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Columna
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El circo de la Casa Blanca

La carrera presidencial de EE UU está alterando a expertos y presentadores de televisión, pero no es un reality. Donald Trump no es el más escandaloso de los 21 aspirantes a la Casa Blanca para las elecciones de noviembre de 2016.

Trump es conocido por el programa The Apprentice, los clubs de golf y los casinos y por su ruidosa boca. Sus controvertidas opiniones en temas como la inmigración han deleitado a los medios políticos en un momento vacío, y se ha consagrado como el principal candidato republicano. Sin embargo, como en la fase previa de 2012, un campo lleno de republicanos significará que llegarán más candidatos a la cima pronto y desaparezcan, olvidándose su influencia política.

Jeb Bush, el hijo y hermano de anteriores presidentes, podría ver que su nombre le hace más daño que beneficio. Su época en Lehman Brothers no ayudará mientras que continúe la impopularidad de Wall Street. Otro banquero de Lehman, el gobernador de Ohio John Kasich, también está en la carrera, al igual que el héroe del Tea Party, el senador de Texas Ted Cruz, cuya mujer está descansando de su trabajo en Goldman Sachs.

A pesar de que las meras cinco voces del ala democrática casi no corresponden al cacofónico campo de los 16 fuertes republicanos, ellos también han empezado a intentar ser diferentes a la antigua favorita, la anterior secretaria de Estado y primera dama, Hillary Clinton.

En el lado de los republicanos, es posible que lograr una posición enlos debates televisivos de los próximos meses pueda suponer una diferencia en cómo les vaya a los candidatos en febrero. Pero eso queda muy lejos. Para los demócratas, no hay razón para cansarse aún. Mientras tanto, las ideas dignas de un debate serio, como las propuestas de los republicanos de simplificar el código fiscal o el impuesto a las transacciones financieras de Sanders, no lograrán uno en esta fase. La principal razón para que los candidatos se muestren ahora es lograr la atención de los donantes. Para cualquiera preocupado por política hay poco a lo que agarrarse. El confuso cálculo de Trump de su riqueza es solo una parte del divertido, pero sin contenido, circo.

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