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Tribuna
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Hilvanando hilaturas

Dar puntada sin hilo no es lo mismo que hilar sin puntada. Y en política, donde todo es posible, lo uno y su contrario, solo es cuestión de tiempo, pero también el campo más propicio para esta suerte de menesteres y oficios. Como también el de meter presión y lanzar o arrojar la pelota a tejado ajeno, así como una desmemoria muy selectiva. El pasado atrapa. Y recordarlo es bueno sobre todo para avanzar y sortear errores. Autocrítica. La expresión y término más deliberadamente desterrado o condenado al ostracismo por políticos y partidos políticos. Analizar la realidad más allá de subjetivas e improvisadas percepciones significa enfrentarse abiertamente a la misma. Desnuda y simplemente. No hay pasos intermedios. Algo que no han hecho los partidos tras los resultados ni tampoco en este momento poselectoral de tanteo y devaneo poco serio.

No basta con apelar a la estabilidad. Todo Gobierno busca y debe buscar estabilidad. Gobernar ha de hacerse sobre una base de estabilidad. Algo que, afortunadamente hemos conocido durante la democracia. Pero ahí, en el turnismo hemos conocido también los excesos y los déficits, lo que ha terminado por pasar factura.

Es más lo que nos une que lo que nos separa políticamente en nuestro país, al margen de las pretensiones nacionalistas e independentistas de clara ruptura. Como también la unión frente a la violencia y el extremismo terrorista. Pero apelar solo a la unidad nacional, a la soberanía, a política exterior, a un eclipsado o no artículo 135 de la Constitución, por no mentar el 155, etc., no significa ni lleva per se a gobierno alguno de coalición o gran coalición. Las máscaras ya se han caído definitivamente. Pero no nos han hablado de economía, de déficit, de PIB, de deuda, de pensiones, de consolidación fiscal, de sueldos mínimos, de desigualdad y pobreza.

Hilvanar es unir retazos por costuras firmes o débiles, pero siempre sutiles que ni fútiles. O al menos a eso se aspira. Indudablemente existen más allá de las personas, o en este caso de dos o tres candidatos a presidente del Gobierno, afinidades ideológicos, programáticas y sentido de Estado. Otra cosa es la altura de miras, el interés general y la generosidad. No se puede pedir a otros si antes no se predica a uno mismo. Se empieza por casa, haciendo de la necesidad virtud. La estrategia del avestruz no es la más idónea. Apelar y esgrimir a sensu contrario intereses personal es un boomerang que termina por volverse contra uno. Lo que ya no empieza a estar muy claro, salvo el varapalo electoral sufrido por populares y socialistas, es quién es hilo y quién aguja. O si alguno ni siquiera es alguna de esas dos cosas.

Sin duda la posición más compleja es para el partido socialista. Haga lo que haga está haciendo equilibrios en un fino alambre con viento de costado y una altura desproporcionada. Incluso si no hace y finalmente ante la imposibilidad o no de formar Gobierno, primero de quién tiene más responsabilidad, que es quién ha ganado en minoría, se convocan elecciones, el tributo a pagar será tremendo. Por lo de pronto el camino se está sembrando de enormes dudas, cuestionamientos y advertencias por la derecha ante un hipotética gobierno de izquierdas al que se tilda y tacha de todo menos de legítimo igualmente con las reglas democráticas existentes.

Enero será sin duda un mes crucial y donde los tableros de ajedrez conocerán todos y cada uno de los movimientos, dados no precisamente por maestros. Del ajedrez, claro está. Aunque maestros pocos hay en la vida misma, también en la política.

Han saltado al ruedo mediático las experiencias germanas, belgas e italianas. El ejemplo más palmario de estados que se construyeron especialmente los dos últimos en la segunda mitad del diecinueve y donde las tensiones periféricas quedaron abrogadas, a excepción de Bélgica y levemente la ensoñada Padania de unos cuantos. Alemania es y ha sido el ejemplo vivo del sentido de Estado y Gobiernos de coalición, hasta cinco en su historia reciente desde finales de los cuarenta. Italia es el ejemplo de una sociedad que está por encima y se ríe de sus políticos y donde la irresponsabilidad y la trinchera de estos les lleva a la ingobernabilidad gobernable. Y Bélgica el ejemplo perfecto de que no pasa nada con estar año y medio con Gobierno en funciones y recuperando pulso y latido económico a un tiempo. Pero ¿y España? Simplemente, diferente. Siempre diferente la España cainita. Y taimada.

Abel Veiga Copo es Profesor de Derecho Mercantil en Icade

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