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Columna
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Cóctel de riesgos en la economía turca

La economía de Turquía está amenazada en muchos frentes. Un pleito con Rusia y la perspectiva del incremento en los tipos de interés de la Reserva Federal han coincidido con una mayor politización de la economía por parte del presidente Tayyip Erdogan y su mal gobierno. Podría dar como resultado un cóctel tóxico dado el elevado endeudamiento del sector privado.

El coste de capital en Turquía está aumentando. La rentabilidad de los bonos del Gobierno a 10 años era de un 5% el 4 de diciembre. El Gobierno no tiene la culpa de que los inversores globales se estén desenamorando de los mercados emergentes en general o de lo que Turquía reclama que fue una invasión rusa de su espacio aéreo. Pero muchos de los riesgos a los que el país se enfrenta los ha generado él mismo.

La potente respuesta de Rusia al derribo de su un avión bombardero en noviembre amenaza con generar costes económicos para Turquía. Entre la serie de sanciones económicas ya anunciadas, la prohibición de vuelos charter hacia el país y otras medidas para disuadir el turismo serán especialmente perjudiciales. Unos 3,3 millones de turistas rusos visitaron Turquía el año pasado. Además, el presidente ruso, Vladimir Putin, parece decidido a encontrar otras formas de venganza.

Erdogan ha ido politizando cada vez más la economía. Tras hacerse con el poder en 2002, siguió las prescripciones establecidas por el Fondo Monetario Internacional a raíz de su última crisis financiera.

Pero en los últimos años, Erdogan ha reducido la independencia del banco central al oponerse a unos tipos de interés más altos, tanto es así que el país tiene poca credibilidad en la lucha contra la inflación, la cual llegó al 8,1% el mes pasado. Mientras tanto, la lira turca se ha depreciado más de un 20% frente al dólar estadounidense en el último año, lo que ha incrementado la presión sobre las empresas que se han financiado en una moneda fuerte.

Desde las elecciones celebradas en noviembre, ha habido signos más preocupantes. Ali Babacan, que había sido viceprimer ministro y se encargó del área económica, transmitía seguridad a los inversores, pero no fue reelegido. Su sustituto, Mehmet Simsek, está bien considerado, aunque no como un peso pesado. Además, el hijo político de Erdogan, Berat Albayrak, se convirtió en ministro de Energía.

El presidente turco también se está volviendo cada vez más autoritario. El director de uno de los principales periódicos del país fue encarcelado el mes pasado por publicar un artículo que Erdogan tachó de espionaje, aunque todavía se tiene que celebrar un juicio para probar la acusación. No solo se ha reducido la libertad de prensa. También lo ha hecho la independencia del poder judicial, mientras que la corrupción está muy extendida, según la Comisión Europea.

La inestabilidad y la debilidad de la ley son perjudiciales para los negocios. También se ha producido una fuga de capitales. Turquía es vulnerable debido a que ha incurrido constantemente en un gran déficit por cuenta corriente –que el FMI prevé que este año sea de un 4,5% del PIB– y necesita fondos extranjeros para cubrir la brecha.

Todavía se espera que la economía crezca a un ritmo de alrededor de un 3% en gran parte debido a que la construcción y el consumo interno se han mantenido. Sin embargo, esto depende del crédito –con hogares que piden préstamos para comprar casas y constructores que se financian para levantarlas–.

La inversión en vivienda está alimentada por el incremento en los precios de los inmuebles, pero si estos dejan de subir, la deuda que ha respaldado las compras podría pesar fuertemente sobre la economía.

La única buena noticia reciente es que la Unión Europea se ha comprometido a reiniciar las conversaciones para que Turquía se una al bloque. En teoría, esto podría dar lugar a una serie de reformas políticas y económicas que pondrían al país de nuevo en una trayectoria positiva, a medida que Ankara se esforzara por cumplir con las condiciones para pertenecer a la Unión.

Desafortunadamente, los líderes de la UE tendrían dificultades para convencer a sus propios votantes para que den la bienvenida a Turquía como miembro; y Erdogan no parece tener ninguna intención de hacer las reformas necesarias. Puede que Turquía tenga que sufrir una crisis más profunda antes de que esto cambie.

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