De paseo por la ciudad de cristal, su mar y alrededores
La Torre de Hércules es el faro romano en funcionamiento más antiguo del mundo.
Cuenta la leyenda que un gigante llamado Gerión tenía atemorizados a todos los habitantes de unas tierras ubicadas en el noroeste de la península Ibérica. Zeus, cansado de sus fanfarronadas, decidió enviar a su hijo Hércules para ponerle un alto.
Otro coloso que retó, luchó a muerte, puso fin a las bravatas de Gerión y sobre su cabeza ordenó construir una torre para conmemorar su victoria. Luego, mandó poblar una villa cercana y la primera persona en llegar a habitar el lugar dicen que fue una mujer llamada Cruña.
La historia documenta que fueron los romanos, en la segunda mitad del siglo I o principios del siglo II d. C., los que levantaron el pharum en el finis terrae, el lugar donde terminaba el mundo conocido, hasta entonces, para guiar a los barcos que bordeaban el extremo más occidental del imperio.
Hoy, esta torre de 57 metros de altura ubicada en una loma rocosa en Punta Eiras, con casi 2.000 años de antigüedad, es el faro romano en funcionamiento más antiguo del mundo, Patrimonio de la Humanidad y el símbolo de La Coruña (A Coruña en gallego).
La Torre de Hércules, remozada en el siglo XVIII, no solo cumple su papel de señal marítima e instrumento de navegación para las embarcaciones que atraviesan el fiero corredor atlántico, sino que es parte importante de la vida de esta ciudad, volcada al mar, mecida por el viento, frecuentemente bañada por la lluvia y mimada por unos alrededores con parajes espectaculares.
Por su emplazamiento, el parque que rodea la Torre de Hércules es un observatorio desde el que avistar cormoranes, gaviotas y otras aves que anidan en los acantilados próximos. Sin ser una ciudad que destaque por su monumentalidad, las galerías de La Marina son el mayor conjunto arquitectónico acristalado del mundo y el elemento urbanístico más representativo de La Coruña, llamada la ciudad de cristal.
La Coruña es de esas ciudades que descubren al viajero unos colores increíbles pintados por la niebla, los chaparrones o ese sol tenue que la acaricia. Es una ciudad vital y con un halo de romanticismo que merece la pena descubrir y disfrutar poco a poco, de paseo, como un gran festín para los sentidos.
¿Nos acompañan? Si iniciamos nuestro recorrido en la estratégica Torre de Hércules, le sorprenderá la belleza de la costa, encantos que le atraparán y no dejarán de maravillarle en su ruta por las Rías Altas de Galicia. Infranqueables acantilados que diseñan entrantes y salientes del litoral en un paisaje de vértigo y a veces fantasmagórico, donde el Atlántico se bate con fuerza en una batalla para ganar tierra adentro.
Desde este faro privilegiado y único en el mundo se divisa todo el golfo Ártabro, desde cabo San Adrián a cabo Prior. Una extensa franja donde podrá visitar las islas Sisargas, en la Costa da Morte y dicen uno de los mejores secretos guardados de Galicia; las islas de O Portiño, ideales para los aficionados de la pesca; A Marola y As Gabeiras, cerca de Ferrol, para los amantes de la pesca submarina, y asomarse a las rías de Betanzos y la nostálgica Ferrol.
Los coruñeses suelen presumir de que su ciudad es una de las mejores para vivir y razones les sobran. En una ciudad así no podría faltar una magnífica playa. Riazor, en forma de concha, es el arenal urbano frecuentado por los locales. Ventosa y con fuerte oleaje. A su lado, en dirección noreste, está la playa del Orzán, solo separadas por el rompeolas La Coraza. La bandera azul distingue la calidad de estas playas.
Un sello de calidad que encontrará en muchos otros litorales, ya sean recónditos y rurales, como La Fragata de Covas (Ferrol), de arena blanca, donde no olvidará la imagen de las olas al batir en las rocas –cerca de las marinas de O Vilar y Esmelle– o espectaculares parques naturales, como las dunas de Corrubedo, donde concurren playas paradisiacas, lagunas de agua dulce y salada, marismas y una gran variedad de fauna.
Guía para el viajero
Casco antiguo. No es una ciudad monumental ni con una rica arquitectura, pero no se pierda la ciudad vieja, con sus calles y plazas empedradas, iglesias románicas como la de Santiago y la Colegiata de Santa María del Campo.
De tapas. Entre paseo y paseo, haga un alto en sus bares, tascas y restaurantes para disfrutar de la rica gastronomía gallega: caldo, lacón con grelos, carnes, empanadas y pulpo, sin olvidar pescados, mariscos y postres como las filloas o la tarta de almendra.
Plaza de María Pita. Es el principal conjunto arquitectónico, donde destacan la estatua de la heroína local que plantó cara a las huestes de la Armada inglesa y el palacio, hoy sede del ayuntamiento; desentonan las terrazas acristaladas de los bares.
Monte de san pedro y ascensor panorámico. Es el pulmón verde de la ciudad y desde donde se disfrutan espectaculares vistas. Un futurista ascensor nos lleva a la cima.
Paseo marítimo. Con más de 11 km de paseo al borde del mar, es el más largo en Europa. Se puede recorrer caminando, en bici o en un tranvía de principios del siglo XX.
Museos científicos. El Aquarium, la Casa de las Ciencias y el Domus para descubrir de forma interactiva la fauna atlántica, los secretos del firmamento y mucho más.