Llega el ‘antiphubbing’ a los restaurantes españoles
La acción de ignorar a la persona que se tiene delante por atender al móvil es conocida como phubbing, palabra que proviene de fusionar phone (teléfono) y snubbing (en inglés, desairar). Diferentes negocios en algunos países han puesto en marcha diversas iniciativas para disfrutar de la comida y de la compañía sin que el móvil interfiera.
La pizzería Mastropiero lleva abierta casi una década. En la pared detrás de la barra, un letrero señala lo siguiente: “No tenemos wifi. Hablen entre ustedes”. La propietaria del restaurante, Mirtha Agustini, tiene una sola regla en el local: si no sacan el móvil durante la cena, ella les invita al postre. Es uno de los restaurantes de Madrid que tienen una política antiphubbing. La idea nació porque las personas, cuando salen, no se comunican entre sí por estar pendiente de la pantalla del teléfono, observa Agustini. “Primero les decía [a las personas] que les iba a colocar un inhibidor y después les chantajeé con el postre”, agrega.
Para la propietaria de Mastropiero, el móvil es una herramienta útil, pero considera que no debe invadir el contacto directo. Para ella, si las personas no atienden durante una hora el WhatsApp, no se acabará el mundo. “Al final cada uno es libre de hacer lo que quiera, yo no les puedo obligar [a que no utilicen el móvil]. La gente sabe que se lo digo de broma, pero muchos lo entienden”, añade.
Otro empresario en sumarse a esta tendencia y que comparte la misma idea es David Illa Ramos, propietario del Hotel Restaurant Can Cuch (Cánoves, Barcelona). Se dio cuenta que las personas están más enganchadas a las pantallas y no prestan atención a su acompañante, es “casi como una droga”, afirma.
Viendo esto, implementó la guardería del móvil, un servicio que funciona como guardarropa a la entrada del restaurante, donde a los clientes se les ofrece dejar su smartphone en la recepción para que así puedan, según Illa, disfrutar de la compañía de estar juntos e incluso tener una mejor experiencia gastronómica. Asimismo, el propietario del restaurante Can Cuch habilitó también unas pequeñas cajas personales. Se colocan al lado de la mesa, donde los comensales guardan su dispositivo. De las dos opciones, la segunda es la que su clientela prefiere más.
Según un estudio de Tuenti Móvil, el 67% de las personas afirma haber ignorado a alguien por estar pendiente de su ‘smartphone’
“Tenemos todo tipo de gente, molestos, ninguno, pero nunca falta el que dice: ‘esto es una chorrada’. Es una iniciativa que gustó a la mayoría de las personas y por la que recibimos felicitaciones”, precisa.
Otro local con una política antiphubbing similar es el de Eduardo Fernández, propietario de Bare Nostrum. Con los años ha notado que las personas interactúan menos y están más pendientes de sus teléfonos. Ante estas actitudes, decidió organizar en 2011 las fiestas a la antigua usanza. En estos eventos coloca carteles en el bar con mensajes como “Más quedar, menos Whatsapp” o “si quedas conmigo, mírame a la cara”, leyendas que, de acuerdo con Fernández, recuerdan a lo que se hacía antes cuando se salía a tomar una copa. “En la última fiesta, si a lo mejor vinieron 300 personas, me parece que en el guardamóviles habían unos 80 a 90 dispositivos”, manifiesta.
Para Miguel del Nogal, psicólogo especialista en adicciones, el uso desmedido de la tecnología móvil es algo que a todos les debe interesar. “Es tal la preocupación por estar conectado que, a menudo, uno no se da cuenta de lo más importante, estar conectado consigo mismo y con las personas que tienes enfrente”, añade.
Considera que este tipo de iniciativas son medidas eficaces, pero que, como todas las conductas que se modifican simplemente por las normas, estas no calan si no se acompañan de la parte psicoeducativa. Del Nogal cree que estas prácticas, pese a que son “saludables”, como muchas otras acciones que se consideran contracultura se convierten en modas que a menudo son pasajeras.
El especialista afirma que los niveles de adicción al móvil que alcanzan los usuarios en Estados Unidos, Corea del Sur o Japón, países en los que este tipo de iniciativas se vuelven más recurrentes, aún no se pueden comparar con los españoles. “Cuando uno empieza a dejar de hacer cosas por estar pendiente del móvil e interfiere con el resto de actividades del día a día es cuando uno debe empezar a preocuparse”, finaliza.