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Columna
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La quiebra de la confianza

El acuerdo de Grecia con sus acreedores de la zona euro, después de una cumbre maratón, deja un regusto amargo. Berlín tiene razón al señalar que Atenas ha perdido la confianza de Europa. Pero al presionar a los griegos con tanta fuerza y proponer en un principio ideas que podrían ser calificadas de humillantes, Alemania ha estado cerca de perder la confianza de Europa. Ambos líderes, el griego Alexis Tsipras y la alemana Angela Merkel, necesitan trabajar mucho para reconstruir esa confianza.

Dicho esto, el resultado de la cumbre parece razonablemente justo, si dura. Las ideas más incendiarias de Alemania han sido finalmente retiradas. Ahora no se habla de que Atenas vuelva al dracma; y el nuevo fondo de privatización tendrá su sede en Grecia. Aun así, el planteamiento inicial de Berlín ha dañado su imagen ante el resto de Europa. Su línea dura ha estado a punto de abrir una cuña, con Alemania de un lado y Francia e Italia del otro.

Atenas, mientras tanto, tendrá que aprobar –en solo unos días– una serie de reformas que han sido postergadas mucho tiempo. Muchas de ellas, como hacer que el sistema de pensiones sea sostenible y racionalizar el IVA, son deseables y deberían, con el tiempo, mejorar el rendimiento económico de Grecia. Pero las perspectivas inmediatas del país son sombrías. Ello se debe principalmente a las heridas autoinfligidas por el Gobierno. Tsipras pudo el mes pasado haber llegado a un acuerdo menos duro que el que en última instancia ha firmado. En su lugar, llamó a un referéndum para rechazar la propuesta, lo que provocó una reacción en cadena que llevó a los bancos a cerrarse y a la economía a hundirse.

Aunque los líderes de la zona euro han acordado iniciar negociaciones para un nuevo rescate, varias cosas siguen sin estar claras. Lo más inmediato, ¿cómo evitará Atenas el impago de los 3.500 millones de euros que necesita abonar al Banco Central Europeo el 20 de julio? Dado que no habrá tiempo para negociar un acuerdo global para entonces, los líderes han dicho a sus ministros de Finanzas que trabajen con urgencia en una financiación puente. Otra pregunta inmediata es si el BCE autorizará más liquidez de emergencia para los bancos del país. Si no, van a quedarse sin dinero en cuestión de días. La mejor conjetura es que el BCE driblará liquidez para mantener a los bancos funcionando, ya sea inmediatamente o tan pronto como el Parlamento griego apruebe las primeras medidas de reforma. No habrá una relajación decisiva de los controles de capitales hasta que se realice un nuevo test de estrés al sistema financiero griego después del verano y los bancos estén recapitalizados. Incluso entonces, los controles pueden persistir durante meses, dañando la economía.

Tampoco está claro cómo serán recapitalizados los bancos. Aunque la zona euro inyectará dinero para este fin, existe la posibilidad de que los depositantes deban asumir parte del rescate. Los acreedores deben resistir esta tentación, ya que dañaría las empresas griegas y agravaría la recesión. También enviaría un mensaje negativo a los patriotas que han mantenido su dinero en la banca helena durante este terrible periodo.

Otra cuestión es cuánto tendrá Grecia que exprimir su presupuesto nacional. El acuerdo dice que Atenas se compromete a acordar “objetivos ambiciosos” no especificados y que habrá recortes “cuasi automáticos” de gasto si se aparta de ellos. Existe el riesgo de que los objetivos sean demasiado elevados y que Grecia quede atrapada de nuevo en una espiral descendente, en la que más recortes dañen aún más la economía y hagan, a su vez, más difícil alcanzar los objetivos. Una opción es que Tsipras forme un Gobierno de unidad nacional con la ayuda de los partidos proeuropeos de la oposición. Otra es la de convocar elecciones en un mes más o menos, echar a los rebeldes de Syriza e intentar formar un nuevo Gobierno con los diputados más moderados. Si Tsipras elige un Gobierno de unidad nacional, podría reforzar aún más la confianza mediante la celebración de un nuevo referéndum para deshacer el daño del anterior. Por su parte, Merkel tiene que reflexionar sobre lo acontecido en los últimos días. La canciller debe darse cuenta de que una Europa justa no puede ser una Europa punitiva. Con el tiempo, la confianza puede restaurarse y la región salir fortalecida de la crisis griega. Pero hay mucho trabajo por hacer.

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