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¿Desaparecerá la Comisión Europea?

"Esta es la Comisión Europea de la última oportunidad”, proclamó Jean-Claude Juncker hace un año tras ser elegido presidente del organismo para la presente legislatura.

(Texto publicado en la versión digital e impresa de Cinco Días, 5-10-2015).

Las agoreras palabras del ex primer ministro de Luxemburgo aludían a la fosa que se ha abierto entre los ciudadanos y las instituciones europeas, en la que corre el riesgo de hundirse la UE. Pero la advertencia del veterano Juncker gana una nueva dimensión ante la campaña de Berlín para despojar a la Comisión de sus principales competencias, lo que reduciría al organismo de Juncker a una mera estructura burocrática sin ningún aliento político.

La andanada más reciente contra el Berlaymont (sede de la Comisión) la ha lanzado nada menos que el presidente del Bundesbank (banco central de Alemania). Jens Weidmann propuso la semana pasada (en una tribuna publicada en El País) que la Comisión transfiera “sus funciones de vigilancia de presupuestos y verificación de aplicación de reglas [del Pacto de Estabilidad] a una institución independiente”.

La propuesta de Weidmann pretende acabar con la Dirección General de Asuntos Económicos de la CE, que desde 1997 es la encargada de abrir los procedimientos por déficit excesivo contra los países cuyos números superan el límite del 3% del PIB. Ese departamento puede proponer también multas contra los países que se nieguen a seguir las recomendaciones europeas para sanear las cuentas públicas. Y sus potestades de vigilancia y sanción se han ampliado tras la primera gran crisis del euro en 2010.

El Gobierno alemán nunca ha disimulado su desconfianza, rayana en el desprecio, hacia esa dirección general, a la que considera incapaz de imponer disciplina en el seno de la zona euro. Por ese motivo, Berlín exigió la participación del Fondo Monetario Internacional desde el primer rescate de Grecia. Y por la misma razón, Alemania se negó a que la Comisión gestionase el fondo de rescate de la zona euro y logró que se crease un organismo nuevo, al margen de la estructura comunitaria (y dirigido, por cierto, por un alemán desde su fundación).

Alemania parece ahora dispuesta a dar la estocada definitiva al área económica de la Comisión. La embestida de Weidmann (antiguo asesor de la canciller alemana, Angela Merkel) anticipa la ofensiva del Ejecutivo alemán para transformar el sistema actual de vigilancia presupuestaria y macroeconómica. Esta misma semana, Merkel y el presidente francés, François Hollande, defenderán sus ideas sobre la reforma de la zona euro en una comparecencia conjunta ante el Parlamento Europeo que pretende demostrar la unidad del eje franco-alemán 25 años después de la reunificación alemana (3 de octubre de 1990).

El plan franco-alemán, que se quiere concretar a lo largo de 2016, aboga por reforzar el Eurogrupo (reunión de ministros de Economía de la zona euro) y podría llegar, incluso, al nombramiento de un ministro europeo de Economía.

El actual comisario de Asuntos Económicos, el francés Pierre Moscovici, barrunta las consecuencias y ya ha pedido que el futuro ministro, en caso de confirmarse la creación de esa figura, pase a ser miembro de la Comisión Europea.

Pero las intenciones de Berlín no apuntan en esa dirección, a juzgar por las propuestas del Bundesbank. Y la vigilancia presupuestaria no es la única competencia que Bruselas puede perder en el marco del reajuste institucional previsto para el final de esta legislatura.

La CE también podría perder el departamento de Estadísticas (Eurostat), que ya ha sido segregado de la Comisaría de Asuntos Económicos para mejorar su independencia. Y está en el aire la elaboración de los estudios de impacto previos a la legislación, controlados por la CE, a pesar de la gran influencia que pueden tener en el sesgo de la futura normativa. Y Bruselas tampoco tendrá fácil mantener la autoridad sobre los casos de competencia (fusiones y multas) que ahora se deciden en un órgano político como la Comisión, mientras que a nivel nacional ya se han creado organismos independientes.

La cuestión es: ¿quién prestará atención a la Comisión si la despojan de sus principales competencias?

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