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Los "SO-SOS", al poder

Por Josep-Francesc Valls, catedrático ESADE Business & Law School

Un coloquio en Hora 25 de la Cadena SER sobre el hecho de vivir solo incendia nuevamente las redes sociales. Si uno de cada cuatro hogares en España (el 24,8%) es unipersonal, no se debe vivir tan mal soltero, ¿no? –interrogaba la presentadora Angels Barceló-. Es verdad, no se debe vivir tan mal -añadí yo-, citando los resultados de una reciente encuesta de Ipsos: casi el 60% de los que viven solos o en pareja afirman ser felices. Teniendo en cuenta las familias tipo de hace algunas décadas, debe ser muy fuerte esa dosis de felicidad expresada por los solitarios para que los hogares unipersonales estén creciendo mucho más rápidamente que los de las otras combinaciones numéricas. Los “so-sos” (solteros solitarios), al poder

Nunca en la historia ha ocurrido un momento como el actua lpara vivir en solitario. (Eric Klinewgerg, Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone”, Paperback, 2013). ¿Qué ha ocurrido para que se dispare el número de hogares con una sola persona? A las causas forzosas de siempre, el reequilibrio del poder entre géneros; la posibilidad de vivir los afectos a distancia; el crecimiento de la libertad personal entre los distintos estilos de vida; y la ampliación internáutica de las formas de comunicarse han cambiado los hábitos de convivencia. Las personas se sienten animadas a vivir solo o en pareja y pueden superar fácilmente los impedimentos y la presión social. De este modo, desde 1980 se han duplicado los divorcios y –además de retrasarse- ha caído un 40% el número de los matrimonios, ratios entre los más elevados de Europa. Todo ello da mucho margen a vivir en situaciones transitorias que desembocan en la soltería.

En el camino, se están modificando los estereotipos. El soltero ya no es el vivalavirgen o el peñazo de amigo que había que sacar a pasear. Y el que vive en pareja, tampoco es el subyugado y productivo. Eso sí, deprima o no deprima la soledad, el gasto diverge sustancialmente de los que viven en pareja. Frente al promedio de 1.600 euros de gastos medio per cápita de los españoles, los seniors singles gastan 2.968; los adultos singles, 2.727; y los jóvenes singles, 2.003 (Kantarworldpanel, 2013). Son más marquistas y más derrochones. Por eso, los negocios dirigidos a ellos florecen más que el resto. Nos referimos a los viajes y cruceros, a los restaurantes, a los lugares de reunión y ocio, a las citas rápidas, a las webs de contactos y, cómo no, a los productos alimentarios. Los pax para los singles en cualquier punto de distribución aparecen mucho más esmerados y, por ende, resultan más caros.

“So-sos” y además mimados.

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