Las expectativas e incertidumbres que afronta Cataluña
Realismo para todos. La distorsión de los discursos y los intereses partidistas deben dar lugar a la responsabilidad política. Responsabilidad, sensatez y legalidad. Y de estos tres conceptos serán necesarias grandes dosis. Tanto desde Cataluña como desde Madrid. Nada se rompe si no se quiere romper de verdad. Pero órdagos, egoísmos, egocentrismos y enroques en un todo o nada no conducen más que al cansancio, la fatiga y el desencuentro. Generosidad, pragmatismo y altura de miras si queremos cerrar heridas y evitar más fracturas. Restañar el desencuentro alentado hasta la extenuación tendrá un coste muy alto, no solo político, sino sobre todo social. Las incertidumbres que dejan los resultados con un equilibrio casi absoluto entre quienes acudieron a votar a aquellos partidos manifiesta y abiertamente independentistas y los que no es el resultado de una polarización excesiva, pero más, irresponsable.
Altísima e histórica participación para lo que es y ha sido el comportamiento electoral tradicional de los catalanes, máxime en unos comicios autonómicos, pues es lo que era, pese al enrevesamiento de los planteamientos mediáticos y verbales tanto de Convergència y Esquerra como del resto que aceptaron el envite de un plebiscito que, sin serlo, sonaba al mismo. Un 77% histórico. Movilización impresionante. La hora de la verdad por vez primera desde la Transición. Entusiasmo, sin duda. Polarización extraordinaria como no se recordaba en la arena electoral. Juegos de suma cero, todo o nada.
Ganan los partidos independentistas, metaconcepto que ya supera el de nacionalismo. Este queda laminado por la demagogia de las palabras. Estas elecciones tenían un valor diferente al meramente autonómico. Todos lo sabían. No lo neguemos. Fractura de una sociedad en dos sensibilidades principales y antagónicas. Dos espejos. Dos almas en Cataluña. Las ideas han quedado en un segundo plano, como los debates programáticos. ¿Cuánto de carácter plebiscitario, aunque simbólico, han tenido estas elecciones autonómicas? Es el gran interrogante que el tiempo responderá y dirá. No ha habido un referéndum vinculante, pero sí un sentimiento de querer hacerlo desde las urnas por parte de los partidos independentistas.
Gana la democracia. Sin duda. Así debe ser siempre. Dos bloques, dos frentes, dos sensibilidades. Todos sabían que era algo más que unas elecciones autonómicas. Es cierto que no son plebiscitarias, por mucho que así lo interpreten y blasonen algunos, pero en el aire flotaba esa percepción para todos. Así se enfocaron estas elecciones y los últimos meses. Y todos entraron al trapo. Ha sobrado cualquier otro debate, incluso el de rendir cuentas por lo hecho durante estos años de Gobierno de Artur Mas. Ni se ha hablado. No era el tema. Los nacionalistas lo llevaron donde quisieron desde el primer momento. Tampoco se ha hablado de corrupción pese a la metástasis de la misma en la vida política catalana, pero también española. Nada de eso importaba. Pésima campaña de todos, insultos, descalificaciones, falsedades, torpezas y un largo etcétera, aunque quizás lo más sensato fue el cara a cara de Junqueras y Margallo. Han faltado argumentos, pesos y contrapesos. Un eje basculó durante toda la campaña. Y las coordenadas, ceguera y sordidez.
Altísima e histórica participación para lo que es y ha sido el comportamiento electoral de los catalanes
Gana el independentismo en escaños, no en voto. Pero suman juntos 1,9 millones de ciudadanos. Lo previsible. Lo mismo o el mismo número del que se vanagloriaban en ese remedo o atisbo, o mero conato de referéndum en noviembre pasado, con la diferencia de permitir votar a menores de hasta 16 años y hacerlo durante varios días. Saben que entre los más jóvenes el adoctrinamiento ha calado con denuedo y profusión. Pero pierden con respecto a 2012 el número de escaños que CiU y Esquerra habían tenido por separado. No ganan siquiera con tantos escaños como estimaban. No es cierta la metáfora del presidente del Gobierno cuando aseveró al día siguiente que solo cuatro de cada diez ciudadanos han respaldado la independencia. No se votaba esto, pero todos han entrado al señuelo. Solo tenían derecho al voto 5,4 millones de ciudadanos, no los 7,5 millones de ciudadanos que viven en Cataluña. Y el resultado electoral arroja fractura casi por mitades.
Gran éxito de Ciudadanos, espectacular. Segunda fuerza política en Cataluña. Discurso creíble y realista y enfundan la bandera de España y la Constitución. Sorprenden con la petición de nuevos comicios, en los que de verdad se voten programas. Porque estas han sido unas elecciones solo sofimáticas. Independencia, sí o no. Entelequia en resumen. Resiste el socialismo con una campaña muy personal de Iceta. Y resiste aun teniendo los peores resultados en todas las lizas electorales autonómicas. Descalabro del Partido Popular, no se encuentran ni les encuentran, hay que cambiar algo más que una imagen o rostro. CUP triplica sus resultados aunque ya ha puesto precio a la gobernabilidad de la Generalitat teniendo la llave de Gobierno y la coalición entre comunistas y podemistas sacan un resultado pobre muy lejos de las expectativas y que refleja un fracaso. Unió no entra en el Parlamento. Dice adiós a 36 años de vida asistida recíprocamente con Convergència.
Gana el independentismo en escaños, no en voto. Pero suman juntos 1,9 millones de ciudadanos
Nadie sabe qué va a suceder a partir de ahora. Es una cuestión de intensidades. Conscientes como son todos de que seguir bloqueando la situación no conduce a nada. El enroque de Mas ya tiene una radiografía clara del respaldo. No llega a la mitad de los ciudadanos que han votado. Esa es una realidad y una responsabilidad. Los nacionalistas ya independentistas han creado un sofisma, independencia sí, independencia no. Pero han escondido a sus candidatos. ¿Será Artur Mas presidente? Es la incógnita. No dimitirá. Y si gobierna, el primer problema lo tendrá con Esquerra a causa del programa, y el aliado necesario, la CUP, que no acepta que sea presidente. Artur Mas ha dinamitado a Convergència diluyéndola con la izquierda y diseccionando el alma de Unió. Todo a cambio de muy poco, él que en 2002 decía que el concepto de independencia suena a oxidado, a caduco. Inteligencia sin duda. Escenario abierto. Segunda parte, en diciembre.
Abel Veiga Copo es Profesor de Derecho Mercantil en Icade.
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