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Columna
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A la tercera no va la vencida

Los bancos con problemas al escribir testamentos creíbles aún podrían enfrentarse a una desagradable sorpresa. La docena de grandes entidades estadounidenses sabrán pronto si la Reserva Federal y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) deciden reprobar sus planes de resoluciones escritos por sí mismos por tercera vez. En 2016, no deberían pensar que podrán hacerlo con impunidad.

Se puede afirmar que esos testamentos bancarios son un poco 2010. Manuales estancos, exhaustivos sobre cómo las grandes instituciones quebrarían de forma segura, eso implicaría supuestos sobre los precios de venta y las condiciones del mercado. El sistema de test de estrés de Estados Unidos, junto con las directrices transfronterizas recientemente acordadas sobre cómo capitalizarse de forma efectiva mediante la conversión de deuda en capital, son más importantes, e implican que los testamentos pueden parecer algo así como deberes superfluos.

Los testamentos de los bancos de EE UU pueden parecer deberes superfluos

Eso no llega donde debe. La Reserva Federal y la FDIC ya fallaron contra 11 de los 12 mayores jugadores en 2012 y 2014, y parecería tonto una vez más limitarse a hablar en lugar de a actuar.

En teoría, las normas permiten a los reguladores pedir rupturas o desinversiones de los bancos que reciben bajas calificaciones en sus testamentos. Dado que los prestamistas ahora tienen mucho más capital, parece que no hay que ser exagerado. Pero Tarullo todavía podría complicar las cosas. Una forma sería acelerar la aplicación de las reglas globales totales de capital para absorber pérdidas de su plazo actual de 2019. Alternativamente, los reguladores podrían hacer que los bancos tuvieran más capital propio. Tarullo dijo a Bloomberg TV que las marcas para pasar los test de estrés de los bancos podrían elevarse.

No es definitivo que tal acción pudiera ser una venganza por la insolencia de los bancos sobre los testamentos. Pero aunque los bancos estadounidenses están, de media, mejor capitalizados que sus rivales europeos, todavía dan rentabilidades por debajo de su coste de capital. Si no han alcanzado una buena resolución bancaria una vez más, sus inversores pronto querrán saber por qué.

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