado que, opinan, no lograrían si optasen por el atuendo clásico. El caso a evitar, advierte Correas, es el de quien transmite un mensaje no intencionado debido a la imagen que proyecta.

“Vestir un jersey o ir en manga de camisa no es una descortesía para con el resto de presentes. La formalidad no es obligatoria, y no se puede obligar a nadie a vestir de un modo determinado. Lo que sí sería una falta de respeto sería presentarse al trabajo en bikini”, ilustra.

Hay excepciones. Algunas empresas tienen estrictos códigos de vestimenta, o incluso los llamados manuales internos de procedimiento de calidad protocolaria, en los que se reglamenta con detalle qué prendas se pueden vestir en cada ocasión y cuales están proscritas. En las compañías en las que no existen dichos reglamentos, un simple toque de atención por parte de un superior puede ser suficiente para saber que se debe corregir el tiro.

Correas explica que en una ocasión se encargó de confeccionar uno de eso manuales para un call center. Las empleadas de la compañía, ubicada en el litoral, acudían al trabajo con pareo y hasta arena en los pies. El problema es que coincidían en la puerta con directivos perfectamente trajeados de otra empresa del mismo bloque de oficinas. La propia firma tomó la decisión de exigir un atuendo más formal.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

Archivado En

_
_