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Tribuna
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Tendríamos un problema

Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del domingo, 24 de mayo, permitieron al Partido Popular, primero, presentarse como la opción más votada en las urnas, luego, encajar la pérdida de alcaldías y de presidencias de comunidades como consecuencia de las alianzas de perdedores y al final concluir la necesidad de cambios en el Gobierno y en el partido para subsanar los fallos de comunicación.

Una vez más, la cuestión parecía ser “lo hemos hecho bien pero lo hemos comunicado mal”. Se abrió la expectación que algunos vieron defraudada cuando todo se redujo en el ámbito del Gobierno a la sustitución del ministro en fuga declarada José Ignacio Wert, titular de Educación, Cultura y Deporte, por Íñigo Méndez de Vigo, que andaba por Bruselas en labores de apoyo durante la reunión del Consejo Europeo.

En la vertiente de la cúpula partidaria les tocó a Carlos Floriano y a Esteban González Pons hacer de chivos expiatorios y al reemplazo llegaron varios jovenzuelos –Pablo Casado, Andrea Levy y Fernando Martínez Maíllo– como nuevos vicesecretarios. Se sabe que la resistencia ofrecida tanto por la vicepresidenta para todo, Soraya Sáenz de Santamaría, como por la secretaria general del partido, nuestra señora De Cospedal, impidió que las cosas fueran a mayores.

Para ofrecer una imagen renovada se decidió utilizar el arma decisiva y ofrecer Rajoy en dosis masivas. En definitiva, como no nos gusta el caldo, nos ofrecen dos tazas o, si se prefiere, como saben que nos gusta el arroz con leche por debajo de la puerta nos echan un ladrillo.

En todo caso, crece el vértigo por el desafío soberanista del presidente de la Generalitat de Cataluña y para atajarlo se acude al mismo recurso: la presencia redoblada de Rajoy en aquel territorio. En esa línea, el presidente del Gobierno compareció el pasado miércoles en Castelldefels para presentar al nuevo candidato del partido a las elecciones, Xavier García Albiol. Buen momento para mostrarse “orgulloso” de la decisión del PP catalán por designarle candidato y de elogiarle porque tiene “las ideas muy claras”. Recordemos que el último elogio, al concluir la campaña pasada en la plaza de toros de Valencia, fue para la entonces alcaldesa y candidata al grito de “Rita eres la mejor”; que la designación de Albiol vino del propio presidente nacional y que esas ideas muy claras van en la línea lepenista de vergonzosa xenofobia, ajenas al centro templado en el que se disputa con verosimilitud la victoria electoral.

El presidente Rajoy ha lanzado también una advertencia al presidente de la Generalitat, Artur Mas, contra su intento de convertir las elecciones autonómicas anunciadas para el domingo, 27 de septiembre, en un plebiscito y proceder, si tuviera mayoría, aunque fuera por un solo escaño, a proclamar de modo unilateral la independencia. Por eso dijo que “la ley se va a cumplir y si alguien la quiere incumplir tendrá un problema”. Enseguida ha rematado que el PP es el partido que garantiza que la ley se va a cumplir.

Llegados aquí, conviene puntualizar primero que si llegara el caso el problema lo tendríamos todos, no solo el presidente Mas; y segundo, que erigir al PP en el partido que garantiza el cumplimiento de la ley es tanto como declarar a los demás partidos sospechosos a este respecto, empezando por el PSC. Semejante pretensión de exclusividad resulta del todo inaceptable y confirma el intento reprobable de utilizar el reto independentista para obtener réditos electorales propios, cuando la situación planteada exigiría contar con todas las fuerzas que están a favor de Cataluña en España. Se diría que prevalece el “todo vale si aprovecha al PP”. Atentos.

Miguel Ángel Aguilar es periodista.

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