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Tribuna
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Aquellos meses de agosto

Se trata de una tradición de amplio espectro profesional que empieza a mostrar signos de decadencia: el mes de agosto ha sido durante décadas sinónimo de sequía informativa. Y lo ha sido por partida triple. Primero, por la fuente: las empresas –especialmente en Madrid– concentran sus vacaciones en agosto. Segundo por los medios, en los que el periodo vacacional de sus equipos de redacción abren la ventana de las prácticas y de los becarios. Tercero, porque el conjunto de la sociedad disfrutaba de alejarse de las rutinas diarias de manera militante.

Este contexto ha servido para fomentar un debate permanente en el sector de la comunicación: ¿es agosto un buen mes para comunicar? La respuesta habitual es que no, y se basa en el hecho de las noticias gestionadas durante este periodo no tienen el mismo impacto. Los que opinan de esta manera se sustentan, sobre todo, en cómo los medios de comunicación aligeran sus contenidos habituales para dar paso a temas más frescos y llevaderos. Pero esta tradición empieza a mostrar síntomas de cansancio.

Aunque todavía minoritarios, existe un buen número de comunicadores que defienden las bondades de agosto en esta materia. Por una parte, el espacio en medios es más receptivo a noticias de empresa porque la densidad de propuestas informativas es mucho más ligera que en cualquier otra fecha del año.

En términos periodísticos: hay mucha nevera. Por otro, y tal vez más importante, en internet no hay descanso y esta actividad afecta tanto a los medios en su pugna por prevalecer como referentes del proceso comunicativo sobre otras alternativas menos fiables (p.e. redes sociales) como a la propia sociedad que, a través de los dispositivos móviles, tiene un acceso más sencillo a cualquier canal informativo que en ningún otro momento de la historia.

Hasta aquí la reflexión es atemporal. Hace referencia al mes de agosto como concepto recurrente y a las variaciones comunicativas que experimenta, pero si bajamos al detalle, si nos ceñimos al aquí y ahora, la reflexión debe entrar en otra dimensión. Agosto de 2015 es cualquier cosa menos una maría informativa.

La agenda política de este año propicia una situación de sobreexposición informativa claramente anómala ya que, la actividad parlamentaria o la acción de Gobierno arrastra a empresas y medios a mantener unos estándares de tensión comunicativa idéntica –cuando no mayor por la falta de efectivos– a la de resto del ejercicio. La presentación de los Presupuestos Generales del Estado un cuatro de agosto es un fiel reflejo de lo que hablamos.

El Gobierno tiene ante sí un reto mayúsculo. La tesis manejada por el equipo de Rajoy es clara: aprovecha cada minuto. En seis meses, el Gobierno debe rentabilizar los esfuerzos y los sacrificios abordados durante tres años y medio de legislatura y poner en valor una política ratificada como ejemplar por la UE, el FMI o la OCDE, pero que la sociedad española sigue digiriendo a duras penas.

Los primeros acercamientos demoscópicos señalan que la reversión es posible, falta por ver si Rajoy llegará primero a meta o, acudiendo a imágenes recurrentes de verano, será alcanzado por el pelotón metros antes. La reversión es posible, pero no fácil. Además de contra el cronómetro, la comunicación del Gobierno –y la del Partido Popular– también lucha contra la orografía de esta compleja etapa. Antes de llegar a meta tienen que superar un puerto de primera (o de categoría especial) como son las elecciones catalanas del 27 de septiembre.

Las elecciones catalanas vuelven a trascender el ámbito administrativo de unas autonómicas y el presidente del Gobierno se topa con su segunda bicha (la primera es la corrupción) que encrespa a la sociedad española en general y, en especial, a su electorado. Una bicha que amenaza la recuperación económica más que cualquier otro factor. Conviene recordar porqué por detrás de las fanfarrias del debate plebiscito si–no, Cataluña sigue siendo un referente en productividad e innovación dentro del conjunto del Estado. Y estos dos campos siguen siendo asignaturas pendientes de la recuperación económica. Los datos de empleo que durante los últimos meses han dado tantas alegrías, inciden en exceso en el turismo y en la construcción como sectores tractores.

Tal como estaba la fotografía laboral de España a comienzos de legislatura, todo empleo es mejor que ninguno. Sin embargo, la economía productiva tiene todavía mucho camino que recorrer y, en ese sendero, el tejido que conforman las empresas catalanas sigue siendo de una importancia capital.

Y todo esto pasa en un mes de agosto que ha pasado del valle comunicativo a la producción estajanovista de información.

Xurxo Torres es Director general de Torres & Carrera.

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