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Columna
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Diferencias transatlánticas

Bill Baer, del Departamento de Justicia de Estados Unidos, subrayó la semana pasada en Londres la necesidad de separar la política de la lucha contra los monopolios. La política de competencia estadounidense no siempre ha sido inmune a la parcialidad. Pero el discurso parecía dirigido directamente a los legisladores de la Unión Europea.

Abogados y académicos en el británico Chatham House escucharon a Baer ensalzar el papel de los hechos, la ley y la transparencia para asegurar el cumplimiento antimonopolio creíble. Si se permite que la política entre en la mezcla, dijo, el proceso se vuelve injusto e impredecible.

Sin embargo, la caza de los monopolios en Estados Unidos no ha estado completamente desprovista de la política. El predecesor de Baer, Christine Varney, solía criticar a los Republicanos. Baer, sin embargo, se ha cuidado a aparecer en ninguno de los dos partidos, ganando la reputación de duro pero ecuánime.

La legislación de EE UU tiende a proteger la competencia para los consumidores y la ley europea a los competidores

Su mensaje seguramente no se perdió en su público de Londres. El pasado diciembre, el Parlamento Europeo provocó la ira de Estados Unidos por proponer separar la publicidad de las empresas de las búsquedas de Google. La resolución no vinculante impulsó al ex funcionario de defensa de la competencia de la UE Mario Mariniello a decir: “La politización está ahora llegando a un extremo”. Apple, Facebook y Amazon también están en el punto de mira de la nueva cazadora de monopolios de la UE, Margrethe Vestager.

No sorprende que los encargados de luchar contra el monopolio en los lados opuestos del Atlántico en ocasiones no estén de acuerdo, dado que la legislación estadounidense tradicionalmente tiende a proteger la competencia para los consumidores, y la ley europea a los competidores. Las agendas partidistas se entrometen con mucha menos frecuencia en Europa que, por ejemplo, China, donde de la entrada necesaria de los ministerios hace crecer los retrasos y los intereses en conflicto.

Sin embargo, una creciente reputación de obligaciones impulsadas políticamente, afectaría a la UE como lugar para hacer negocios. A veces hace falta que un forastero como Baer lleve ese mensaje a casa.

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