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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los riesgos ocultos de la economía china

China se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para las economías y los mercados de todo el mundo, susceptible de transformarse en cualquier momento en un huracán de consecuencias imprevisibles. Ese potencial de arrastre volvió a ponerse de manifiesto ayer, cuando Pekín adelantó por segunda vez en su historia el cierre de sus Bolsas –la primera fue este lunes– y devaluó de nuevo la moneda china. A los sobresaltos asiáticos se sumaron los vaivenes del precio del crudo y la escalada de tensiones geopolíticas en Oriente Medio, lo que provocó una jornada negra en los parqués. Para el Ibex, que cayó un 1,5%, este inicio de año, en el que se ha dejado ya más de un 5%, constituye ya el peor arranque de su historia. Una tormenta bajista que no afectó solo al selectivo español, sino que contagió las caídas a la mayoría de las plazas europeas.

A los interrogantes que ofrece la situación de China hay que sumar un comportamiento del petróleo que está agravando aún más la incertidumbre y el miedo de los inversores. El crudo sigue cayendo, aparentemente sin un horizonte que ponga coto a esa tendencia, tras la ruptura de relaciones diplomáticas y la tensión entre Irán y Arabia Saudí y las dificultades internas de la OPEP.

La clausura adelantada de los mercados chinos se producía ayer solo 14 minutos después de su apertura, en lo que marca otro insólito récord: el de la jornada bursátil más corta en la historia. Pese a que el Gobierno chino ha anunciado que suspenderá desde hoy el mecanismo automático de cortocircuito, que detiene la negociación en las Bolsas en caso de volatilidad exagerada, el gigante asiático mantiene alerta al resto de economía mundiales, todas ellas lo suficientemente globalizadas como para que resulte una quimera levantar diques frente a las inestabilidades.

A esa circunstancia se une la peculiar anomalía que supone el propio modelo económico de China, una potencia cuyo régimen político interfiere constantemente con las decisiones del mercado y recubre de un velo impenetrable cualquier intento de explicar o de predecir la evolución del país, estadísticas incluidas. Las sucesivas devaluaciones que está viviendo el yen hacen sospechar cada vez con mayor fundamento que la desaceleración que está viviendo la economía china no sea, como se pensaba hasta ahora, un resfriado más o menos grave, sino que oculte una verdadera pulmonía. Precisamente por ello hay que buscar vías que permitan avistar las debilidades reales de la segunda economía del mundo y calibrar los riesgos que estas entrañan. No en vano estas señales de inestabilidad pueden ser, como advertía ayer el financiero multimillonario George Soros, el peligroso anticipo de una crisis como la que acabamos de dejar atrás.

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