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Columna
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El chivo expiatorio de Grecia

Grecia está familiarizada con el concepto de chivo expiatorio. A las personas que eran desterradas para reparar los pecados de la comunidad se las llamaba pharmakoi. El anterior ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis sería la versión moderna.

Unos días después de su renuncia el 6 de julio, Varoufakis relató a los inversores los planes para robar datos fiscales e implantar un sistema paralelo de pago. Una historia que confirma a Varoufakis como una mezcla de genio y gamberro. También da una oportunidad al primer ministro Alexis Tsipras para distanciarse de los métodos e ideas de Varoufakis, que podría ser lo que Grecia y la eurozona necesitan.

Tsipras puede inspirarse en China, que valora la purga estratégica. El juicio este año contra el ex jefe de seguridad, Zhou Yongkang, por sobornos parecía presagiar luchas internas en el Partido Comunista en el poder. Sin embargo, los cuentos de los excesos de Zhou sirvieron para identificarle como uno de los perdedores de la historia. Su apoyo se evaporó y el partido en el poder quedó fortalecido.

Varoufakis no sufrió el ritual chino de escándalo y acusación. Explicó que Tsipras le había ofrecido otro ministerio, pero él lo rechazó. El ex ministro mantiene el apoyo del ala izquierda del partido y, a diferencia del pharmakoi, su castigo no parece que vaya a ser golpeado con ramas de una higuera.

A pesar de ello, todavía sigue siendo un excelente chivo. Los acreedores del país pueden creer que su exilio político, que las últimas revelaciones solo refuerzan, ha eliminado el elemento más tóxico del Gobierno. Y los aliados de la anti-austeridad de Tsipras reconocerán que hay un alto precio a pagar por oponerse a la nueva y más comprometida línea del Gobierno.

Los problemas de Grecia aún son graves, pero las conversaciones sobre su salida del euro han disminuido. Tanto acreedores e inversores reconocen una transformación política. Los elementos rebeldes crean discordia. Eliminados, pueden crear unidad.

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