El consumo regresa a los hogares
El gasto de los hogares españoles durante el tercer trimestre de este año tocó máximos históricos gracias a un cóctel de factores que incluye la creciente mejora del empleo, las dos rebajas fiscales del año que concluye y las buenas perspectivas económicas en nuestro país, con una previsión de crecimiento del 3% del PIB para 2016, tras cerrar este año con un 3,2% adelantado ayer por el presidente del Gobierno. El montante que los hogares dedicaron a consumo en los primeros nueve meses del año ascendió a algo más de 153.000 millones de euros, por encima de la cifra registrada en 2008, el año que marcó la llegada de la crisis.
El primero de esos tres factores –el empleo– ha experimentado un despegue en los dos últimos ejercicios que ha tenido un sólido reflejo en las finanzas de los hogares. Mientras en el tercer trimestre de 2014 había en España 17,2 millones de ocupados, hoy esa cifra supera los 18 millones. Como consecuencia de ese crecimiento, el conjunto de los salarios ha recuperado el nivel registrado en 2011, lo que ha supuesto una inyección considerable en la renta bruta disponible de los hogares. La radiografía de las finanzas de las familias españolas en estos nueve meses del año refleja que el ahorro se halla en su nivel más bajo desde 2007 y que los hogares han vuelto a dedicar al consumo unos recursos que durante los peores años de la crisis dedicaban con celo al ahorro. Los datos de ventas del comercio minorista corroboran esta conclusión. En noviembre, estas crecieron por encima del 3% y encadenaron ya dieciseis meses de incrementos. A consecuencia de todo ello, el consumo ha vuelto a ejercer su papel natural como uno de los motores de crecimiento y recuperación de nuestra economía, tras los largos años de anemia que trajo la crisis.
El gasto de las familias constituye una pieza más en el puzle de una economía española que día a día gana en solidez y en velocidad de recuperación. Pese a ello, el enorme lastre –fundamentalmente en términos de empleo– que España arrastra tras haber pasado la crisis más dura de su historia reciente no puede minosvalorarse. Necesitaremos años para absorber la masa de desempleados que han salido del mercado laboral y ello teniendo en cuenta la fragilidad de una recuperación que debe afrontar riesgos internos –fundamentalmente, de programa político– y externos, con una Europa con tasas de crecimiento débiles y desequilibrios en los países emergentes. La complejidad de esa coyuntura hace necesario seguir avanzando en las reformas estructurales que España tiene pendientes y acometer de una vez por todas el diseño de un nuevo modelo productivo que permita al país afrontar las futuras crisis económicas con mayor capacidad de maniobra y evitar volver a sufrir una debacle similar a la que poco a poco vamos dejando atrás.