Las buenas señales exigen sostenibilidad
Los datos que la economía española desgrana día a día confirman que las cuentas del Estado van, poco a poco pero de forma determinada, camino de cuadrar. Eso, que en términos políticos resulta una buena noticia para el Gobierno en el poder, y doblemente cuando se trata de un año electoral, lo es mucho más para unos ciudadanos que han soportado los últimos años duros ajustes sobre sus espaldas. Sin embargo, la buena noticia no lo será de verdad hasta que las positiva cifras macroeconómicas extiendan su manto sobre la economía de los hogares, y lo hagan de la mejor manera posible, es decir, en forma de más empleo.
El déficit del Estado ha registrado un saldo de 26.773 millones de euros en términos de contabilidad nacional de enero a julio, con una reducción interanual del 17%. Esto quiere decir que ha pasado del 3,05% al 2,44%, cuando la previsión para el año es del 2,9%. La importante rebaja se ha basado en dos factores: el crecimiento de ingresos no financieros y el recorte de gastos. En los primeros, pese al impacto de las bajadas impositivas en las arcas públicas, el IRPF, el tributo que más aporta a Hacienda, ha mantenido tasas positivas, y el de Sociedades también ha crecido.
Pero, además de la inyección por la venta parcial de Aena, el gran protagonista de la mejora del déficit es el IVA, cuya recaudación ha crecido un 7,8% hasta julio. Un tributo que funciona como termómetro al estar directamente condicionado al consumo de los hogares y la inversión empresarial. Además, el hecho de que los tipos que gravan el consumo a través de ese tributo estén en máximos tampoco ha sido obstáculo para que la recaudación se encamine a recuperar niveles previos a la crisis. Las señales de recuperación, así pues, son claras por parte de los ingresos. La novedad es que es el ajuste del gasto del Estado, que ha retrocedido un 1,8%, también empieza a colaborar, principalmente por la reducción de transferencias al Servicio Público de Empleo Estatal debido a la creación de puestos de trabajo, y otra razón menos positiva: el agotamiento de la prestación a gran número de desempleados.
Paralelos a la mejora del déficit corren los datos del mercado inmobiliario, que igualmente presenta una lenta pero constante recuperación. Según el INE, en los seis primeros meses del año la firma de hipotecas sobre viviendas se ha disparado un 21%, un porcentaje que, unido al aumento del importe medio, supone que el capital prestado para compra de casas ha dado un salto del 25% el primer semestre. Unas cifras que corroboran las estadísticas elaboradas por el Colegio de Registradores, que aprecian en el segundo trimestre un aumento del 11% en las operaciones de compraventa y del 5,1% en el precio, lo que se explica porque los ciudadanos han activado sus decisiones de compra al considerar que los precios ya han tocado suelo.
A pesar del registro de datos positivos, en las cuentas públicas no faltan los de otro signo. Ayer se confirmó que la Seguridad Social ha vuelto al déficit en julio, por la debilidad de los ingresos por cotizaciones, a la vez que sube el gasto de las principales pensiones. Un contrapunto que hace poner los pies en el suelo, lo que es muy sano cuando las incertidumbres, y muy señaladamente las de ámbito internacional, ya forman parte permanente del paisaje.
Y es que, por manido que esté en los últimos tiempos, el concepto de sostenibilidad debe ir ligado firmemente a cualquier dato de crecimiento, algo que debe tener muy en cuenta el Ejecutivo. Mariano Rajoy llegó ayer a la cumbre hispanoalemana de Berlín precedido de un artículo que firma en nuestro colega Handelsblatt, en el que habla de su política como el “mayor proyecto reformista de la historia reciente” de España y de haber conseguido que nuestro país “haya pasado de ser el enfermo de Europa a la vanguardia de la recuperación” del continente tras atravesar “la peor crisis que hemos conocido”. Cierto que, como asegura Rajoy, “el inmovilismo en materia de reformas” perjudica al proyecto europeo y al bienestar de los ciudadanos. Esa es la razón por la que no se debe frenar el proceso de mejoras. Pero cuando más acertado está el presidente es al decir que aún queda “un largo camino por recorrer”. Y eso sobre todo en términos de empleo, la prioridad número uno que expresó al iniciar su mandato.