Escapados del pelotón
Ahora que se viene hablando mucho de ciclismo puede ser momento de recordar cómo las nuevas tecnologías se vienen imponiendo en el mundo desde hace tiempo, a todos los niveles y con gran repercusión en el mundo empresarial. Merced a ello, varios aspectos de la vida han evolucionado de forma notable y rapidísima de la mano de la implantación de avances tecnológicos.
Cualquier observador medio puede percatarse de cómo las nuevas tecnologías están presentes en muchos actos de nuestra vida cotidiana por personas de cualquier edad y condición en la calle, en los medios de transporte, en reuniones, en restaurantes... y cómo las nuevas generaciones desde su más tierna infancia acceden a dispositivos, técnicas, estudios, juegos y diversas posibilidades impensables hace unos años.
La realidad está ahí y los cambios han ido trascendiendo al mundo empresarial y a los sistemas productivos y de prestación de servicios.
La presencia física ya no es necesaria para realizar muchas operaciones comerciales, las reuniones no requieren en muchos casos presencia física y se pueden llevar a cabo a distancia, con evidente ahorro de costes y los empleados se encuentran con menores exigencias de desplazamientos.
La realidad está ahí y los cambios se han extendido al mundo empresarial y a los sistemas productivos
Las posibilidades de acceso a la información facilitan la elaboración de estudios, informes y enriquecen notablemente los resultados a obtener en investigaciones de cualquier categoría y acceso a mercados, entre otros.
En el lado negativo puede señalarse la desigualdad de oportunidades que se produce y se acrecienta en la medida en que naciones enteras se encuentran mal preparadas para el reto constante y permanente que supone la aplicación de las nuevas tecnologías. Suele ser un problema de cultura y de inversión.
También ciertos empresarios o gerentes o directores son quienes se muestran reticentes a implantar las nuevas tecnologías, por múltiples razones, entre ellas el desconocimiento de lo nuevo, desconfianza en sus propias fuerzas y en sus equipos o en quienes deben implantar las tecnologías e incluso una estrategia de un falso ahorro, es decir, no querer invertir, emplear recursos.
La Administración pública, por su parte, dispone ahora de elementos que le permiten optimizar los procesos burocráticos y que se traducen en importantes ahorros de costes.
Algunos sectores han comenzado a cambiar sus esquemas estratégicos. Los bancos son un claro ejemplo
Antiguos paradigmas observados desde hace muchos años van cayendo a gran velocidad. La transformación de algunos negocios ha sido evidente desde hace mucho tiempo.
Uno de los sectores punteros fue el mercado de valores. La informatización de las transacciones supuso un cambio importantísimo que se tradujo en eficacia, rentabilidad, transparencia y universalidad. El cambio de los antiguos sistemas de contratación por modernos mecanismos tecnológicamente avanzados costó mucho. Fue necesario adaptar a las personas y realizar importantes inversiones, pero está claro que mereció la pena. Constituyó todo un ejemplo de eficacia y eficiencia. Además se incrementó el nivel de transparencia, lo que produce un gran beneficio a los mercados y a los agentes que en él intervienen.
Las crisis económicas por su parte, siempre suponen cambios en muchas actividades y en la forma de trabajar y de hacer productivos los negocios. Obligan incluso a iniciar nuevos mecanismos de funcionamiento y esta última crisis ha impuesto otra cultura.
Ha resultado una crisis profunda y de larga duración que ha transformado en gran medida la sociedad. La disminución de las rentas destinadas al consumo ha sido evidente durante años y con ello la capacidad adquisitiva se ha frenado en muchos países. Se ha instaurado un alto grado de miedo al futuro económico fundamentalmente referido a empleo y pensiones. Y por ello se ha transformado una parte del mercado, tanto para los que actúan desde posiciones dominantes como para quienes simplemente intentan conservar su nicho obligando a los agentes económicos a adaptarse a un mercado diferente. Y estos se han lanzado a buscar fórmulas para conseguir costes cada vez menores con los que conservar márgenes o incrementar ventas con diferenciales más pequeños.
Por ello, algunos sectores han comenzado a cambiar sus esquemas estratégicos. Los bancos son un claro ejemplo. La actividad bancaria precisa cambiar sustancialmente en los próximos años y vamos a asistir a una evolución del sector a nivel mundial que se va a desarrollar en gran medida de la mano de los avances tecnológicos. Cambios que van a afectar a la política de captación de los recursos y a su aplicación. Reducción de costes en la universalidad. Y el que no emprenda este camino con decisión se verá desbordado.
Otros sectores, como el industrial, el textil y el de la distribución, hace años que emprendieron el camino y ahora se encuentran diseñando innovadoras estrategias de negocio y de distribución, con un fuerte componente tecnológico, que permiten negocios más rentables, más rápidos, más potentes, más universales.
Un interesante sector a tener en cuenta va a ser el de la formación a todos los niveles, incluida la universidad. Universidades públicas y privadas compiten a nivel nacional e internacional en la formación de los técnicos y de futuros responsables de los negocios. Parece claro que si el mundo de los negocios, de la actividad empresarial y de las Administraciones públicas va por el camino de un cambio tan sustancial como el apuntado, la universidad no se puede encontrar ajena a ello. El profesorado y los medios deben ir en consonancia con esta nueva situación. Por tanto, parece indispensable que el sector debe cambiar el modo de hacer las cosas. La universidad, hoy más que nunca, necesita adaptar su trabajo a lo que el mercado le va a demandar. Debe dotarse de un importante grado de practicidad y abandonar ciertos viejos hábitos. Rigor, dentro de una excelencia formativa, pero adaptada a los nuevos tiempos, tecnológicamente muy diferentes y en continuo avance. Para lograrlo se precisan inversiones que pongan en manos de los estudiantes los medios tecnológicos que después van a utilizar en su vida profesional, profesores que sean capaces de transmitir las nuevas técnicas de trabajo y abandonen los rancios sistemas antiguos muy pronto ya en desuso, entre ellos demasiada presencia física en las aulas.
Cecilio Moral es Catedrático de Economía Financiera y director del Máster en Finanzas de ICADE.